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JUAN MANUEL CALVO ÁLVAREZ, ANTONIO RODRIGUEZ LEAL Y JOSE DAMIÁN RUIZ SINOGA
Sábado, 4 de septiembre 2010, 03:25
Hace ya más de cinco años que se transfirió la Confederación Hidrográfica del Sur a la Junta de Andalucía, al año siguiente se transfirieron las cuencas internas de Huelva y Cádiz y no hace todavía dos años que se traspasaron las competencias en la gestión de la cuenca andaluza del Guadalquivir. La Ley de Aguas de Andalucía se ha publicado en el BOJA del pasado 22 de junio y entrará en vigor a los tres meses de su publicación, aunque está pendiente de recomposición a fondo tras el bochornoso espectáculo de su votación parlamentaria.
Durante estos años puede decirse que la gestión en lo que antes era la Confederación Hidrográfica del Sur, y hoy, tras distintas denominaciones y titubeos, parece ser que ya es la Demarcación Hidrográfica Mediterránea Andaluza, ha consistido fundamentalmente en un intento voraz de absorción de funciones desde la sede sevillana de la Agencia Andaluza del Agua que ha impedido cualquier actuación planificada y coherente sobre estas cuencas. El intento de mantener una cierta autonomía y coherencia en la gestión de esta Demarcación tan distinta de las del resto de Andalucía supuso el cese de quien fue su Director General, y posteriormente el de su Subdirector de Gestión del Dominio Público Hidráulico y Calidad de las Aguas. A partir de entonces el puesto de Director General desaparece y los dos puestos de Subdirector de esta Demarcación están cada vez más vacíos de contenido, al igual que otros puestos del supuesto organigrama.
Este es el resultado del desprecio al criterio generalmente admitido en la legislación española (en la que tuvo origen), europea (Directiva Marco del Agua) y cada vez más extendido en todo el mundo de que la gestión del agua debe hacerse a través de autoridades de cuencas hidrográficas o sistemas hidráulicos. En nuestro caso es evidente que no se trata de una cuenca sino de un Sistema Hidráulico que unifica distintas cuencas y del que se precisa para atender unas demandas, procedentes fundamentalmente del litoral, desde distintas procedencias del recurso. Todas estas cuencas unidas presentan unas características comunes desde el punto de vista hídrico, hidrológico e hidráulico, lo que impulsó ya en 1960 la fundación de la Confederación Hidrográfica del Sur de España.
La obsesión por imponer criterios más que obsoletos respecto a la gestión del agua, centralizándola en lugar de fomentar su autonomía territorial por cuencas o sistemas, y no por delimitaciones políticas, conlleva a una disfunción y confusión cada vez mayor y un distanciamiento respecto al resto de España (que fue pionera en la gestión del agua mediante organismos de cuenca) y Europa (que se ha inspirado en el modelo español), que no parece ni oportuno ni puede beneficiar en absoluto el desarrollo territorial de Andalucía.
En la reciente Ley de Aguas de Andalucía se manifiesta la intención de conseguir que la disponibilidad de agua sea la misma para todos los andaluces con independencia de su lugar de residencia, pero sin embargo ni se menciona la tremenda distancia (que cada vez es más acusada) de disponibilidad en garantía, calidad y cantidad de agua que existe entre la Demarcación Mediterránea Andaluza y el resto de Andalucía (que puede evaluarse entre menos de la mitad y o menos de la cuarta parte en función de los criterios que se elijan). Sin la clara conciencia de este dato ¿cómo se va a planificar o gestionar en busca del objetivo declarado tan rimbombantemente de conseguir la misma disponibilidad?
Tras estos primeros años de titubeos y sucesivas transferencias y traspasos ya parece necesario e ineludible que la Junta se plantee rediseñar la estructura administrativa encargada de gestionar el agua en Andalucía, y que se lo plantee, si quiere, intentando mejorar lo existente en el resto de España pero a partir de ello, dejando de embarcarse en experimentos que no han servido para otra cosa que para dar cobijo (salvo honrosas excepciones) a advenedizos poco bregados en la difícil gestión de este recurso imprescindible.
La gestión del agua no debe llevarse desde cualquier consejería cuyos objetivos deforman el verdadero sentido de esa gestión, que debe compatibilizar por un lado su uso como recurso indispensable y por otro su conservación como patrimonio a transmitir a las futuras generaciones. Ese es el verdadero reto de la gestión del agua, el desarrollo ligado tanto a la idea de cambio como a la de conservación, un proceso de evolución en busca de nuevos equilibrios mediante los cuales el subsistema económico acabe integrándose en el sistema ecológico que es otro esquema más amplio generando un ámbito en el que puedan sustentarse los cambios estructurales de nuestro modelo de desarrollo mediante el uso inteligente del medio ambiente y sus recursos.
Es necesario un planteamiento holístico para abordar su gestión, un planteamiento tal que sea capaz de abarcar aspectos conocidos y al mismo tiempo deje holgura suficiente para que puedan ir acoplándose en él los nuevos que vayan emergiendo y que la experiencia última nos demuestra que cada vez son más. Desde ese punto de vista los distintos sistemas de gestión sectorial deben integrarse en una convergencia sinérgica en lugar de entrar en conflicto unos con otros, que viene a ser lo que actualmente sucede. Por eso volvemos a insistir en la ineludible necesidad de potenciar la autoridad de cuenca o sistema para no entorpecer una gestión tan compleja.
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