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Carlos, un piloto del helicóptero de la policía en Málaga, sostiene en brazos a un niño en La Pouponnière. :: SUR
El vuelo más generoso de la policía
MÁLAGA

El vuelo más generoso de la policía

La comisaría ha impulsado el proyecto 'Aspas Solidarias' para enviar ayuda a un orfanato en SenegalLa iniciativa surgió de la experiencia de varios pilotos que prestan servicio en Dakar, que empezaron a colaborar con el centro

JUAN CANO

Domingo, 22 de agosto 2010, 03:58

Era la primera vez que Carlos viajaba a Senegal como piloto de helicóptero del Cuerpo Nacional de Policía. Había oído hablar del trabajo que estaba haciendo un grupo de monjas en La Pouponnière, un orfanato que atendía a 42 niños con medios más que humildes. En la Embajada española le hablaron también de sor Justina, la religiosa gallega que llevaba treinta años al frente del centro.

En uno de sus ratos libres, decidió visitar el orfanato. Como un turista más, se adentró junto a un compañero -comandante de vuelo- en La Medina, la zona más pobre de Dakar. «El barrio más marginal de Málaga, elevado a la enésima potencia», afirma el piloto, que intenta ofrecer alguna referencia más cercana.

Los dos agentes se toparon con un edificio antiguo. En la fachada había un letrero que indicaba que habían llegado al lugar que andaban buscando: La Pouponnière (guardería en francés). Construido en los años cincuenta, tenía dos plantas y muchas ventanas, sin demasiada ornamentación. Aun así, les pareció un lugar muy cuidado y limpio. Transmitía una serenidad sólo quebrada por los llantos de niños que se escuchaban al fondo. «Sor Justina salió a recibirnos y nos enseñó el recinto», recuerda Carlos. «La primera vez que lo ves te impresiona. Hacía muchísimo calor -no tenían aire acondicionado- y, encima, las cunas estaban cubiertas por mosquiteras, ya que existe riesgo de contagio de la malaria».

La religiosa les explicó que La Pouponnière se creó en 1955 para asistir a los niños tratados por desnutrición que se veían obligados a salir prematuramente de los hospitales. En esa época, la tasa de mortalidad era muy elevada. «Hace quince años que no muere ningún bebé aquí. Algunos llegan con 900 gramos, pero se les conecta a una sonda nasogástrica para alimentarlos y se ponen sanos muy pronto».

Sor Justina ha pasado los últimos 30 años -tiene 73- trabajando en el orfanato junto a otras once religiosas pertenecientes a la congregación de Hermanas Franciscanas Misioneras de María. Con ellas hay otras 23 personas -desde lavanderas a cuidadoras- que ayudan a sacar adelante día a día a los niños del centro.

Principalmente se ocupan de bebés de familias sin recursos o de menores que han sido abandonados. En muchos casos, sus madres han muerto en el parto y los padres no pueden hacerse cargo de ellos: «Hay algunos que siguen yendo a ver a sus hijos, van a visitarlos con frecuencia, pero otros ni siquiera tienen medios para regresar», relata.

Servicio de urgencia

La guardería presta un servicio asistencial de urgencia. Atiende a los pequeños durante su primer año de vida y, después, vuelven con algún familiar o se entregan en adopción, preferentemente, a familias senegalesas. Al ver a los bebés, el policía no pudo evitar acordarse de sus hijos, «y de la suerte que habían tenido por nacer en España».

Carlos volvió a casa tras acabar aquel turno de trabajo en Senegal. «Nos relevamos cada tres semanas», aclara. Desde hace un lustro, la Policía Nacional colabora con Senegal para vigilar sus costas y los flujos de inmigración ilegal. En esa misión participa el Servicio de Helicópteros, al que pertenece Carlos, que está destinado en la Comisaría Provincial de Málaga.

«Cuando estamos allí tenemos turnos de seis días», cuenta el piloto, que rehúsa dar detalles de su trabajo. «Cada uno destina su tiempo libre a lo que quiere. Unos van a pescar, otros hacen turismo...». Desde el día que conoció a sor Justina, él dedica su turno de descanso en Dakar a La Pouponnière.

Cargado de equipaje

A partir de entonces -corría el mes de junio de 2007- el orfanato entró en su itinerario, y en su equipaje: «Llevo cuatro maletas, una con mis cosas personales y las otras con ropa, medicamentos, algún juguete o con cualquier cosa que haga falta en el centro. Normalmente son artículos de primera necesidad».

Al regresar de cada viaje, Carlos contaba a sus compañeros lo que había visto, las carencias que encontraron en el centro y la labor generosa que estaban haciendo allí las religiosas. «Cada vez que teníamos un nuevo viaje a Senegal -utiliza el plural para referirse a sus compañeros en el Servicio de helicópteros- enviábamos un correo electrónico a los amigos por si alguien quería mandar algo, y así se fue implicando más gente».

Internet -han creado un grupo en Facebook- y el boca a boca extendieron el mensaje tanto dentro de la policía como a su círculo de amigos. Cuando sus compañeros le daban le relevo y viajaban a Senegal, iban igual de cargados que él con todo lo que podían llevar. «Nos comunicamos con sor Justina por Skype y Messenger y, antes de viajar, le preguntamos qué necesita. En agosto del año pasado, por ejemplo, nos llamó para decirnos que sólo les quedaba leche hasta septiembre, así que en el siguiente viaje les llevamos más», explica el agente. «Lo bueno es que toda la ayuda llega. No hay caravana solidaria ni nada por el estilo. Cada uno empezó a llevar todo lo que podía, a implicar a su familia, a sus amigos.».

La guardería se convirtió en una prioridad para los agentes del servicio de helicópteros, y el centro empezó a florecer con su ayuda. «Muchos compañeros destinan su tiempo libre en Senegal a echar una mano en el orfanato. Hay muchas cosas que hacer. Desde arreglar un enchufe, la conexión wifi o colocar una percha hasta dar biberones a los niños o entretenerlos en la sala de juegos».

Cada uno colabora en lo que puede, y todas las manos son necesarias. Hay mujeres de pilotos que viajan con sus parejas; mientras ellos vuelan, ellas ayudan con los bebés. «Hay compañeros que ya han ido ocho veces, como el jefe de la base de Málaga. En mi caso, este verano será el quinto viaje».

El trabajo que las monjas hacen en La Pouponnière tuvo un impulso importante en 2006 con la visita de la Reina Sofía, que potenció un proyecto de ampliación de las instalaciones. Se construyó una planta más y el centro pasó de 42 a 86 plazas. Se duplicó su capacidad, pero al mismo tiempo las necesidades.

Para entonces, el germen ya había calado en la Policía Nacional. Muchos funcionarios anónimos colaboraban con la iniciativa de los pilotos y enviaban ropa, comida, alimentos e incluso dinero. Cuando en la Comisaría Provincial de Málaga se enteraron de lo que estaba ocurriendo, los responsables decidieron involucrarse. Así nació, el pasado abril, el proyecto 'Aspas Solidarias'.

Carlos rehúye a cada momento el protagonismo que le concede la historia. «Lo importante no es el interlocutor, sino el mensaje. Solo somos actores secundarios. Si el protagonismo tiene que ser de alguien, debe ser de los niños o de todos los funcionarios que colaboran con esta iniciativa».

La ayuda empezó a organizarse. «Le preguntamos a sor Justina qué necesidades tenían y nos pasó una lista larguísima, de 70 u 80 objetos. Hacían falta muchos electrodomésticos, como una lavadora, un frigorífico o un congelador. Eran necesidades asequibles, alcanzables».

Generador de corriente

Carlos aún recuerda las caras que pusieron las monjas al ver que, en unos días, muchas de las cosas que pidieron entraban por la puerta del orfanato. «Estaban alucinadas. Lo que antes tardaba meses, ahora se había resuelto en apenas una semana». El reto es ahora tachar el objeto más caro de la lista, un generador de corriente que cuesta 12.000 euros. «Con la ampliación del centro, el consumo eléctrico es mayor y hay cortes constantes en el suministro. Además, la luz allí es carísima», añade.

Porque La Pouponnière sigue creciendo. Actualmente, se está construyendo una cantina como centro de prácticas para los niños, de manera que en el futuro puedan trabajar en hoteles o en casas de diplomáticos. Al mismo tiempo, servirá para hospedar a los padres que vengan a ver a sus hijos. «Pagarán un dinero por el alojamiento, que a su vez se revertirá en el orfanato. Al pobre no basta con darle de comer, hay que enseñarle a que se busque y se haga la comida», concluye el policía.

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