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Francisco Campos y José Cobos, fundadores de El Pimpi: Los creadores de la bodega más típica de Málaga
FOTOMATÓN

Francisco Campos y José Cobos, fundadores de El Pimpi: Los creadores de la bodega más típica de Málaga

Nacimos en Córdoba/ Llevamos trabajando aquí desde 1971 / La clave del éxito de nuestro negocio es saber conservar un espacio único / Nuestro local fue construido entorno a 1800 y antes fue un convento y una sala de fiestas / Tenemos 75 y 62 años

POR SELENE VEGAFOTOS: CARLOS MORET

Sábado, 24 de julio 2010, 03:56

A muchos malagueños y a la mayoría de los turistas que hayan visitado la ciudad les gusta 'pimpar'. No busquen este coloquialismo en el diccionario, véase la idiosincrasia de El Pimpi reflejada en las mejillas sonrojadas de un francés ante una botella de Málaga Virgen y un 'ligerito de pringá'. Mucha culpa de que una japonesa anduviese perdida por Madrid buscando esta bodega emblemática de Málaga la tienen sus fundadores, Francisco Campos y José Cobos de 75 y 62 años respectivamente. «La pobre mujer había oído hablar de El Pimpi de España y se plantó en la capital preguntando por él -ríe Cobos- ¡llegó aquí y se quedó alucinada!».

Estos dos creadores de la bodega más típica de la provincia no son autóctonos, vieron la luz por primera vez en distintos años pero entre los mismos patios blancos adornados con coloridas vegetaciones y bañadas por el sol andaluz, en Córdoba. «Málaga es el sueño cordobés», apunta Cobos, sentado a la izquierda de un patio similar al de su Córdoba natal, pero en el corazón de El Pimpi. «Nos enamoramos de la ciudad en cuanto llegamos», apostilla Campos, que respira el mismo aire añejo que desprende la madera impregnada en vino de los barriles negros, colocados por todos los rincones del local y personalizados con las firmas de todos los personajes ilustres que por allí han pasado. Estos autógrafos y las fotos, son parte del atractivo que los clientes de su santuario le ven.

Cuestionados por qué famoso falta por venir y les gustaría que se acercara, Campos lo delibera una milésima de segundo y exclama «¡Obama!». Cobos echa en falta la presencia de la Familia Real.

Estos dos socios, antes de venir en 1971 a la provincia a poner todo su empeño en levantar este negocio de calle Granada, ya trabajaban juntos. «Teníamos las bodegas Campos de Córdoba y cuando llegamos a Málaga compramos este sitio, que había sido un antiguo convento y después la primera sala de fiestas de la Costa del Sol, que se llamaba como actualmente, El Pimpi». «No le cambiamos el nombre porque todo el mundo ya lo conocía por ese», explica Cobos. La palabra 'pimpi', cuentan que viene de tiempo atrás, cuando la ciudad de Málaga recibía a los barcos mercantes y existía la figura del «chico para todo tipo de recados», al que llamaban así.

«Este lugar se construyó en torno a 1800», indica Cobos mirando entre la frondosa vegetación que cubre el techo del patio y que deja escapar unos pocos haces de luz que iluminan la estancia, «no hemos cambiado nada», asevera. Llegados a este punto, Campos revela el secreto de su éxito «hemos sabido conservar la esencia de un sitio único». Por eso, los propietarios aseguran que nunca se han planteado abrir un segundo local por la singularidad que caracteriza al que regentan.

«A los malagueños y turistas de todo el mundo les encanta el sabor, el valor de la casa que ha sabido mantener la esencia y la tradición malagueña», indica Campos.

El perfil de turista que va a estas bodegas, según sus creadores, es variopinto, aunque los cruceros cada vez traen a más clientes. «Por la mañana suele haber más extranjeros, por la tarde más gente de Málaga y por la noche se transforma y se llena de un ambiente universitario», relata Cobos.

Recuerdan con cariño las escenas de tres películas que se han rodado en esta bodega, entre ellas una de 'El camino de los ingleses', de Antonio Banderas, por el que sienten una profunda admiración. «Es muy cariñoso», asegura Cobos, «pero cuidamos a la clientela habitual tanto como a los famosos».

Como anécdota, los fundadores recuerdan que la hija de los primeros clientes que visitaron las bodegas tras su apertura, que todavía siguen acudiendo de vez en cuando desde Valladolid, cuando tenía diez años y llegó de viaje les dijo a sus padres: «¡Llevadme a El Pimpi». Lo sorprendente es que la niña tan pequeña recordara el sitio cuando su última visita había sido mucho antes.

Cobos tiene cuatro hijos que colaboran en el negocio. «Dos de ellos ayudan con este oficio los fines de semana para ganar dinero para sus estudios», concreta.

La guía de Louis Vuitton recomienda esta bodega. Sus creadores dicen que antiguamente los clientes iban más a beber, pero que cada vez son más los que acuden para comer.

Su futuro lo tienen claro: «Que se mantenga todo como está», asegura Campos con la mirada firme del dueño de un sitio por el que han pasado personas ilustres y anónimas que se han quedado prendados del vino dulce. Cuando llegaron tenían 35 y 22 años; toda una vida brindando por la quimera malagueña.

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