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GERARDO ELORRIAGA
Sábado, 26 de junio 2010, 04:08
Los rusos fueron los primeros. Aunque la estación de Cabo Kennedy y las sucesivas misiones norteamericanas están indisolublemente unidas a nuestro imaginario espacial, lo cierto es que Moscú emprendió antes la exploración del Universo gracias al lanzamiento del satélite Sputnik 1 en 1957, toda una victoria en plena Guerra Fría. Además, en el plano teórico, el país euroasiático también cuenta con la figura del físico Konstantin Tsiolkovsky, el padre espiritual de la industria aeronáutica y, posiblemente, uno de los primeros defensores de la teoría de la vida extraterrestre con su lema 'la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia'. A principios del siglo XX, aquel visionario aludió a los vuelos interplanetarios o la utilización de la energía atómica y solar, entre otras predicciones afortunadas.
Pero tal anticipación no se reduce al campo tecnológico, ni siquiera a la esfera de las ideas. Las vanguardias artísticas rusas también alentaron esa conquista con una estética rupturista, en las fronteras de la abstracción, que animaba el sueño y la ambición de descubrir otros mundos, literal y figuradamente. Esa propuesta se hallaba en sintonía con la fe en la capacidad para transformar la realidad y el futuro de la sociedad en nuestro planeta, tal y como había ocurrido en su país con la revolución que, en 1917, acabó con el régimen zarista y los valores tradicionales.
La Fundación Botín ha organizado en su sede santanderina una ambiciosa exposición que muestra la conexión entre las interpretaciones artísticas del fenómeno, los postulados socialistas y las primeras investigaciones en el primer tercio del siglo XX. La muestra, amplia y diversa, comprende más de un centenar de obras de autores de la época como Kandinsky y Malévich. La selección se ha formado con piezas provenientes de museos y colecciones privadas con orígenes tan dispares como el Centro Georges Pompidou, la Galería Tetriakov de Moscú y diversos museos estatales rusos.
Simbiosis
La oferta, abierta al público a partir del 24 de junio, concilia arte y ciencia, porque ambos aparecen indefectiblemente unidos, en una de esas raras ocasiones para la perfecta simbiosis. Además de pinturas, dibujos, pósters, fotografías de época y primeras ediciones de libros y álbumes, la exposición ofrece la posibilidad de contemplar vehículos reales ligados a los primeros pasos de la cosmonáutica, junto a planos y maquetas de cohetes y aviones.
El programa también cuenta con un ciclo de cine ruso con filmaciones que se remontan a la época como 'Aelita, la reina de Marte' o 'El hombre con la cámara', piezas pioneras de la ciencia ficción, y producciones recientes en torno a la aportación rusa a la investigación espacial.
En ese recorrido por la historia remota de la exploración del cosmos, la cita incluye objetos relevantes como el modelo de 1913 de Tsiolkovsky o las maquinas pioneras de Fridrikh Tsander y Ary Sternfeld, creador del emblemático Sputnik, también presente gracias a una reproducción fabricada 'ex profeso'. Entre los elementos más curiosos destaca el ala aerodinámica del planeador 'Letlatin' de Valdimir Tatlin, uno de los fundadores del constructivismo. El artefacto pretendía proporcionar una manera de transporte aéreo de contenido más poético que práctico.
Sin duda, este pintor y escultor ejemplifica la mencionada comunión entre el arte y la tecnología ya que su posición, una de las más radicales, propugnaba la estrecha colaboración de la plástica en la construcción del nuevo orden surgido tras la Revolución de 1917. Su diseño arquitectónico 'Monumento a la III Internacional', proyecto para la sede de la organización, era una gigantesca espiral diagonal que apuntaba al firmamento en su desarrollo y que ha sido interpretado como una especie de proyección ideológica que, en su disposición, parece destinada a surcar el cielo y expandir su manifiesto.
La exposición recrea una época, fundamentalmente los años diez y veinte, muy influida por la recepción de los hallazgos científicos y tecnológicos, fundamentalmente vinculados con el espacio exterior, y ampliamente difundidos por los medios de comunicación. Ya entonces, la construcción de aeroplanos y los avances en la aerodinámica animaron una literatura fantástica en la que destacaban personajes tan curiosos como Alexander Bogdanov, escritor de ficción y, paralelamente, diseñador de naves espaciales.
La fundación de la república dio alas a una elite entusiasmada por los cambios. Tan sólo una década después de la revolución bolchevique tenía lugar en Moscú la 'Primera Exposición Universal de proyectos y modelos de aparatos, mecanismos, dispositivos y materiales históricos interplanetarios', organizada por una singular entidad, el denominado Departamento Interplanetario de la Asociación de Inventores-Inventistas. El encuentro gozó de gran aceptación en la comunidad artística local, prueba del desmedido interés por el vuelo cósmico entre los intelectuales soviéticos.
Aunque la mayoría de esas aportaciones peca de cierta ingenuidad, no hay duda de que constituyeron un incentivo para los autores vanguardistas desde muy diferentes perspectivas. El espacio, su observación y conquista, se convierten en motivo de inspiración y ámbito propicio para la plasmación de sus principios estéticos y la corroboración de sus presupuestos políticos, pero también un sugerente marco para la búsqueda de simbolismos y el encuentro con múltiples planos de significado.
Entre otros argumentos concretos de esta influencia, la muestra señala el 'Lenguaje universal' propugnado por el poeta futurista Alexei Kruchenykh en su poema 'Vysoty', el vuelo de los amantes de Chagall, o las referencias a los viajes aéreos de Natalia Goncharova y Olga Rozanova, dos destacados exponente del futurismo y suprematismo, corrientes en auge entre los artistas de la primera ola.
La participación de la obra de Malevich supone uno de los grandes incentivos en el plano artístico de la exposición. La gran figura del suprematismo, adalid de la abstracción, aparece mencionado por dos composiciones geométricas también paradigmáticas, 'Círculo negro' y 'Cuadrado negro'. Para John E. Bowlt, Nicoletta Misler y Maria Tsantsanoglou, autores de textos incluidos en el catálogo, aquellas oscuras formas monocromáticas no han de ser interpretadas tan sólo como un violento apagón simbólico frente a la anterior tradición académica y figurativa, sino que, más allá de metáforas, han de ser comprendidos como la representación literal de un eclipse total, un fenómeno que subyuga al pintor y que, como ningún otro, ejemplifica el tránsito desde el mundo visible de los objetos hacia la abstracción representada por la oscuridad, el ámbito de la ausencia. Esa remisión al Universo como un lugar es aún más notoria en la composición de 'Cosmos azul', una sucesión de elementos esféricos que remiten a la composición de un sistema planetario con identidad propia.
A su juicio, una interpretación semejante, o incluso más audaz, requiere 'Esfera de color y círculo' de Alexander Ródchenko, el promotor del constructivismo. Según esta tesis, la disposición de formas y elementos cromáticos puede entenderse como la visión de las relaciones interplanetarias en el tiempo del eclipse frente a la tradicional observación como un juego de medidas y orden, desprovisto de toda connotación significativa o emotiva.
En un tiempo en el que él y otros muchos propugnaban la alianza del arte con el progreso material, no tan sólo mediante su acercamiento a las construcciones y elementos concretos, caso de la aviación, sino a conceptos científicos abstractos como la combustión, la energía, la luz. En tal sentido se sitúan los intereses de creadores como Alexander Deineka, Vladimir Liushin y Alexander Labas, un hombre fascinado por las sensaciones de planeo y vuelo tal y como expresó en su lienzo 'En la cabina de un avión' o en sus pinturas de globos dirigibles.
El universo, la disposición de fuerzas internas, evolución y armonía parecen cuestiones recurrentes en artistas como Ivan Kliun en su 'Luz roja. Composición esférica', mientras que otros acuden a los argumentos más fantásticos y literarios. Los hermanos Ender, Pavel Filonov y, sobre todo, Mijail Matiushin comparten una visión planetaria en la que cabe la representación de formas humanoides y la puesta en escena de apoteosis galácticas.
El planteamiento de Wassily Kandinsky nada tiene que ver con la especulación, sino con la búsqueda de una racionalidad, labor que precisa de nuevos escenarios más reveladores que los habituales. Su concepto de la abstracción, transido por un profundo sentido espiritual, alude a una realidad oculta y esencial que nada tiene que ver con la realidad circundante, que huye de la materia y busca respuestas más allá. A ese respecto, el cosmos resulta la estación de destino de esa pretensión sublimadora, el lugar donde se pueden revelar las leyes últimas que rigen nuestra existencia, tal y como reflejan piezas como 'Composición: óvalo gris'.
Esa frontera difusa entre arte y ciencia, donde concurren la exploración en el espacio abstracto y la utilización del cosmos como campo de exploración estético, se convirtió en un lugar fecundo para la creación. El caso personal de Tsiolkovsky ejemplifica la mixtura entre astrología y astronomía, logro de la técnica y mera especulación, una trayectoria que llevó a cabo sin conflicto alguno. No hay que olvidar que su legado fue decisivo en el desarrollo posterior de los satélites artificiales.
Como ocurrió en otras áreas del pensamiento y la creación, la llegada de Stalin supuso un cataclismo tanto entre los artistas como los científicos. En la década de los años treinta, su concentración de poder dio lugar a la represión de toda divergencia con su estrategia, también en el plano cultural, una represión que llevó hasta extremos de paranoia. Los autores que divergían de su estética vinculada al realismo socialista no tenían futuro profesional y, a menudo, se convertían en víctimas de las deportaciones y perecían en los campos de concentración o ante los pelotones de fusilamiento.
El decreto de reconstrucción de las organizaciones literarias y artísticas de 1932 lo convirtió en política oficial de Estado y cercenó definitivamente aquel ambiente creativo, donde arte y ciencia parecían tan bien avenidos. Su estilo ornamental y grandilocuente sofocó la creación de aquellos que habían confiado en otro horizonte social y todo un universo que lo acogiera.
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