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El órgano del Sol Mayor, en la iglesia de la Encarnación. :: JOSELE-LANZA
El órgano del Sol Mayor (II)
HISTORIAS DE MARBELLA

El órgano del Sol Mayor (II)

El órgano que proyectaron Reckling y Blancafort contaría con cinco mil tubos, de estaño, cobre y madera, sesenta registros, cuatro teclados manuales de cincuenta y seis notas, un pedal de treinta y dos notas y de un dieciséis pies, abierto en fachada

ANTONIO LUNA AGUILAR

Lunes, 31 de mayo 2010, 23:51

EL órgano que proyectaron Reckling y Blancafort contaría con cinco mil tubos, de estaño, cobre y madera, sesenta registros, cuatro teclados manuales de cincuenta y seis notas, un pedal de treinta y dos notas y de un dieciséis pies, abierto en fachada. Desconocemos el presupuesto inicial, las noticias que tenemos especulan entre seis y quince millones de pesetas.

La puerta principal de la iglesia de la Encarnación recibe el nombre de puerta del Sol, desconocemos si este extremo tuvo algo, mucho o poco, que ver en el «bautizo» del futuro instrumento, que se llamaría Órgano del Sol Mayor; nuestro gran amigo Francisco Moyano Puertas nos dice que la razón elegida para el nombre no se corresponde, como cabría pensar, a la tonalidad musical, sino que hace referencia a nuestro «astro rey»; en todo caso la relación existe.

El inicio de las obras fue inmediato; en el mes de agosto del año siguiente, el día 29, se bendijo la cadereta, una pequeña parte del conjunto del órgano, pero que funciona de forma independiente si se quiere; así, tras la bendición, se celebró el primer concierto inaugural.

El deceso de don Rodrigo, mientras disfrutaba de unas vacaciones en la localidad granadina y alpujarreña de Lanjarón, el día 27 de septiembre de 1973, supuso un importante contratiempo en la construcción, quedando las obras en suspenso. La intercesión de una hermana de uno de los benefactores iniciales, Maite Soto y Domecq, ante la aristócrata alemana baronesa Terry von Pantz supuso un nuevo y decidido impulso para reiniciarlas; la llegada de don Francisco Echamendi, como párroco, consolidó y estimuló los trabajos.

El 29 de diciembre de 1975, cuatro años después de la firma del contrato, se celebró un concierto de inauguración con motivo de la finalización de una nueva etapa constructiva del órgano. En el programa editado con tal motivo, escribía Michael Reckling: «El órgano en Marbella no es una innovación; restablece una tradición interrumpida durante 40 años. Al edificar el órgano actual, Marbella ha querido hacerlo esplendorosamente, no sólo como lógico reflejo del florecimiento económico y social operado recientemente, sino por entender que en la casa de Dios, adonde acudimos con nuestros más profundos pensamientos y afectos, caben también las más nobles manifestaciones de nuestra sensibilidad hecha arte, sea ésta palabra, forma o sonido [.] Más allá de su propia función pastoral, el órgano es un elemento formidable de cultura [.] Marbella no desdeña el ofrecimiento a sus propios ciudadanos, así como a sus numerosos visitantes, la posibilidad de enriquecer su espíritu y recrear sus ocios, a la par con su hospitalidad y su sol maravilloso, en torno a tan valioso instrumento».

Cariño y cuidados

Desde el primer momento inaugural, Michael Reckling fue el organista titular que, si bien suena rimbombante, conlleva múltiples obligaciones, voluntariamente asumidas. Las grandes dimensiones del órgano y su compleja estructura lo hacen un «ser» siempre necesitado de cariño y cuidados, puesto que, cual ser humano, va envejeciendo y, al igual que con nosotros, el tiempo se muestra implacable, surgen roturas y averías, que son nuestras enfermedades, y como todo instrumento musical precisa de continuas afinaciones.

A estas labores se enfrentaba en solitario Reckling hasta que en el año de 1982, Javier Villero Salas, rondeño de nacimiento y estudiante de órgano en el Conservatorio Superior de Música de Málaga, decidió ayudarle en esas tareas, trasladando su plaza de maestro desde Málaga a Marbella, y en 1986 fue la también organista Pilar Cabrera la que se sumó al equipo.

Aparte de la dedicación «artesana» hacia el instrumento, que vio la luz gracias a su esfuerzo y dedicación, Michael organizó más de cien conciertos, que contaron con la participación de artistas nacionales y del extranjero. La ingente labor desarrollada por Michael es digna de conocimiento y del más profundo agradecimiento, puesto que no sólo contribuyó a la difusión de esta maravillosa música entre los ciudadanos de Marbella, sino que también dio al turismo de esta ciudad una dimensión cultural hasta entonces desconocida. Mientras tanto, Javier se encargaba de las labores de mantenimiento técnico del órgano, haciendo reparaciones de todo tipo.

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