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ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL
Jueves, 20 de mayo 2010, 03:55
Un enfermero de 64 años que ha trabajado media vida en el Policlínico Gemelli, el hospital romano donde se ingresaba siempre a Juan Pablo II, es para la Policía italiana un asesino en serie que ha matado al menos a siete ancianos de entre 86 y 92 años en una residencia privada de las afueras de Roma, 'Villa Alex', en Guidonia. Lo hizo entre 2008 y 2009 con sobredosis de insulina y el móvil no era la piedad, pues no eran enfermos terminales. Según la Policía, los motivos de Angelo Stazzi eran «de cuatro perras», los 50 euros de comisión que pagan las funerarias por el aviso de un fallecimiento y vestir el cadáver. Él lo niega todo.
La historia de la investigación es aún más retorcida y empieza con otra muerte que no tiene nada que ver. Stazzi, que trabajó en el Gemelli hasta 1996 y una vez hasta salió en la tele hablando de cómo estaba Wojtyla, tenía un lío con otra enfermera, María Teresa Dell'Unto, viuda de 58 años. Él, casado y con dos hijos, la mantenía a distancia salvo cuando necesitaba dinero, que ella le prestaba continuamente. Hasta que le pidió mucho más para reformar la cocina de su chalecito. Eso fue en marzo de 2001, cuando ella desapareció. El enfermero era un sospechoso, pero el caso se archivó en 2005 por falta de pruebas y porque el cadáver nunca apareció.
La Policía desempolvó el caso en 2008 y encontró nuevos indicios que acusaban a Stazzi: le regaló el reloj de la viuda a una nueva novia y usó su tarjeta de crédito en los días posteriores a su desaparición. Así que el año pasado pincharon el teléfono del enfermero, que tras dejar el Gemelli trabajaba en residencias de ancianos. Es así, de refilón, como irrumpió el nuevo caso. De la vigilancia del sospechoso se deducía que aceleraba la muerte de sus pacientes. Cuando eran ingresados en urgencias llamaba haciéndose pasar por un médico, para verificar cómo iba la cosa, y luego contactaba con la funeraria. Los agentes que le escuchaban se debatían en el dilema de intervenir o no, porque cada día que pasaba podía sumarse otra víctima. En marzo la Policía se presentó en su casa y encontró jeringuillas y medidores de insulina, aunque Stazzi no es diabético. En octubre murieron dos pacientes más en 24 horas y al final lo arrestaron ese mismo mes... pero por el asesinato de su amante en 2001.
En efecto, después confesó. Llevó a los agentes a un descampado y tras excavar aparecieron unos huesos. Eran de oveja. Stazzi había mentido y cambió de versión: la había matado en una discusión en su casa, en esa cocina que quería reformar con un dinero que ella no quería darle, y la había enterrado en el gallinero. La Policía fue a la vivienda, para entonces vendida, y en un césped con enanos de piedra apareció nueve años después el cadáver de María Teresa Dell'Unto, ante el horror de los nuevos dueños. Han pasado siete meses para cerrar el otro caso, el de los ancianos, que ahora sale a la luz. Aunque ha sido de forma rara, a la italiana, con filtraciones que han obligado a la Policía a informar del caso antes de tiempo. Así que a ver cómo termina, porque Stazzi admite el crimen de 2001 pero asegura que es inocente de los demás. Aunque dice que sabe quién puede haber sido.
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