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MARIO VIRGILIO MONTAÑEZ
Sábado, 1 de mayo 2010, 03:41
Las opiniones y disputas en torno a la inminente reforma de la Plaza de la Merced, con desacuerdos entre Ayuntamiento y vecinos sobre la conveniencia y la pertinencia de cambiar diversos elementos de lo que es la única plaza romántica de Málaga, propician un viaje al pasado para calibrar la importancia del lugar en el que nació Picasso y que con una tradición de veinte siglos condensa entre sus cuatro esquinas todo lo que esta ciudad ha sido.
Orígenes romanos
El arquitecto Luis Machuca afirma que la Plaza de la Merced es la única (acaso compartiendo el mérito con la de la Constitución) que en Málaga merece llamarse plaza al ser un espacio construido no como una confluencia de calles sino como un espacio abierto, una plaza abierta, que no es mera encrucijada sino lugar para que la ciudad respire y descanse. A este respecto, Machuca traza una cumplida y condensada historia del lugar en el que se remonta al origen del mismo en la época romana: «Nos gustaría imaginar su origen en la Málaga Romana, como lugar lúdico donde pudiera haber sido situado un hipotético anfiteatro, al fin y al cabo la Plaza de la Merced está en prolongación o parte de un cardo [calle principal de las ciudades romanas, de orientación norte-sur] de la ciudad romana que iría desde la 'Puerta de la Cuesta' por calle Pedro de Toledo, confluencia con calle Granada. Si nos fijamos en este lugar y en el parcelario aparece una parcela o casa tapón que morfológicamente nos indicaría que aquello pudo ser una puerta. El estudio de diferentes asentamientos romanos permite hipotetizar la situación de los lugares públicos de las ciudades y por tanto no sería descabellado si queremos creer que el origen de este lugar fue el circo romano y su permanencia como lugar público nos ha llegado hasta nuestros días». Por otra parte, la presencia del circo romano en la Plaza es algo con lo que comenzó a especularse en el siglo XIX, cuando Francisco Guillén Robles, en su 'Málaga Musulmana', publicada en 1880, y usando documentos del historiador Cristóbal Medina Conde, del siglo XVIII, habla de los restos de bóvedas y galerías que se encontraron al abrirse los cimientos del Hospital de Santa Ana y Convento de la Paz, que ocuparían aproximadamente el espacio sobre el que ahora se yergue el cascarón vano del Cine Astoria. La cita merece la pena ser transcrita por la continuidad entre romanos y moros que denota: «Al abrir los cimientos de lo que fue hospital de Santa Ana y convento de La Paz, o sea en toda la acera derecha, mirando al Norte de la Plaza de la Merced se hallaron restos de bóvedas, sobre las cuales se asentaban trozos de galería de forma circular. Edificio que, aunque derruido, se conservaría en la época musulmana, pues los moros malagueños llamaron 'Bib Almalaab' o 'Puerta del Teatro' sin duda a la que después se llamó Puerta de Granada».
Durante la época romana, la Plaza era, al igual que ahora, parte de la ciudad. Más adelante, durante la etapa musulmana, el trazado de la muralla que cerraba la ciudad siguiendo por esta parte el perfil de la calle Álamos, la haría quedar extramuros, limitada por tanto a ser poco más que una explanada sin uso. Pero antes de que Málaga se cerrara y encerrara, se especula que en su área se encontrase parte de lo mejor de la ciudad romana (la proximidad del teatro romano, del que últimamente se ha encontrado el vestigio de una fuente ornamental de considerable tamaño reforzaría la hipótesis), con jardines y un pequeño foro en el que habrían estado expuestas las tablas de bronce de la Lex Flavia Malacitana por la que Malaca adquiría la categoría de ciudad federada de Roma y que para verla hoy se tiene que visitar el Museo Arqueológico Nacional en Madrid.
La plaza cristiana
Pero, aparte de especulaciones y cascotes enterrados, vayamos a las épocas de las que sí existe una constancia documental: con la reconquista cristiana de 1487 nace y renace la historia de la Plaza con elementos que hasta poco pudimos ver. Por la nombrada Puerta de Granada, que ocupó en la muralla árabe el hueco en el que ahora nace la calle Granada, entraron los Reyes Católicos el 19 de agosto de 1487. La ceremonia de rendición formal de la ciudad tuvo lugar, por tanto, en lo que estaba pronto a llamarse Plaza de la Merced. En una comitiva encabezada por el obispo don Pedro de Toledo, una cruz de plata y oro, la talla de la Virgen de la Victoria (tan malagueña pero de manufactura germánica), los Reyes y los caballeros, y cerrada por los cristianos cautivos ahora liberados, se abría un nuevo capítulo de nuestra historia.
Al primer corregidor de la Málaga cristiana, Garci Fernández Manrique, se le concedió el solar de la ahora disputada manzana de los cines Astoria y Victoria: sobre él levantó un mesón para alojar a los moros que, por mor de la situación peculiar, no podían pernoctar en el interior de la ciudad. Una vez conquistada Granada, y terminada por tanto la guerra y atenuado el peligro, esta restricción se levantará y el mesón cambiará su uso. Donado por la familia del corregidor, será ahora un hospital, colocado bajo la advocación de Santa Ana. Para este momento, la plaza es conocida como la del Mercado, pues en ella se instaló uno por decreto de los Reyes Católicos en 1489, pero por la vegetación allí plantada será conocida también como Plaza de los Álamos. En 1507 llegará el momento en que la Merced llegue a la plaza: es cuando los Mercedarios consiguieron un solar en el que levantaron la iglesia que hizo esquina con la casa natal de Picasso hasta que fue demolida en los sesenta tras haber sido incendiada en 1931. El motivo del asentamiento de los monjes de la Merced en la plaza es que su anterior ubicación, desde 1499, en la ermita de San Roque, en los altos del Camino Nuevo, se vio alterada por la concurrencia de maleantes y la cercanía al mar que la hacía fácil presa de los piratas berberiscos, que les llevó a cambiar de ubicación. La primitiva iglesia se vería pronto acompañada por un amplio convento que se extendería a la espalda del templo a lo largo de las calles Gómez Pallete y Frailes (estos frailes del nombre eran, obviamente, los mercedarios), pero el templo incendiado que es todavía parte de la memoria de los malagueños no era el original del siglo XVI, sino una edificación posterior de 1792, con fachada modificada en el XIX, y sede de la más antigua cofradía de Málaga: la Archicofradía de la Sangre, nacida en el propio seno de la comunidad mercedaria. El nuevo carácter cristiano de la plaza se verá reforzado en 1565 por la instalación del convento de monjas de Nuestra Señora de la Paz en el solar que más tarde ocuparán las Casas de Campos. La coincidencia, y competencia, de dos conventos haciendo en esquina en una plaza en la que uno de sus lados lo ocupaba (hasta finales del siglo XVIII) la muralla de la ciudad y estando ocupado el tercer lado por el Hospital de Santa Ana deja a las claras el carácter piadoso de la plaza extramuros.
La plaza civil
La importancia cívica la adquirirá en el siglo XIX, primero cuando celebre paradas el ejército ocupante francés y, más aún, cuando se hospede en ella, en la casa que entonces tenía el número 15 (la cifra la ostenta hoy la casa de Picasso), el general Riego. Desde ella, en pleno fervor liberal y revolucionario de Málaga, intentó dirigirse a los vecinos. El relincho de un burro durante un fugaz silencio del orador convirtió la soflama en chacota por parte de los malagueños, primeros en el peligro de la libertad y en la oportunidad de la mofa. Con todo, la plaza se llamó de Riego en épocas propicias. Otro rasgo importante de nuestro espacio es su vecindario; pocas calles malagueñas han tenido vecinos tan ilustres como la plaza: en ella vivieron el escultor tardo-barroco Fernando Ortiz, el periodista decimonónico Juan José de Relosillas (que en un maravilloso artículo, 'La oración de la tarde', describe el ambiente de la plaza), el mediano pintor José Ruiz Blasco (su hijo, Pablo Ruiz Picasso nacería en el antiguo número 37, hoy 15, en 1881 y, a pocos metros y en 1938, el pintor Enrique Brinkmann), el escritor bohemio y mítico Alejandro Sawa (en el antiguo número 22) o el archimaldito y malvado poeta Pedro Luis de Gálvez (en el número 7 del Pasaje de Campos).
Las dificultades financieras del reinado de Isabel II, reina niña rodeada de consejeros, terminaron con la plaza cristiana. La desamortización de Mendizábal terminó con el convento de la Paz en 1835, que será derribado cuando José Campos Garín, marqués de Iznate, proceda a levantar las dos manzanas de las llamadas Casas de Campos, siendo el inicio de las obras el 20 de enero de 1870. El huerto del convento, donde hoy está el Mercado de la Merced, sería ocupado por un cuartel. Con planos de Gerónimo Cuervo (arquitecto también del Teatro Cervantes y vecino también de la plaza), y con la aportación fundamental del maestro de obras Diego Clavero, la vinculación con Picasso es de sobras conocida (aunque menos que el niño habitó en dos inmuebles diferentes de la misma manzana). La iglesia de la Merced, incendiada en mayo de 1931 por elementos de izquierda que saquearon e incendiaron 18 templos, 23 conventos y edificios religiosos, el Palacio Episcopal y el edificio de 'La Unión Mercantil', quedó cerrada al culto y en pie su cascarón hasta que la piqueta acabó con la iglesia en 1964. Entre las cenizas quedaron las de los titulares de las cofradías de la Sangre, Viñeros, Piedad, Columna y Lágrimas. En su interior tuvo lugar el oscuro y escabroso caso de las llamadas 'hipolitinas'. Sobre el solar sacro y herético se levantaría el edificio Pertika, un horror estético cuya fachada sería remozada a finales del siglo XX para no desentonar en demasía con el entorno.
En mitad de tantas transformaciones, que hacen que el elemento más antiguo de la plaza sea la manzana de casas de la esquina de la farmacia Bustamante, construida en 1830, se encuentra el obelisco y cripta funeraria del general José María de Torrijos, segundo hito en antigüedad y primero en valor histórico y artístico. Erigido en 1842 y rodeado en 1858 por una verja, en la cripta del subsuelo yacen los restos del General Torrijos y 48 de sus compañeros, fusilados en la playa de San Andrés el 11 de diciembre de 1831 (el único ausente de esta tumba colectiva es el irlandés Robert Boyd, sepultado en el Cementerio Inglés). Doce años después de la matanza, una vez muerto Fernando VII y entre dos guerras carlistas, los cuerpos fueron llevados en solemne procesión desde el Cementerio de San Miguel. El conjunto monumental, debido a Rafael Mitjana tras numerosas variaciones, es de sobria elegancia. Que el tercer dado de piedra del obelisco se encuentre torcido es fruto y testimonio del gran terremoto del día de Navidad de 1884. Una ejemplar mentalidad histórica mantiene esta anomalía como secreto recuerdo.
Sobre el lugar que ocupara el primitivo mesón de los moros y el posterior Hospital de Santa Ana, la presencia de salas de cine fue constante: la primera fue la del Cine Pascualini, desmontable y ambulante, que estuvo en ese lugar hasta 1906, seguido del Victoria en sus diversas etapas: desde 1913 hasta 1968, al comienzo llamándose Victoria Eugenia, con las películas 'La Biblia' y 'María y la otra' en la apertura y clausura, y una segunda etapa entre 1979 y 2004, cuando cerró al mismo tiempo que el cine Astoria, que se mantuvo abierto entre 1966 y el 9 de diciembre 2004 con las películas 'My Fair Lady' y 'Melinda, Melinda', de Woody Allen, en ambos extremos. Al último pase al Astoria, con sus 1.200 asientos, sólo asistió un espectador.
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