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VENTURA GARCÍA
Domingo, 28 de febrero 2010, 04:09
El pasado 4 de febrero, el presidente de la Ciudad anunciaba públicamente el hallazgo en el Parque Hernández de un mapa de España en relieve enterrado a comienzo de los años cincuenta. Según los datos que manejaba entonces Juan José Imbroda, la obra estaba bastante deteriorada tras permanecer sesenta años bajo la pista de baile y sufrir algún destrozo por obras acometidas a lo largo de todo ese tiempo. Muy pocos sabían entonces que ese mapa es uno de los legados que se conservan en la ciudad de Vicente Rodilla, un escultor valenciano que desembarcó en Melilla en 1923 para prestar servicio militar en Ingenieros y prolongó su estancia hasta 1929. Aprendiz en el taller de Ponsoda y discípulo de Julio Benlloch, el artista no tardó en darse a conocer como escultor ni en ocupar plaza de profesor de modelado y vaciado en la Escuela de Artes y Oficios. Además de contraer matrimonio y tener un hijo, Vicente tuvo la oportunidad de demostrar su valía en Melilla con una serie de trabajos que el tiempo o la mano del hombre se han encargado de borrar.
La historia trata ahora, con Juan Díez y José Marqués a la cabeza, de recuperar su figura siguiendo las huellas que fue dejando en la ciudad. Uno de esos restos es el mapa construido en 1924 en la esquina del Parque Hernández situada entre la Avenida de la Democracia y la calle Luis de Sotomayor. Coincidiendo con las fiestas en honor a la Virgen de la Victoria, la obra vio la luz el 14 de septiembre. Aquel domingo, de noche, los asistentes al acto de inauguración contemplaron por primera vez un mapa de más de 36 metros cuadrados por cuyos ríos discurría el agua. Vicente Rodilla, ayudado por el director de la Escuela de Artes y Oficios, había reproducido la geografía española en un entorno diseñado para el disfrute de los melillenses. A su alrededor se había levantado una pajarera, un estanque, una pista para patines e incluso una jaula de monos.
Apenas cinco lustros sobrevivió la obra al paso del tiempo. Iniciada la década de los cincuenta, el mapa fue cubierto por una capa de arena y otra de hormigón. Nada puede salvarse ya de esa pieza, como tampoco de la placa esculpida en 1926 en honor del general Sanjurjo por el joven Vicente Rodilla.
El artista falleció en agosto de 1974 tras labrarse una brillante carrera como escultor y sembrar de imágenes toda la geografía española. Impulsor del mosaico en relieve, el valenciano reconocería poco antes de morir que lamentaba cada día no tener 25 años para realizar esa obra que todo artista sueña.
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