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FRANCISCO JIMÉNEZ pjimenez@diariosur.es
Domingo, 28 de febrero 2010, 04:08
Antonio Navajas dedicó toda su vida al cultivo de la caña de azúcar. Su negocio se cimentó a raíz del arrendamiento de unas tierras en San Isidro ocupadas hoy por el aeropuerto y que entonces pertenecían al Marqués de Larios. Este vecino de Churriana siempre soñó con construirse una casa cerca del mar. Y bien que lo hizo. En 1925 quedó prendado de una finca baldía de Torremolinos. Tenía agua, y eso le bastaba. Era un lugar privilegiado, en primera línea de playa, y el tiempo le ha dado la razón. Allí decidió fijar su residencia, para lo cual encargó la construcción de un palacete de estilo neomudéjar, un movimiento artístico y arquitectónico que floreció en España a finales del siglo XIX y comienzos del XX en el que también se engloban la plaza de toros de La Malagueta (Joaquín Rucoba, 1874), la antigua Casa de Correos y actual sede del Rectorado de la Universidad de Málaga (Teodoro Anasagasti, 1923) o el mercado de Salamanca, en El Molinillo (Daniel Rubio, 1925).
Hoy día, la Casa de los Navajas, como así se la conoce, es uno de los edificios más emblemáticos de Torremolinos; seguramente, el más singular, pero también el menos lucido. Enclavado en pleno corazón del Bajondillo, su silueta sobresale entre los hoteles y bloques de apartamentos que se han ido levantando a su alrededor, siendo testigo de excepción del desarrollo turístico de Torremolinos y víctima del deterioro propio del paso de los años. Declarado en 1991 de Interés Histórico por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, el inmueble pasó a formar parte del patrimonio municipal en julio de 2000 después de que residieran en él hasta tres generaciones de la familia Navajas.
Primeros pasos
La intención del Ayuntamiento cuando recibió las llaves de manos de los nietos de Antonio Navajas era rehabilitar el edificio para abrirlo al público con un uso museístico, aunque también se destinaría como residencia de huéspedes de honor. Una reforma que, una década después, aún no se ha llevado a cabo. En el Ayuntamiento aseguran que ya se están dando «los primeros pasos» en este sentido, aunque reconocen la dificultad de los trabajos, dado el mal estado en el que se encuentra el interior del inmueble, y sobre todo, su elevado coste. «Son unos trabajos muy delicados, así que estamos buscando a personas especializadas para que se pueda restaurar con plenas garantías», añaden.
Por su parte, los anteriores propietarios reclaman al Consistorio una mayor celeridad en las gestiones. La cesión se formalizó a través de un convenio urbanístico por el que los nietos de Antonio Navajas pudieron construir en las dos parcelas colindantes, pero también para que esta joya arquitectónica tuviera algún uso público. «Se hizo la cesión porque tenían interés en darle uso y, sobre todo, porque iban a salvarlo del deterioro», comenta José Luque Navajas, que se crió junto a sus cuatro hermanos entre las paredes de este edificio de gran valor histórico y arquitectónico.
La Casa de los Navajas, con una decoración interior inspirada en la Alhambra de Granada, consta de dos plantas: la baja dedicada a la vivienda en sí cuenta con varias habitaciones, un despacho, el comedor y la cocina, mientras que la planta superior está más concebida como un mirador, con una amplia estancia y dos torres que permiten divisar el litoral malagueño.
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