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ANTONIO ROCHE
Lunes, 15 de febrero 2010, 10:01
El Carnaval de Málaga dijo ayer adiós. Y lo hizo «con el corazón roto por amor», según la leyenda que acompañó este año al boquerón, disfrazado para la ocasión de San Valentín en un homenaje de su creador, Fernando Wilson, al Día de los Enamorados.
En una jornada bastante desapacible -tarde gris, mucho frío y conato de alguna llovizna- la comitiva partió a las seis de la tarde de la puerta de la farmacia Caffarena, en el lateral de la Alameda Principal. A esa hora todavía se vivía en la calle Larios el ambiente matutino de la 'boqueroná', penúltimo acto de la fiesta de Don Carnal, en la que se repartieron gratuitamente unos 500 kilos de boquerones malagueños. Sobre un escenario fueron actuando distintas agrupaciones.
Este año se han visto menos plañideras -mujeres que lloran al difunto- que en ediciones anteriores. Es más, sólo se vio una y de manera despistada por la comitiva. El boquerón no tuvo nadie que le llorara, aunque fuera de forma ficticia. Por dentro asomaban manos bromistas que pulsaban pulverizadores con agua mojando a los pocos espectadores que había en las aceras.
No faltaron los grupos de bolivianos que participaron el domingo anterior en el gran desfile del Carnaval. Estos conciudadanos se tomaron muy en serio su papel de bailar y mostrar su rico folclore. El presupuesto debe estar justito este año porque los componentes de la junta directiva de la Fundación Ciudadana del Carnaval de Málaga salieron vestidos igual que en el desfile.
En el alegre y colorista entierro participaron algunas agrupaciones corales -murgas y comparsas-, pero quienes volvieron a tener tirón en la calle fueron los integrantes de 'La corrida de toros de Los Prados'. No faltó la duquesa de Alba -representada por una mujer mayor- en una silla de ruedas que simulaba una mecedora de enea. Ahí hubo gracia.
La comitiva, tras enfilar Puerta del Mar, Atarazanas, plaza de Arriola y pasillo de San Isabel, entró por Cisneros hacia la plaza de la Constitución, donde muchos malagueños esperaron al boquerón. Luego bajó por la calle Larios para coger plaza de la Marina y el Parque, hasta llegar a las playas de La Malagueta. Un año más -y van 28- Luis Carrasquilla prendió fuego al gigantesco boquerón y a los dulces ositos amorosos que llevaba adosados. «Fernando (Wilson) lo construye y yo lo destrozo», ironizó este comerciante especializado en disfraces y artículos de bromas y fiestas. Sobre las ocho y media de la tarde, y con la zona perfectamente acotada, el boquerón fue pasto de las llamas. De esta forma Málaga dijo adiós al Carnaval. Con mucho amor.
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