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francisco apaolaza
Sábado, 18 de junio 2016, 19:32
Cuando sucede esta escena, Ismael Prego (A Coruña 1993) es un chaval de 20 años, que estudia Teleco y con poca pasta en el bolsillo.... todavía. Sale de su modesto piso de estudiantes en el barrio madrileño de Aluche a pasear al perro y ve algo moverse debajo de un coche. Probablemente sería otro gato extraviado. Tiene la sana manía de recogerlos y por eso se agacha para ver al minino, cuando se da cuenta de que debajo del motor no se esconde un felino, sino un tipo con sus brazos y sus piernas y su cara y su boca que abre para decirle: «¡Hola, Wismichu!». Era un fan e Ismael ya empezaba a ser uno de los youtubers más deseados. Aquel tipo le confirmó que era más famoso de lo que creía.
Han pasado poco más de dos años desde entonces y la semana pasada Ismael firmaba en la Feria del Libro de Madrid. Luis Alberto de Cuenca, que también comparecía ese día ante sus lectores, miraba con cierta fascinación la monumental cola de 300 (casi todos jóvenes) que guardaban turno para tener el autógrafo de ese veinteañero con el brazo tatuado y un aro en la oreja izquierda. De Cuenca se marchó, todos los puestos de libros echaron la persiana, el Parque del Retiro se disponía a cerrar sus puertas y el chaval seguía firmando ejemplares. Terminó de atender a sus fans a la una y media de la madrugada. Wismichu acaba de publicar Si te rindes, pierdes (Montena), pero el título no importa tanto como su nombre, que luce en la portada con letras enormes. Su canal de Youtube tiene más de cuatro millones de suscriptores y 370 millones de visualizaciones, poderosas credenciales para atraer la atención de cualquier editorial avispada.
Viste bermudas, deportivas y camiseta. Para ser junio y vivir ahora en Barcelona está blanco como la leche. Su sol es la luz eléctrica de una pantalla. Ismael es el ejemplo extraño de una generación nacida y crecida en la privacidad inexpugnable de su habitación y en el mundo infinito de la red. «Mi madre es pescadera en el mercado y mi padre tiene una tienda de electrodomésticos. Vengo de una familia muy humilde». Después pasaron cosas. Con 16 años se compró una capturadora de partidas de videojuegos de 90 euros y se puso a grabar. Ese canal después fue a más. Todavía era Ismael y quería estudiar Biología o Comunicación audiovisual, pero su nota de once sobre catorce no le dio para entrar. Se metió a Teleco. ¿Dónde?
No recuerdo ni de cómo se llamaba mi universidad.
Cae después en que era la Carlos III, de Madrid.Cada vez fue dedicándole más tiempo al canal que le estaba dando de comer. Siendo youtuber podía ayudar a sus padres a pagar los gastos. Pronto esa fue toda su vida. Ahora trabaja «todas las horas del día», haciendo vídeos, contestando a sus fans en las redes sociales, grabando videoautografos..., el último para admiradoras como Ana. «Aquí estoy con tu viejo, un beso».
¿Cuánto dinero gana con esto?
Algunos de mis compañeros se molestan con esta pregunta. A los futbolistas no se la hacen.
Todo el mundo sabe lo que cobran los futbolistas. ¿Es cierto que se calcula un euro por cada mil visualizaciones de Youtube?
No hay un ingreso fijo por visualización. La publicidad está muy segmentada y saben todo de ti, así que para un anuncio determinado no cuesta lo mismo el click de un estadounidense de 15 años que el de un español o un mexicano de 22. Todo varía. En España está por debajo del euro y en Estados Unidos, por encima de los cinco euros.
Un youtuber puede cobrar como un médico (en España unos tres mil euros al mes) al margen de lo que vende en publicidad y lo que obtiene por las recomendaciones que hace como influencer gracias a su credibilidad entre sus seguidores.
¿Le ha podido regalar ya un piso a su madre?
No. Ojalá. A mi madre le he ofrecido que deje de trabajar en la pescadería. Yo le podría ayudar y ella, a mi padre en la tienda, pero no quiere.
«Les hablamos de tú»
Cuando Wismichu habla de su sueldo recuerda una anécdota que le ocurrió en una tienda de un centro comercial a la que acudió a hacer un recado. Le asaltaron los fans y un amigo, al ver la avalancha, le soltó: «Tío, deberías cobrar lo suficiente como para pagar a alguien que te haga los recados».
De Si te rindes, pierdes («un libro inclasificable, directo, gamberro y cien por cien eficaz para aprender a sobrevivir en la selva de internet... y de la vida») cuenta que está escrito «como un libro de verdad», «no como esos que tienen cinco palabras por página». En realidad, la letra es descomunal y todo son viñetas. Los youtubers y los periodistas generalmente no se entienden y quizá por eso se temen. A través de sus 160 páginas promete enseñar a comportase en las redes y «trolear» hasta el límite de que te bloquee Mariano Rajoy.
¿Qué quiere decir al mundo?
La gente quiere escuchar. Hay personas que nos tienen en las pantallas de sus móviles. Funciona porque les hablamos de tú.
Enseña a la gente a trolear hasta que los bloquee el presidente del Gobierno...
Es para explicar que al final si bloqueas a tus trolls pueden presumir de ello, para decir que aquí no hay buenos ni malos. Es parte de un gag.
¿Por qué dice tantos tacos en el libro si en esta conversación no ha dicho ni uno?
Es otro contexto. Me salen los tacos. Cuando me comunico con mi audiencia uso el lenguaje que usamos todos, como hablo con mis colegas. No puedes darles un sermón.
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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