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z. o. de latierro
Miércoles, 15 de octubre 2014, 01:08
Es un submundo de orcos y elefantes, de juramentos y amenazas. Sin documentos ni sedes. Oculto. Se ponen esos nombres ridículos para que suene precisamente a eso, a chiste. No se cubren con capirotes, aunque ingresan en la secta en una sala en penumbra vestidos con pantalón, corbata y zapatos negros, y una camisa blanca: «Juro como caballero cristiano defender aun a costa de mi vida este instrumento que Dios nos ha dado para instaurar su reinado en la Tierra». Ya no usan el brazalete con la Y, pero mantienen su grito de guerra: ¡Dios, patria, Yunque!. Aborrecen a judíos y homosexuales, la mujer es «débil ideológicamente». Su catecismo es el Manual de los cruzados de Cristo Rey. Preparan una «aristocracia del Espíritu para gobernar España».
El chiste dejó de serlo cuando el pasado mayo una juez de Madrid dio por «veraz y de trascendencia pública» el informe del filósofo Fernando López Luengos sobre El Yunque en España. Calificó de «hecho contrastado» la relación entre «algunos» miembros de la bulliciosa asociación Hazte Oír, presidida por Ignacio Arsuaga, con la secta. Se trataba de un documento privado, encargado en 2010 por el obispo auxiliar de Getafe, donde se denuncian los «métodos de control, infiltración y ocultación» que presuntamente realizan las asociaciones que actúan como altavoz de la sociedad secreta. El Yunque, según el informe, ha conseguido «introducirse en estructuras mediáticas, partidos políticos, en la Universidad, movimientos eclesiales y en varios órganos diocesanos».
Hazte Oír llevó el documento a los tribunales y perdió. No lo ha recurrido, aunque sigue tachándolo de «falsedad absoluta». Pero numerosos obispos han creído al filósofo, a la juez y a los católicos militantes de movimientos cívico-religiosos que han venido denunciado la actuación en su seno de una masonería blanca.
Yo no entré engañado. Juré e ingresé para sacar a mis hermanos. Me obligaron a espiar a mis padres, a mentir, a leer un libro de Historia con una versión triunfalista del bando nacional, a captar a críos para forjar a líderes. Y lo hice, pero a la vez intentaba avisarles por otros medios, como mensajes anónimos, de que aquello no era lo que parecía... Actúan como una mafia. Es una organización político-religiosa que destruye familias, matrimonios. Te dicen que eres mitad monje mitad soldado y que nos vamos a santificar a través de la lucha política. Quieren captar gente y conquistar el poder.
Habla un universitario ansioso, antiguo dirigente de Nuevas Generaciones del PP, militante hoy de una pequeña resistencia que desde las redes sociales hace frente a los orcos: así llaman a todos los miembros de El Yunque de puertas para fuera. Dentro se autodenominan orgánicos. Los elefantes son los que fichan nuevos adeptos. Las células, de tres o cuatro personas, son estancas, solo se conocen entre ellos. Cada una tiene su jefe.
Uno de cada diez chicos contactados entra. Nos movíamos en asociaciones universitarias, en colegios católicos... Su máximo objetivo es captar y captar. Todo en secreto. Qué miedo da estar en primera fila.
¿Le obligaron a emplear la fuerza?
Física no, pero la psicológica puede ser peor. Te machacan. Mis hermanos estaban hundidos. Te separan de la familia, solo vales para ellos. El fin justifica los medios.
¿Qué les pasó cuando salieron?
Nos amenazaron por correo electrónico. Uno de mis hermanos estuvo sin comer, sin dormir... Han sido dos años terribles. Yo grabé cosas y me consta que llegaron hasta Rouco Varela. Me apoyó un sacerdote. Ahora no quiere hablar. Tiene miedo. Ha salvado a más gente.
Una gestión discreta
Los obispos han gestionado el asunto con la «discreción» que les impuso el expresidente de la Conferencia Episcopal. Hasta ahora. En una iniciativa sin precedentes, el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, acaba de resaltar una «dificultad añadida para la colaboración de los católicos que participan en iniciativas ciudadanas, cual es la integración de algunos de los líderes en organizaciones secretas, lo cual está siendo en España motivo de desconfianza y de desmembración de muchos movimientos cívicos. Sin duda, se trata de un movimiento muy minoritario, pero las dificultades que se originan son muy importantes». No da nombres, pero en este mundillo todos saben que habla de El Yunque y sus tentáculos.
El nuevo arzobispo de Madrid, el cántabro Carlos Osoro, prelado todoterreno de la cuerda del Papa Francisco, llamado a ser uno de los principales líderes de la Iglesia española, ha expresado su preocupación en privado. «Me consta que está alarmado porque así nos lo ha trasladado», comenta otro joven católico que ha rondado las fauces de la secta. Militó en un par de asociaciones cívicas «y salí espantado cuando me ordenaron tirar tripas de vaca contra una clínica abortiva. Estaba en segundo de bachillerato y me negué. Pero capté a mucha gente. He hecho mucho daño y ahora trabajo para sacarlos. Recibí una amenaza de muerte por teléfono. No está grabado, no tengo nada para ir al juzgado».
¿Pero cuántos son? ¿Qué poder real tienen? Cinco exyunquistas consultados para este reportaje, un incisivo profesor de la Universidad Ceu San Pablo que los investiga y al que han terminado robándole «el disco duro del ordenador», el periodista Santiago Mata uno de los que mejor los conoce, el bloguero José Luis Navarro Quijada y el abogado que los persigue por los tribunales, Pedro Leblic, calculan que rondan el centenar largo. El núcleo duro son 50 adultos, la mayoría profesionales liberales abogados, periodistas, ingenieros, los que sujetan esta secta de carácter mesiánico, paramilitar y ultraderechista que actúa al margen de la ley para infiltrarse en las redes del poder. Operan a la sombra de la Iglesia y «merodean partidos como el PP o Vox». Son muy activos en las grandes movilizaciones antigubernamentales y su objetivo es crear un lobby conservador fuera del control de la jerarquía eclesiástica.
Castigos físicos
Herederos del poderoso Yunque mexicano, creado en 1953, en España desembarcaron en la Transición captando a adolescentes en los círculos carlistas y los ambientes preconciliares de extrema derecha. Hace veinte años Marta, un seudónimo, estaba en el Pre, la fase previa al ingreso. Conoció de críos a los que hoy son algunos de sus dirigentes:
Pertenecía a la asociación Alfil, gente sana, simpática, que rezaba el rosario. Algunas amigas de ahí me invitaron a participar en un grupo secreto. Me pareció raro pero probé. Poníamos pegatinas contra los preservativos, comíamos palomitas en casa. Teníamos 17 años y no hacíamos cosas malas, pero había que obedecer a la jefa del grupo sin decir nada en casa. Yo hice preguntas y me echaron. Pero varias amigas se quedaron y juraron. Las llevaban a naves industriales en las afueras donde las entrenaban. Las ponían a correr a las seis de la mañana, las castigaban con flexiones. Mis compañeros de entonces lideran ahora varias asociaciones, viven en estupendos chalés...
Cuando R.G., otro universitario que los combate en las redes, les dio el portazo, orquestaron una campaña en su contra. Lo habitual.
Dijeron que fumaba porros y que bebía. Intenté aclararlo todo en una peregrinación, pero no me dejaron. Si preguntas, si dudas, si no te ven manipulable o ambicioso para ser un líder sin prejuicios, te expulsan. Lanzo un SOS a todos los que fueron ayer a una capea a un pueblo de la sierra de Madrid. Ahí es donde pescan. Nada es lo que parece.
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