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MÁLAGA

TIEMPO PASADO: Enrique Llovet

JOSÉ MARÍA OCAÑA

Miércoles, 21 de junio 2006, 02:00

NACIDO en Málaga, 1917, estudió Derecho y Filosofía y Letras en Granada, Sevilla y Madrid. En 1950 ingresa en la Escuela Diplomática, ejerce como diplomático y se inicia como cronista, con el seudónimo de Marco Polo, en la guerra de Oriente Medio. Sus trabajos alcanzaron justo renombre en los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y Alemania.

En colaboración con Tono escribe 'Don Pío descubre la primavera', donde brilla su humorismo de marcado matiz intelectual. En la década de los sesenta destacan sus obras narrativas 'Los últimos de Filipinas' y 'Operación', con ilustraciones de Antonio Mingote. Fue crítico teatral de ABC, TVE e Informaciones. En esta etapa escribió dos libros de teoría dramática: 'La formación del actor' y 'Lo que sabemos del teatro'.

Obtuvo el Premio Nacional de Literatura con su libro 'España Viva', guía literaria y turística con la denominación de algunas regiones por un símbolo: La España de cristal, la del Ebro, la frutal, la del Sol, la del Guadalquivir.

Se distinguió como adaptador de obras clásicas españolas y extranjeras: 'Don Gil de las calzas verdes' de Tirso de Molina; 'Don Juan Tenorio' de Zorrilla; 'Tartufo' y 'Las mujeres sabias' de Molière; 'Marco Antonio y Cleopatra' de Shakespeare; 'La gaviota' de Chejov; 'Enrique IV', dePirandello y 'Un tranvía llamado deseo' de Tennesse Williams.

Obtuvo los premios 'Mariano Cavia', el Premio Nacional de Radiodifusión, de Cinematografía y Teatro. En 1955 se le concedió la Medalla de Oro del Ateneo malagueño y se instituyó un premio anual con su nombre por la Diputación Provincial de nuestra ciudad.

Enrique Llovet desempeñó la crítica teatral amparado en los puntos precocinados por la preceptiva clásica. De acuerdo con la denominada «tendencia dogmática», formuló sus juicios según la conformidad mayor o menor de las obras literarias con las leyes generales y especiales del género tratado. Asimismo aplicó el «criterio histórico», introducido por Villemain, para establecer la relación de las obras dramáticas con las diversas literaturas, épocas, instituciones, ideas y estructuras de la sociedad en que nacieron y se desarrollaron; y finalmente, el «criterio impresionista» para juzgar las creaciones dramáticas según las impresiones que causan en las facultades del crítico, según las emociones estéticas que engendran en el alma del espectador.

Enrique Llovet supo aplicar convenientemente las leyes del buen gusto y del arte para juzgar sobre los méritos o deméritos de las obras teatrales. Al «buen gusto» unió «la teoría y ciencia estética y literaria, la libertad de juicio y la imparcialidad».

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