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Martes, 11 de abril 2006, 02:00
LOS últimos días de Cristo vistos sin lujos ni estridencias. Sin alardes grandilocuentes ni efectos especiales. Sin color. La Pasión de Casarabonela es poesía y austeridad. Desde hace 23 años, este auto sacramental huye de los grandes escenarios y las recreaciones al estilo 'hollywodiense' para encerrar la lírica de los Evangelios en la iglesia parroquial de Santiago, convertida en refugio espiritual de todo un pueblo.
Las noches del Domingo de Ramos y del Lunes Santo, Casarabonela volvió a ser fiel a su cita con una manifestación cultural insólita. Una representación sobrecogedora, intensa y dura en cinco actos y 35 escenas, desde la Purificación, hasta la Crucifixión. Para este año, se recuperaban además dos escenas: la pecadora (María Magdalena) y la expulsión de los mercaderes del templo, uno de los momentos más dramáticos de una obra que prescinde de decorados y edulcorantes para llamar a la reflexión.
Es un montaje atrevido, donde el ambiente intimista de la parroquia se mezcla con un peculiar juego de luces y sombras gracias a las velas y antorchas que portan actores no profesionales, pero que se vuelcan con unas interpretaciones profundas y enérgicas. El humo, las luces y una música cuidadosamente elegida completan una representación basada en los diálogos y monólogos de corte bucólico y casi filosófico, enriquecida en lo formal por la voz de Bonela Hijo, cantaor oriundo del pueblo que entona saetas en la escena del vía crucis, simbolizando el sufrimiento de Jesús en ese dolor profuso y desgarrador que sólo el flamenco es capaz de transformar en música y arte.
La última sesión de la Pasión se representa hoy, Martes Santo, a partir de las nueve de la noche.
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