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Marbella

En el ojo del huracán

ROSA VILLACASTÍN

Miércoles, 29 de marzo 2006, 02:00

El espectáculo protagonizado por Jesús Gil y Julián Muñoz en 'Salsa rosa' el fue sólo un aperitivo de lo que aconteció en los días siguientes una vez que la guerra estalló en el Ayuntamiento de Marbella . Sólo desde el convencimiento de la absoluta impunidad se pueden decir las cosas que se dijeron en Telecinco sin que a ninguno de los dos se les cayera la cara de vergüenza: cobro de comisiones a las constructoras, intento de soborno a concejales de otros partidos, licencias ilegales, etcétera.La respuesta no se ha hecizo esperar: Jesús y Julián tuvieron que declarar en la Audiencia de Málaga. Un paso de tuerca más en un escándalo que sabemos cómo empezó pero no cómo va a terminar. Un escándalo que Jesús Gil ya veía venir cuando hace unos días me lo encontré en el camerino de Arturo Fernández, en el Teatro Municipal de Marbella, y le pregunté cuál era su opinión sobre la Ènueva era Pantojai. - «Es lo peor que nos podía ocurrir porque ahora tenemos todos los focos mediáticos alumbrando nuestras cabezas, y eso es malo, muy malo para nosotros y para otra mucha gente que no quiere salir en los papelesË.Gil puede ser un corrupto pero no tiene un pelo de tonto. Lo ha demostrado a lo largo de los años, lo que no le exime de haber convertido Marbella en un paraíso sin ley, donde sólo funciona el orden público que es preceptivo para tener atado y bien atado el negocio inmobiliario. Lo tremendo es que todo esto se sabía desde hace tiempo y ningún partido, ni el PSOE ni el PP, han hecho nada por evitarlo. Sólo Isabel García Marcos tuvo la valentía de denunciar lo que todos sabían: que se construía en zonas no urbanizables, que se pasaban por el arco del triunfo las leyes, que para poder edificar las constructoras tenían que pasar por caja, que el dinero desaparecía como por arte de birlibirloque de las arcas municipales para engrosar las cuentas de unos personajes que han utilizado la política en su propio beneficio y no en el de los ciudadanos que tanto dicen querer y que por no se sabe qué extraña razón les han perdonado todas sus tropelías, votándoles una y otra vez.Mala suerteQuizá sea necesario remontarse a épocas pasadas para entender esta tragicomedia. Nunca ha tenido Marbella suerte con sus políticos, ni la tuvo en los inicios de la democracia, con la UCD, ni tampoco cuando gobernaron los socialistas, ni mucho menos con la llegada de Gil. Marbella ha sido desde hace tiempo una de esas doncellas a las que todo el mundo encuentra guapísimas pero con las que no se quieren casar. Mucha culpa de lo que está pasando hoy la tienen los partidos de ámbito nacional por no haber dado a Marbella la importancia que tiene, tanto a nivel económico como político. Digamos que su pecado es de omisión más que de otra cosa, pues los primeros en ordenar a los suyos que no veranearan en Marbella fueron los socialistas. Algunos apuntan a Alfonso Guerra como el artífice de aquella orden nunca escrita que se extendió como la pólvora por todos los cenáculos de moda y que se dio en el preciso instante en que se enteraron en Santa Engracia (todavía el PSOE no ocupaba la sede de Ferraz) de que Miguel Boyer estaba pasando unos días en Marbella con Isabel Preysler. ¡Qué escándalo, un superministro socialista codeándose con la jet-set!. Eso no puede ocurrir jamás. Pues ocurrió, mire usted por donde. Poco tiempo después de que Boyer desapareciera de la Costa del Sol para recalar en aguas más tranquilas, a Cuca Solana, la mujer de Luis Solana, la nombraron Lady España, y ella aceptó porque se trataba de un galardón que han paseado con garbo desde Tita Cervera a la duquesa de Alba, y a ninguna de ellas se le ha caído los anillos por eso.Después de aquello nunca más se volvió a ver a un socialista con mando en plaza por las playas de Marbella, ni siquiera en la época en que su alcalde lucía el puño y la rosa. Tampoco al PP le ha interesado mucho Marbella hasta hace unos años, cuando pensaron que el desgaste del GIL les podía beneficiar. Pero la gente no es tonta y fue ese desdén de los líderes nacionales lo que motivó que mucha gente confiara en Jesús Gil y en otros como él. En Jesús Gil los marbellíes buscaron y encontraron un Èsalvapatriai, alguien que se implicara en la ciudad, que no se avergonzara de pasar aquí largas temporadas, que invirtiera su dinero porque eso les daba sensación de seguridad, tan necesaria para que la economía funcione bien y los empresarios inviertan.Recuerdo la primera entrevista que le hice a Gil a los dos días de salir elegido alcalde. Le pregunté cuál era su programa y con esa desenvoltura que le caracteriza, me contestó: El trueque. -¿Cómo ha dicho?., repliqué.-«Sí Rosa, sí, el trueque. Yo concedo una licencia a un señor y él tiene que dar al ayuntamiento un piso o dos, depende».Y me puso como ejemplo un edificio que estaba a la entrada de Marbella ∂conocido por su vinculación con Girón∂ y que llevaba parado desde hacía varios años porque incumplía la normativa vigente: ÊYo les voy a conceder la licencia, pero con dos plantas más. Una para ellos y otra para nosotros». Ante semejante perogrullada le pregunté si no estaba confundiendo los intereses públicos con los suyos privados. Me miró como si acabara de aterrizar de Marte . El método del truequePoco podía imaginar entonces que Èel truequei sería el método elegido por el GIL para ganar dinero a espuertas en una zona de España que es un paraíso y que se ha convertido en una ciudad dormitorio, donde la única visión posible, mires desde donde mires, son grúas llenando el horizonte. No hay razones éticas que justifiquen el golpe de mano dado contra Julián Muñoz, pero que no se equivoque nadie: a Muñoz no le diferencia de Gil más que las formas, el fondo es igual. Ambos han crecido y engordado al calor del GIL, del urbanismo, de la ilegalidad. La única ventaja de esa moción de censura es que por fin hemos visto a sus protagonistas sin careta, a cara descubierta. Y el espectáculo no ha podido ser más deleznable.Para entender la trayectoria social de Marbella hay que remontarse a los años cuarenta, cuando llegaron a este pueblo de marineros un grupo de financieros centroeuropeos que venía huyendo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. No me cansaré de repetir que antes de que desaparezcan, el pueblo de Marbella debería hacer un homenaje a la familia Hohenloe, a los Bismarck, a los Rostchild y a tantos y tantos como han paseado el nombre de esta ciudad por el mundo.La otra noche, Ana Gamazo de Abelló me mostró una foto que fue tomada hace treinta años en el Marbella Club y en la que aparecía junto a Mel Ferrer. Tuve la suerte de vivir esa época dorada, tan diferente a la de ahora.La leyenda de MarbellaEn Marbella conocí a Joan Collins, a Mel Ferrer, que estaba casado entonces con Audrey Hepburn, a los Rostchild, a Rubinstein, a Cristina Onassis, a Debora Kerr, a Liza Minelli, a Sean Connery, a Margarita de Inglaterra, a todos los Hohenloe y a Gunilla, que si no hubiera existido habría que haberla invitado, a los Coca, a los Banús... y a tantos como visitaban esta zona de la Costa del Sol atraídos por su leyenda de ciudad acogedora y cosmopolita y su microclima único en Europa.Después, llegarían los árabes y Marbella perdió mucho de su ÊpedigreeË pues alrededor de tanto falso o verdadero príncipe revoloteaba casi siempre un ejercito de prostitutas y efebos que lograron que mucha gente habitual de la costa se encerrara en sus mansiones a cal y canto con tal de no verse mezclados. Fueron malos tiempos pese a los petrodólares porque España vivía convulsionada por una grave crisis económica y por la inestabilidad política que conlleva todo cambio de régimen.El resto es sobradamente conocido. Las fiestas de Marbella las pueblan hoy personajes de muy distintas procedencias pero con un denominador común: todos cuentan o han contado con el beneplácito del GIL para sentar sus reales en los mejores locales nocturnos. Fue pionero Espartaco Santoni, más tarde Dinio y las Yasmines de turno. Pero sería injusto pensar que Marbella la configuran sólo estos personajillos. En Marbella hay más millonarios por metro cuadrado que en ningún otro lugar del mundo, gente que vive hacia adentro y no hacia afuera como Julian Muñoz y la Pantoja que han hecho de su amor una exhibición impúdica. La desatención de los partidos políticos tradicionales fue uno de los principales motivos de la aparición del fenómeno Gil y de sus nefastas consecue

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