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La crisis de los cincuenta

Cita en el Sur ·

Pablo Aranda

Málaga

Sábado, 14 de octubre 2017, 09:46

Cuando tras practicar deporte me duele aquí, doctor, llamo a un amigo preparador físico y le digo que me duele aquí. Suele replicarme que normal, tío, si ya no tenemos veinte años. Ayer fue rescatado en Parauta un hombre de cincuenta y dos que se ... encontraba en el agua, haciendo espeleología en una cueva a ochenta metros de profundidad. ¿Pero a Parauta no se va a coger castañas, que están en la superficie? Al leer el periódico la claustrofobia agazapada en la noticia me ha saltado al cuello. Dos páginas después me esperaba una encantadora señora también de cincuenta y dos años que se ha escondido de la policía en un canapé. Los canapés son unas tapas breves que se zampan de un solo bocado, aunque también puede ser la boca de la cama, que se zampó a la señora de un bocado y salió roja, como las pastillas que vende y por lo que la buscaba la policía. La policía no es tonta, y cuando oye que una cama tose sabe que dentro hay gente. Las camas crujen, pero no tosen. Tosen parece el nombre de una ciudad alemana. La crisis de los cincuenta nos hace ver que este valle, además de anegado de lágrimas, lo está de lodo y porquería, y que seguimos adelante porque... ¿por qué seguimos adelante? Justo al tratar de responder la fatídica pregunta comienza para muchos la crisis de los cincuenta y tratan de cortar camino. Puigdemont tiene cincuenta y cuatro y ha recurrido al bricolaje, construyendo un canapé gigante que pretende darle un bocado, se lo ha dado, a España, y en frente tiene a Rajoy Brey (el de las cincuenta crisis de Brey), de sesenta y dos, aficionado a caminar rápido allá donde va, con el riesgo de pasarse.

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