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LORENZO SILVA
Sábado, 2 de junio 2018, 10:18
El triunfo de la moción de censura se analiza de muy dispar manera dependiendo del lugar desde el que se mira, lo que para unos es una catástrofe para otros es un alivio, pero en lo que nos podemos poner todos de acuerdo es que hemos salido del bucle en el que estábamos instalados desde hace años. Hay unos cuantos motivos recurrentes que van a desaparecer de la conversación de los españoles, o cuando menos van a dejar de tener el peso que tenían. Cada nuevo escándalo del PP, cada nueva sentencia que aplique el Código Penal a alguno de sus exmilitantes con altas responsabilidades va a dejar de ser, como hasta ahora, plomo en las alas del Gobierno de España. También desaparece una baza para aquellos que están empeñados en disgregar el país, y que tendrán que procurarse un argumentario alternativo al fácil recurso a la descalificación de todo lo español como un cóctel de 'Gürtel', inmovilismo y posfranquismo.
En apenas una semana, desde la aprobación de una ley de presupuestos que parecía un balón de oxígeno canjeable por dos años de placidez para Mariano Rajoy, el panorama ha cambiado radicalmente. Y no son el ya expresidente del Gobierno ni los sectores atrincherados de su partido los únicos en lamentarlo. Para el ala más nihilista del separatismo, representada por el prófugo Puigdemont y sus tropas de choque de la CUP-CDR, así como para la formación campeona de la demoscopia, Ciudada-nos, se esfuman buena parte de sus activos y expectativas, con la inestimable colaboración de un Ibex que en vez de portarse como se supone que debería optaba por subir como un cohete mientras el «candidato del caos» recaudaba sus 180 votos.
Lo que ahora empieza es un tiempo nuevo y sin guión que lo prediga, lo que en cierto modo puede ser inquietante, pero desde otro punto de vista tiene sus alicientes: en este momento liminar todo es posible, en función de la inteligencia y la generosidad que demuestren quienes se sientan en la carrera de San Jerónimo, y es una novedad saludable que no seamos capaces de anticiparlo con arreglo a un libreto invariable en el que unos pedían responsabilidades y los otros las declinaban. Para bien o para mal, las responsabilidades están exigidas, democráticamente asumidas -salvo por los exabruptos habituales del portavoz Hernando- y puede comenzar por fin el acto siguiente.
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