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Cuatro horas. Las que van de las diez de la noche del lunes a las dos de la madrugada del martes. Ese es el tiempo que duró el secuestro que vivieron tres cabreros que descansaban, después de una jornada de trabajo en el campo, en un cortijo de Casares. Los asaltantes, cinco encapuchados, los maniataron y golpearon hasta el punto de causarle la muerte a uno de ellos.
La casa de campo donde se perpetró el secuestro está situada en plena Sierra Bermeja, en un paraje de molinos donde, según describen los dueños de la finca, solo hay «cabras y viento». Es un cortijo humilde donde apenas hay unos cuantos muebles viejos. Por no haber, no había ni nevera. Solo un pequeño televisor con el que entretenerse en las noches de invierno.
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Precisamente, eso estaban haciendo dos de las víctimas del secuestro, según cuentan desde su entorno. Sentados frente al televisor, los dos empleados de la finca, de 37 y 38 años, se vieron sorprendidos por los asaltantes, que franquearon la puerta de un empujón e irrumpieron armados en el interior del cortijo. El dueño, un hombre de 72 años, vecino de Manilva, dormía en una de las habitaciones cuando lo despertaron unos encapuchados que lo ataron con cuerdas a la cama. Su hermana, que es sordomuda y que suele vivir con él en el campo, no se encontraba allí en esos momentos. Se había ido al pueblo por unos problemas de salud.
Al parecer, uno de los empleados se habría enfrentado a los delincuentes y fue el que se llevó la peor parte. Aunque lo maniataron en el salón, después de apalearlo, acabaron arrojándolo, agonizante, dentro de la habitación donde se encontraba el propietario de la finca.
El secuestro se prolongó hasta las cuatro de la madrugada, siempre según la versión que los supervivientes han contado a su entorno. Tras apalear a las víctimas, los asaltantes se marcharon del cortijo, no sin antes llevarse los teléfonos móviles de las víctimas y un todoterreno de la marca Mitsubishi propiedad del dueño de la finca. Utilizaron el vehículo solo para la primera parte de su huida. La Guardia Civil lo encontró abandonado el martes por la tarde en un camino de tierra cercano. También hallaron las llaves tiradas en los alrededores.
El único de los empleados que permanecía en el salón logró liberarse de las ataduras y se apresuró a soltar a su jefe. Después, corrió al pueblo para dar aviso a los servicios de emergencias sanitarias, que no pudieron hacer nada por la vida de su compañero. El examen externo del cadáver y la autopsia realizada ayer en el Instituto de Medicina Legal (IML) de Málaga revelaron que había recibido una brutal paliza a base de puñetazos y patadas. Murió como consecuencia de esos traumatismos.
La Guardia Civil trata ahora de esclarecer el objetivo que perseguían los delincuentes. Aunque el modus operandi corresponde con el de las bandas de narcos que asaltan ‘guarderías’ (almacenes) de droga de otras organizaciones para robarles los alijos, el perfil de las víctimas –sin antecedentes ni, aparentemente, vínculos con el tráfico de estupefacientes– aleja de esa hipótesis a los investigadores. No obstante, fuentes cercanas al caso aseguraron que por ahora no se descarta ninguna línea de trabajo y pidieron prudencia sobre el móvil del mismo.
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