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Mónica Pérez
Miércoles, 1 de marzo 2017, 00:49
Pablo Ráez pensaba que la calle Lobatas de Marbella, donde vivía, era una calle «chula». «A todos los de esa calle les dan medalla». Se lo dijo a su padre Paco hace unos meses al recibir la noticia de que el Ayuntamiento de Marbella le iba a otorgar una Medalla de la Ciudad. El año pasado precisamente Paco Ráez recibía el mismo reconocimiento al pertenecer al grupo de bomberos marbellíes que viajaron a Lesbos y que fueron homenajeados por ello.
Además, Pablo sabía que otro de los premiados este año, el presidente de la Agrupación de Cofradías de Marbella, Salvador de la Peña, también nació en la calle Lobatas. «Mi hermano ha sido feliz en su calle, en su ciudad, de la que era un enamorado. Le he visto sufrir mucho, pero también intentar hacernos reír», contaba su hermana Esther Ráez sobre el escenario del Teatro Municipal de Marbella. A recoger la medalla concedida a su hermano subió con su padre, pero fue ella la encargada de dirigirse al abarrotado auditorio que la escuchaba con un pellizco en el corazón y lágrimas incontroladas. Allí estaban la madre de Pablo, rota de dolor; su novia Andrea; dos de sus mejores amigos; y el cura Pepe, José Solórzano, párroco de La Encarnación, padrino del joven.
«Todos los que estáis aquí estoy segura de que sentís algo por mi hermano porque os ha removido algo. Mi hermano ha dejado un legado, y es que la donación de médula es importante. Nunca lo hizo de manera egoísta, lo hizo por todos. Era, al igual que mi padre, un idealista. Pensaba que el mundo podía ser mejor, y siempre se enfocó en las personas». Las palabras de Esther Ráez calaban hondo. Pablo estaba presente en cada una de ellas. Siempre fuerte, siempre presente. «Si queremos que se respete su legado, se debe continuar con la donación. Tú puedes hacer el bien como lo ha hecho mi hermano desde la cama de un hospital. Que estés enfermo no significa que no puedas hacerlo, tienes que hacerlo». La joven recordó con entereza cómo ha tenido que ver a su hermano pequeño «sufrir mucho», pero también «intentando hacernos reír a todos». Con la misma sonrisa con la que él cautivó a miles de desconocidos que se sumaron a su llamamiento y se hicieron donantes de médula ósea. «Hay gente que habla con la mirada. Mi hermano hablaba con la sonrisa». La misma que Paco Ráez, el padre, espera mantener pese a todo. Lo contaba a los medios de comunicación al finalizar el acto agradeciendo a los periodistas su granito de arena en la campaña de concienciación liderada por su hijo. Tenía ganas de descansar «al fin», pero atendió a la prensa. «La familia necesitamos cerrar ya un tiempo, y hemos querido hacerlo acudiendo a este acto», indicaba. «¿Qué legado deja Pablo?», le preguntaron. «El legado es que no hay que tener miedo. Esta noche he estado viendo a mi hijo hablar en televisión, en la radio, en los informativos, diciéndonos que no tengamos miedo, que la muerte no es el final... Creo que estoy en una burbuja, es muy raro todo, pero he tenido la suerte de conocer a Pablo e intentaré, al menos, no perder la sonrisa».
El niño de la calle Lobatas que golpeó fuerte en el corazón de todo un país representa, sostiene su padre, «a una generación de jóvenes que no aceptan las cosas como están». «Pensamos que son indolentes y que nada les importa, pero nos equivocamos. Son la mejor generación de españoles y Pablo fue un abanderado de todos ellos», aseguró emocionado.
Un chico especial, «de esos que quieren cambiar el mundo y no iba a permitir que nadie te dijera que era imposible». De esta forma se dirigió el alcalde José Bernal a Pablo Ráez al cierre de la ceremonia. Visiblemente emocionado. «Has demostrado ser tremendamente generoso cuando la vida no lo ha sido contigo. Has conseguido que personas que no pensaban donar médula lo hagan y esas miles de donaciones que ya se han realizado son miles de vidas que has regalado. Tu lucha no ha sido en balde. No hay mejor homenaje para Pablo que donar y que cumplir sus deseos. Tenemos que ser más felices y ver la importancia de las cosas y valorar las que son realmente importantes. Siempre fuerte, siempre», concluía José Bernal su intervención.
Otros reconocimientos
Pablo Ráez fue el protagonista de una ceremonia cargada de emoción, de teatro lleno y de largos aplausos, a la que asistieron buena parte de la Corporación municipal, así como personalidades de los diferentes ámbitos de la sociedad de Marbella. No sólo se reconocía al joven marbellí. También se entregaron otras dos medallas bien merecidas. De un lado, la de Salvador de la Peña, presidente de la Agrupación de Cofradías de Marbella. «Querido Pablo, esperaba haber compartido este escenario en el día de hoy. No ha podido ser. Has luchado por ello, pero el destino dicen que está escrito. Lo siento mucho, más de lo que puedas pensar», dijo en su discurso.
Otra de las medallas vino a reconocer la labor que durante casi 40 años viene realizando la Asociación Aspandem con el colectivo de personas con discapacidad. María José Morales, su presidenta, tampoco se olvidó del legado de Ráez en su intervención. «Todos los que tenemos un micrófono y que podemos ser altavoz con muchas personas debemos hacer difusión de un legado que nos ha dejado (Pablo Ráez) muy importante. Ya no está con nosotros, por desgracia, pero la donación salva vidas».
Al cierre, foto de familia. Con todos. Lo explicaba Esther Ráez. «Mi hermano ya sabía que esto se preparaba para él, y por eso mi padre no quiso que se anulara porque era como si él estuviera aquí con nosotros hoy».
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