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Nieves Castro
Domingo, 7 de agosto 2016, 01:29
Desde hace más de 30 años las vacaciones estivales de príncipes y princesas árabes dejan pingües beneficios para las empresas de la Costa del Sol. Pero nada comparable con lo que sucedía en tiempos del fallecido rey Fahd, el último monarca árabe que puso sus reales pies en Marbella (al menos, que se sepa). El soberano de Arabia Saudí tenía muchas personalidades. A la ciudad sólo le interesaba una, la de patriarca de un séquito de 3.000 compradores compulsivos que no preguntaban el precio.
La última visita del mandatario se produjo en 2002. Ocupó su palacio El Rocío (antes Mar-Mar), una ostentosa mansión aupada en una loma de Marbella, junto a la mezquita que él mismo ordenó construir. El complejo había sido completamente remodelado tras dos años de obras (2001 y 2000, años en los que no veraneó en la ciudad) y una inversión cercana a los 120 millones de euros.
El grueso de la familia real, incluidos algunos de los 69 hijos que tuvo, ocupó el palacio junto a una parte del séquito formado por tres millares de personas. Entre ellos, la guardia privada del rey, que contaba con permiso para portar sus armas en territorio español. El resto de la nutrida comitiva se alojó en hoteles de lujo de Marbella y Estepona. En total, reservaron 300 habitaciones en establecimientos de alto copete y otras tantas en hoteles de cuatro y tres estrellas. Los hoteleros consultados recuerdan que preferían las suites, que cambiaban la decoración a su gusto y exigían la tecnología punta del momento. Caprichos que para las direcciones de las empresas resultaron minucias. A cambio, aquellos ricos huéspedes ocuparon sus hoteles durante mes y medio.
El multitudinario séquito del rey se hacía notar y no solo en las tiendas de élite y los restaurantes. El paisaje del centro urbano de Marbella cambió. Los velos de las mujeres saudíes se veían por las callejuelas del casco antiguo comprando todo tipo de artículos, pero sobre todo, ropa, zapatos y perfumes. Los varones preferían la tecnología. En una tienda de telefonía móvil encargaron el alta de unas 500 líneas y la adquisición de otros tantos terminales.
El palacio fue reequipado con centenares de electrodomésticos, sobre todo televisores. Lo que lleva a pensar que o a la corte saudí le gustaba tener siempre los últimos modelos, o se los llevaban los que adquirían en cada visita, o los regalaban. Y es que durante su última estancia, tres años antes, hicieron también grandes compras en El Corte Inglés, donde tenían una línea de crédito directa.
Las excentricidades de aquel verano de 2002 también son imputables al propio rey que por aquel entonces contaba con un quebradizo estado de salud y 82 años. La comida (verdura y fruta) se compraban en Marbella, aunque la carne y otros productos como los dátiles eran transportados dos veces por semana desde Arabia Saudí. Su visita estuvo precedida como en la vez anterior de una avanzadilla especial: sus médicos personales pasaron revista al moderno quirófano y al hospital de urgencia que hay instalado en el interior del palacio, pero también a los hospitales de la zona. En aquel año se renovó la flota con unos 300 vehículos Mercedes adquiridos en Francia yAlemania. Carrocerías casi todas blindadas que fueron transportadas al palacio marbellí.
Agosto de 2002 fue también la última vez que se vio a personas aguardando a las puertas del alcázar. Sobre todo marroquíes y subsaharianos que querían trabajar para el rey de Arabia Saudí como jardineros, conductores o ayudantes de cocina. Las estancias del monarca generaban unos 500 empleos temporales muy bien remunerados. La inyección económica calculada entonces para la Costa del Sol entre hoteles, restaurantes, gasolineras o comercios se estimó en unos 5 millones de euros.
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