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N. CASTRO
Martes, 5 de mayo 2015, 00:29
Los muros del Trapiche del Prado han soportado distintas visicitudes desde su construcción hace 371 años. El ingenio ha tenido también uso agrícola, vitivinícola y hasta de cuadra. El edifico, fundamental en la historia azucarera de Marbella, fue incautado por la Inquisición en 1688 para su explotación en régimen de arrendamiento como recoge la ficha histórica elaborada por la Asociación Hispania Nostra en colaboración con la Cilniana. La tecnología usada entonces era propia de los molinos de tradición americana, cuya utilización en España se ciñe a la costa granadina y malagueña. «Esta técnica -según destaca Cilniana- permitía lograr una importante capacidad de molienda que superaba la totalidad de los molinos de la zona costera».
El Trapiche del Prado mantuvo su dinámica como establecimiento azucarero hasta la segunda mitad del siglo XVIII, momento en el que decayó la producción debido a la competencia de las colonias americanas. Durante el siglo posterior, la finca tuvo un uso agrícola y ya en el XX retomó su actividad industrial de la mano de Fernando Álvarez Acosta, pero para la fabricación de vino moscatel y aguardiente, actividad que se mantuvo hasta los años 50. Bajo la 'era Gil' fue convertido en cuadra de caballos, lo que degradó el vestigio cedido al Ayuntamiento por su propietario en 1992 para convertirlo en residencia para la tercera edad. En la actualidad, los desencuentros políticos y la falta de liquidez mantienen a la antigua fábrica de azúcar en punto muerto y muy lejos del objetivo con el que el benefactor donó a la ciudad un edificio cargado de historia.
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