

Secciones
Servicios
Destacamos
Ana Pérez-Bryan
Domingo, 21 de febrero 2016, 00:32
Antes de que la plaga de filoxera, las riadas y la crisis económica arrasaran con todo entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, los Montes de Málaga eran un lugar de peso en el cultivo de viñedos. Los más de 800 lagares que llegaron a funcionar en la zona antes de que comenzaran las expropiaciones de las décadas de los 30, 40 y 50 para reforestar lo que hoy es un Parque Natural dan buena cuenta de una historia no siempre tan dulce como sus caldos. Y tampoco muy conocida. ¿Sabía, por ejemplo, que el vino de Málaga llegó hasta la corte de la mismísima zarina de Rusia, Catalina la Grande, y que desde que lo probó adquirió la costumbre de tomar una copita en palacio? Corría entonces el siglo XVIII, la época de mayor esplendor de los viñedos y lagares de los Montes de Málaga, y la fama de los caldos era tal que se exportaba a países como Rusia, Reino Unido o los países nórdicos. Uno de esos cargamentos llegó hasta la corte de la zarina, que desde entonces se apuntó a las bondades del 'dulce' de Málaga.
Pero algunos siglos antes, los pobladores de la zona ya apreciaban las cualidades del producto. Así fue en la época musulmana, donde ya se trabajaban los viñedos en los Montes de Málaga y los vinos eran muy apreciados por la población a pesar de que el Corán prohibía el consumo de alcohol. ¿Qué hacer entonces? Parte de la solución vino por el nombre con el que se bautizó al caldo que se producía en tierras malagueñas: xarab Al-malaquí (jarabe de Málaga), al que además atribuían unas propiedades muy apreciables, por ejemplo para abrir el apetito.
¿Sabía, además, que el desarrollo del mercado en torno al vino derivó en la creación de la Hermandad de Monte Pío de Viñeros? Aquello ocurrió en el año 1616: las exportaciones comenzaban a ir a más, los negocios crecían y, con ellos, los fraudes. En aquellos organismos se establecía un arbitraje para combatir los engaños y las malas prácticas en un sector que no hacía más que crecer. También en esos años comenzaron a llegar a las tierras malagueñas inmigrantes franceses, holandeses o alemanes -hoy es a la inversa- para desempeñar las labores más humildes de la cadena de producción, desde jornaleros a dependientes de las tiendas donde se dispensaba vino. Con el paso del tiempo los extranjeros comienzan a acceder a cargos de relevancia en las compañías, se van haciendo con las viñas y trabajan sus propios lagares, coincidiendo con el siglo de oro de los viñedos en la provincia.
Testigos mudos de aquellos acontecimientos, los Montes de Málaga esconden aún los vestigios de parte de aquellos lagares que recuerdan la época de esplendor. En la recuperación de ese patrimonio olvidado por muchos lleva un tiempo embarcado el historiador Álvaro Amaya, que junto a su amigo Carlos Sánchez documenta en fotografías el estado de las estructuras que quedan en pie y las comparte en su blog 'Lagares y cortijos' (lagaresycortijos.wordpress.com) junto con las historias que escondieron sus muros. Pero también es posible revivir muchas de las anécdotas que atesora Amaya a pie de monte y gracias a una de las rutas senderistas que propone la empresa de gestión cultural Cultopía (www.cultopia.es) para conocer en directo ese escenario.
El recorrido está centrado en el partido Chapera la Alta, en pleno corazón de los Montes de Málaga y uno de las zonas con más lagares de referencia: el lagar de Benefique, el de Zambrana, el de Pacheco o el de Santillana forman parte de esta ruta que sabe a 'dulce', como el vino. Algunos de ellos, aún en pie, conservan el esplendor de la época dorada, cuando estas edificaciones no sólo servían para hacer vino: también había molinos de aceite -que por cierto era de muy mala calidad porque su graduación era muy ácida y se destinaba en su mayor parte a jabón-, molinos de harina e incluso fincas de recreo. En estas últimas no es extraño encontrar pinturas murales, capillas y otros lujos propios de las viviendas donde los burgueses solían pasar el verano. En aquella época se prefería la montaña a la playa que bañaba la ciudad. Y si era con una copita de vino de Málaga, mejor que mejor.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.