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Sábado, 1 de noviembre 2014, 00:59
Los primeros pobladores de Fuengirola, según Montenegro Duque, fueron los fenicios, que ocuparon la costa fuengiroleña entre los siglos VI y III a. C., quienes se asentaron en la zona cercana a la desembocadura del río Fuengirola y próxima a una pequeña colina. Las causas del asentamiento feno-púnico en Suel hay que buscarlas en su situación estratégica al borde del mar, con una playa resguardada que ofrecía facilidades para el desembarco y las maniobras marítimas; en la desembocadura de un pequeño río, que actuaba a modo de puerto para el refugio de las naves, y en la existencia de un pequeño cerro junto a la línea costera que otorgaba garantías defensivas al asentamiento. Además de estas razones, otros autores consideran que la permanencia en Suel de los fenicios estuvo también condicionada por el descubrimiento de que en la zona se daba con gran abundancia el búzano, una especie marina que este pueblo apreciaba porque de ella extraía lo que ellos consideraban un preciado tinte llamado púrpura. El tipo de asentamiento feno-púnico que se dio en Suel se produjo igualmente en toda la costa oriental malacitana.
A partir del siglo III a. C. y tras la segunda guerra púnica, Suel, al igual que todos los municipios ubicados en la franja septentrional y sur de Hispania, pasa a ser de dominio romano. Roma entendió estos dominios en la Península como territorios sometidos a explotación, si bien este sometimiento se perpetuó a través de dos formas claramente diferenciadas: una presión militar y política, por la que las ciudades no contaban con ningún tipo de autonomía; o bien por medio de unos contactos diplomáticos y pacíficos asentamientos federados, que otorgaban al territorio libertad y la posiblidad de mantener su propio ordenamiento jurídico. Según Guillén Robles, a través de Plinio, durante la república romana Malaka y Suel consiguieron el privilegio de ciudades federadas.
Los textos históricos indican que Suel obtuvo la categoría de municipio romano en torno a finales del siglo I d. C. o a principios del II. Suel gozaba de una situación estratégica al estar atravesada por la Vía Aurelia, construida por los romanos y cuyos vestigios pueden apreciarse todavía hoy en la zona de El Chaparral, en el término municipal de Mijas. Estas mismas fuentes señalan que Suel estaba administrada por decuriones, figuras oligárquicas que ejercían el poder económico-social y político en el municipio, y que en ella se daba culto al emperador, lo que suponía un alto grado de romanización.
Por lo que respecta a la impronta que los romanos dejaron en la zona, se sabe que se encontraron numerosos restos de acueductos, acequias, muros de contención y otras obras de ingeniería en las cercanías del río Fuengirola, pero que desgraciadamente no se han conservado. En cambio, en el cerro del castillo sí que pueden apreciarse hoy rastros de la civilización romana, como trozos de aljibes o piezas salsáreas que se empleaban para la salazón del pescado, principal fuente de riqueza de este pueblo.
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Pero las ruinas más notables que se conocen de la época romana de Suel son las termas y la factoría de salazón encontradas en el yacimiento romano conocido como la Finca del Secretario, de donde procede también una Venus que se exhibe en la actualidad en la Casa de la Cultura de la localidad. De esta antigua villa romana, hoy en proceso de recuperación, se han descubierto tres termas y un «praefurnio» una especie de fogón con el que se calentaba el agua de estos baños, varios hornos, que posiblemente se utilizaban para la realización de piezas decorativas de cerámica, así como restos de una antigua factoría de salazón.
Tras la dominación romana Suel vivió un periodo de tres siglos desde el V hasta el VIII d. C. de invasión vándala, un pueblo que permaneció en estas tierras hasta la llegada de los árabes. Constata la presencia visigoda en la zona una necrópolis hallada junto a las termas de Torreblnca.
FUENGIROLA MUSULMANA
La dominación arábiga trajo consigo un cambio de denominación de este municipio costero: pasó entonces a llamarse Suhayl, adaptación fonética de Suel y nominación con la que el pueblo árabe nombrará la estrella conocida por los romanos como Canopus, el astro más brillante después de Sirio y uno de los puntos de referencia más importantes para los navegantes de aquellos tiempos.
Durante la época musulmana Suhayl no perdió la importancia que había ostentado durante los siglos de dominación romana y siguió siendo una próspera villa en la que la mayoría de la población vivía de la pesca.
La impronta histórica más importante de esta civilización en la localidad es el castillo Sohail. Respecto a la edificación de la fortaleza hay diversidad de opiniones entre los autores y se barajan fechas que oscilan entre el siglo X y el XII. Según unos historiadores, el califa de Córdoba, Abderramán III, decidió construir en lo alto del cerro un castillo a causa de los estragos que los cristianos y los normandos estaban causando en los poblados de la franja costera. Este mismo carácter defensivo aducen otros autores para explicar la ubicación del castillo, si bien datan la construcción a principios del siglo XII, en pleno periodo almorávide. La fortaleza se levanta con las características propias de un «ribat» enclavado en la frontera marítima y que aseguraba además el control del río, vía de comunicación hacia las tierras del interior y lugar de aguada para los barcos que navegaban en sus proximidades. De igual modo, desde su emplazamiento estratégico, el castillo ejercía una importante labor de control y vigilancia de la vía de comunicación terrestre entre las ciudades de Málaga y Marbella.
En lo que se refiere a las características de esta construcción, hay que señalar que dada la orografía irregular del cerro sobre el que se asienta el castillo presenta una planta asimétrica compuesta por ocho lados. Para facilitar la defensa, en cada uno de los laterales se levantó una torre de caras rectas en sus ángulos; uno de los torreones posee mayor tamaño y altura y se conoce en el mundo cristiano como torre del homenaje. El acceso a esta torre se realizaba a través de un gran arco de herradura y poseía el sistema defensivo de entrada de recodo había que hacer un giro para penetrar en el torreón. De la torre del homenaje a la torre contigua partía un muro denominado barbacana. El castillo Sohail contaba en su interior con viviendas para soldados y con habitaciones de hospedaje para los viajeros y comerciantes que buscaban refugio entre sus muros.
El máximo esplendor de la fortaleza y del poblado surgido a sus alrededores se produjo entre los años 1025-27, según fuentes históricas. Ciento cincuenta años más tarde, en torno al 1175, Suhayl es escenario de numerosas luchas en las que participaron los meriníes, procedentes del norte de Africa y el reino nazarí de Granada, quedando finalmente estas tierras en el territorio de este último.
En el siglo XIV, Ibn Batuta propone que el castillo Sohail, Mijas y diversas alquerías del valle del río constituyan una circunscripción territorial con un carácter militar o administrativo. Pero las continuas luchas a las que se ve sometida esta zona durante el siglo XV dan lugar a un proceso irreversible de despoblación de las tierras más cercanas al mar. La mayoría de la población huyó a Mijas, quedando la fortaleza como único lugar habitado hasta el momento de su conquista por las tropas cristianas en 1485. En estos años, Suhayl comienza a denominarse ya Font-jirola, topónimo que derivaría posteriormente en la actual denominación.
ÉPOCA MODERNA
El 7 de agosto de 1485 efeméride de San Cayetano, hoy patrón de Fuengirola el castillo de Sohail es conquistado por las tropas cristianas, estando al mando de la escuadra el conde de Trivento, Garcelán Requesens, y de las tropas de tierra el marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León. Entre 1488 y 1502 el castillo de Fuengirola fue uno de los mejor dotados económicamente en las tierras de Málaga, a pesar de que la eficacia defensiva de la fortaleza se cuestiona debido en parte a la poca atención que le prestó su primer alcaide, Alvaro de Mesa, lo que provocó un progresivo deterioro del castillo.
A partir de 1502 se inicia un proceso repoblador de la zona con población civil. En este año, la guarnición militar que estaba asentada en la fortaleza es sustituida por veinte familias que tendrían como objetivo la guarda y seguridad de la costa. Sin embargo, este intento repoblador de la corona fracasó esencialmente por la continua amenaza norteafricana, y así en 1511 Fuengirola figura como un territorio despoblado, dependiente de Mijas, y que sólo mantenía el castillo como puesto fronterizo. Mientras dure la amenaza magrebí Fuengirola será una zona despoblada, contabilizándose tan sólo un reducto de población en la fortaleza árabe.
Durante la primera mitad del siglo XVI la acción de la piratería norteafricana resultó tan devastadora y provocó tales pérdidas de vidas humanas y económicas que en 1553 la corona decide remodelar el castillo y acondicionarlo para el uso de artillería, lo que otorgaría una mayor seguridad a la costa fuengiroleña. Entre los principales cambios realizados destacan el aumento de la altura de algunas de las torres, la construcción de una batería para situar cañones, lo que traerá consigo la eliminación de una de las torres, y la creación de un nuevo acceso que será protegido por una pequeña obra de ladrillo y piedra que recibe el nombre de matacán. Pero las modificaciones no afectan sólo al exterior del castillo, sino también a sus edificaciones interiores, ya que muchas de ellas se habían quedado obsoletas al crearse nuevas necesidades; este es el caso de la mezquita, inmueble que es destruido para construir una iglesia.
Los enfrentamientos bélicos se recrudecieron en los primeros años del siglo XVII por una intensificación de los ataques procedentes del Magreb tras la expulsión de los moriscos (1609) y por el permanente estado de guerra contra Inglaterra, Francia y Holanda. A mediados de siglo la situación se normaliza y disminuye la amenaza norteafricana, lo que dio lugar a la aparición de un poblamiento disperso en la zona, que se dedicó a la explotación agrícola. Los nuevos núcleos poblacionales no se asentaron en la misma zona que lo hicieron las civilizaciones anteriores, sino al otro lado del río, donde años más tarde se construirá una posada.
A principios del siglo XVIII, la caída de Gibraltar en manos de los ingleses (4 de agosto de 1704) convirtió la colonia en centro neurálgico del contrabando en el sur de España. La continua entrada de mercancías sin pasar el debido control de aduanas, evitando así el pago de impuestos o la prohibición de la comercialización, perjudicaba la economía del reino. Para frenar este nuevo fenómeno se hicieron necesarios una serie de cambios en la defensa de la costa. Así, en 1730 el comandante general de la costa, el conde de Montemar remodela la fortaleza árabe para poder alojar en ella a un escuadrón de caballería. Tras estas reformas el castillo se compone de un gran patio interior en torno al que se distribuyen una serie de edificaciones para albergar las viviendas de los soldados, establos, almacenes, iglesia y la casa del alcaide. En esta época el castillo pierde otra de sus torres, contando ahora tan sólo con seis.
En los primeros años del siglo XIX, en concreto desde el 8 de febrero de 1810 hasta 16 de abril de 1812, el castillo Sohail estuvo en manos de los franceses como consecuencia de la ocupación gala de España. Tras dos años de asentamiento francés en la fortaleza, el genera Francisco Ballesteros recupera el castillo en plena retirada del ejército de Napoleón tras la victoria española en la guerra de la Independencia. Posteriormente, y durante sus últimos años de función militar, el castillo se convierte en un puesto de carabineros, hasta que con la llegada de la desamortización la fortaleza es subastada y pasa a ser propiedad de la condesa viuda de San Isidro, Bárbara de Obregón y Puente. El paso a manos privadas trajo consigo el deterioro progresivo del castillo. Una vez que la fortaleza es abandonada, las gentes que habitaban los alrededores lo desmantelaron de todos aquellos elementos como por ejemplo, tejas, piedras o vigas de madera que podían resultar útiles en otras construcciones.
Por lo que se refiere a la población civil, en estos años la zona de Fuengirola contaba ya con un millar de habitantes y en 1822 unos vecinos envían un escrito a la Diputación Provincial de Málaga solicitando la creación de una casa consistorial en la localidad, lo que traería consigo la emancipación de Fuengirola respecto de Mijas. Los fuengiroleños fundamentaban su segregación de Mijas en: la posesión de un censo de mil habitantes, lo que según la Constitución permitía a una población contar con Ayuntamiento propio; una economía fructífera basada esencialmente en la actividad pesquera y portuaria que se desarrollaba en la zona, y en los perjuicios que experimentaban estos vecinos en el reparto de las contribuiciones respecto a los habitantes de Mijas. Por su parte, el Consistorio mijeño remitió al órgano supramunicipal un informe en el que se señalaba que el censo de Fuengirola era de 409 personas y se minimizaba la actividad pesquera en la villa. La Diputación consideró más contundentes la razones aducidas por Mijas y los vecinos de Fuengirola tuvieron que esperar diecinueve años para poder ver cumplido su sueño de ser independientes.
Finalmente, en 1841 la Diputación Provincial de Málaga acepta la segregación de Fuengirola respecto de Mijas, aunque en un primer momento el ente supramunicipal reconoce el deslinde de manera provisional, haciéndolo definitivo un año más tarde. El 19 de mayo de 1841 un diputado provincial acude a la localidad para constituir el Ayuntamiento, siendo designado como primer alcalde Antonio García Cortés. Una de las primeras decisiones adoptadas por la nueva corporación fue dar nombre a calles y espacios tan emblemáticos hoy en la ciudad como la plaza de la Constitución, las calles San Rafael, España o de Coín o el popular barrio pesquero del Boliche (en la actualidad Los Boliches). El municipio de Fuengirola siempre se consideró perjudicado por el término que le fue adjudicado en el reparto de terrenos realizado por la Diputación y por ello no cejaría en su intento de ampliarlo en distintos momentos históricos a lo largo de los siglos XIX y XX.
Pero a pesar de la separación de ambos municipios seguirán manteniendo una dependencia en distintos aspectos como por ejemplo el religioso, ya que la pequeña ermita que se construyó en la plaza de la Constitución en 1833 en honor a la Patrona de Fuengirola, Nuestra Señora del Rosario, permanecerá siendo sufragánea de Mijas hasta que tras una ampliación del templo es declarada parroquia en 1893. Esta iglesia fue destruida en 1936 a causa del anticlericalismo dominante durante la guerra civil. Sobre sus ruinas se iniciará en 1943 la construcción del actual templo y que fue bendecido el 30 de junio de 1947.
La llegada del siglo XX traerá consigo un aumento importante del número de moradores en las tierras fuengiroleñas preludio de la tendencia alcista en el censo de población que se producirá décadas más tarde con el «boom» turístico que experimentará la ciudad, así como la apertura de Fuengirola a una infraestructura de comunicaciones, unas instalaciones sanitarias y hoteleras y otros equipamientos hasta entonces desconocidos e insólitos para los habitantes de aquel pequeño pueblo de pescadores que emprendía de la mano del nuevo siglo una transformación radical que años más tarde le convertiría en uno de los principales focos de atracción turística de la Costa del Sol.
En 1916 se produce la llegada del ferrocarril a Fuengirola, lo que mejorará ostensiblemente las comunicaciones con la capital. Los primeros coches transitarán por la ciudad en los años 20 y a principios de la década siguiente se instalará la primera parada de autobús. En 1937 se suspende la línea férrea Fuengirola-Mijas, que tras nuevos restablecimientos y suspensiones volverá a instaurarse con carácter definitivo a mediados de este siglo. En 1963 se implanta el servicio de autobuses urbanos en la localidad y en 1975 se inaugura la línea eléctrica del ferrocarril Fuengirola-Málaga. Con el paso de los años Fuengirola se va ajustando a las nuevas necesidades de una población que crece y se moderniza, y paulatinamente adquiere los rasgos de una ciudad.
Por lo que respecta a instalaciones sanitarias y hoteleras, en 1925 comienza a edificarse en los terrenos que hoy ocupa la Policía Nacional el hospital municipal, edificio que tras un cúmulo de problemas fue inaugurado en 1945. El centro sanitario estuvo funcionando dos años y posteriormente el Consistorio lo cedió a las Hijas de la Caridad para que utilizasen parte de sus dependencias como colegio. Durante siete años el edificio albergó ambas funciones sociales, para luego ser destinado a viviendas para miembros de la Guardia Civil, y a partir de los setenta ese solar acoge las actuales instalaciones de la Policía Nacional.
En la década de los 30 el Ayuntamiento de Fuengirola recibe las primeras solicitudes para construir hoteles en primera línea de playa. El sector de la construcción comenzaba a prepararse para acoger la avalancha de turistas que a partir de los años 60-70 caracterizará a esta ciudad de la Costa del Sol, segunda residencia de multitud de ciudadanos cordobeses. En estos años se construye el barrio de El Boquetillo en la zona alta del término municipal y colindante con Mijas. Fuengirola comienza ya una expansión irrefrenable que le lleva a cambiar la agricultura y la pesca como principal fuente de riqueza por el turismo.
Siempre han existido barrios con vocación de pueblo, y Los Boliches es sin lugar a dudas uno de estos núcleos de población con señas de identidad propias. Aunque la historia de Los Boliches no puede quedar desvinculada de la de Fuengirola, hay que tener en cuenta que el antiguo «Boliche», como se le conociera antaño, era un núcleo de población perfectamente delimitado y distanciado del municipio matriz al que pertenecía.
LOS BOLICHES
Hoy Los Boliches está completamente unido a Fuengirola y por tanto esa frontera imaginaria que siempre existió en el cauce del arroyo Real ha desaparecido a consecuencia del gran desarrollo urbanístico que ha ido experimentando el municipio.
Las referencias históricas del barrio de Los Boliches son escasas. Según recoge el cronista oficial de Fuengirola, Cristóbal Vega, en el padrón efectuado en 1822 al «Boliche» se le reconocen 25 habitantes. En 1841 Fuengirola se emancipó de Mijas, Los Boliches queda entonces bajo la jurisdicción de Fuengirola, si bien mantiene sus propias señas de identidad y resulta significativo el hecho que se le asignase ya desde entonces un alcalde pedáneo. La población a mediados del pasado siglo siguió creciendo, y en 1867 Los Boliches cuenta ya con doscientos diecisiete vecinos.
La población siguió creciendo pero desde principios de siglo hasta la década de los 50 se produce un estancamiento, para resurgir desde mediados de la década de los cincuenta con una explosión demográfica totalmente condicionada por el imparable desarrollo turístico./p>
Los límites geográficos naturales del barrio de Los Boliches quedan establecidos por la propia playa, y por los cauces de los arroyos Real y Pajares. Mientras que hacia el interior siempre existieron numerosas huertas y plantaciones hasta el límite con el vecino municipio de Mijas, aunque la vía del tren sirviera también de delimitación al norte. Hoy todos estos límites pasan casi completamente inadvertidos ante el desmesurado crecimiento urbanístico que la localidad ha experimentado. Desde el cauce del arroyo Pajares hacia Benalmádena ya existía a principios de los años 50 un núcleo de viviendas en la zona de Carvajal; y a mediados de esa misma década se había iniciado la urbanización Torreblanca.
En los años 30 las viviendas existentes, en su mayoría del tipo choza, con techos de palma, se agrupan a lo largo de la antigua carretera, en el tramo comprendido entre la actual calle Lope de Vega y el Mercado Municipal.
Existen ya las calles Francisco Cano y Poeta Salvador Rueda, así como las calles Trinidad y Salinas, esta última con viviendas sólo en la zona más próxima a la iglesia. Los patios traseros de la calle Trinidad daban al campo; mientras que la arena de la playa llegaba hasta las mismas puertas de las viviendas de los pescadores.
La actual avenida de Acapulco era denominada el camino de Matasanta, y por él se accedía a la zona rural a través de un paso inferior para franquear la vía del ferrocarril. A la llegada al cruce de la avenida existía la garita de los vigilantes de arbitrios, antaño encargados de cobrar impuestos por los productos que entraran o salieran de las poblaciones. Estas garitas también se encontraban en las entradas del municipio, y existía otra en el camino de Las Salinas, al ser éste otro acceso a las zonas rurales.
Cuenta la tradición popular que la finca de Matasanta, situada en la parte alta de la actual avenida de Acapulco, recibió este nombre porque contaba con un pozo en el que crecieron plantas a las que se les atribuyeron propiedades curativas, por lo que eran muchos los vecinos que acudían a ese lugar para recoger el agua que en contacto con esas plantas adquiría sus mismas propiedades.
A mediados de la década de los 50 no había red de saneamiento, y la red de suministro de agua potable llegaba a muy pocas casas, por lo que existían tres fuentes públicas, de las que se abastecía la mayor parte de la población.
La mayoría de las viviendas contaban entonces con pozos, y era muy frecuente la existencia de pozos medianeros que servían para el abastecimiento de dos familias, y se excavaban en la linde de dos propiedades.
La zona de Los Boliches y todos sus alrededores era muy rica en aguas subterráneas, e incluso existía por encima del apeadero del tren una noria que servía para la extracción de agua para el riego de los campos colindantes y para el consumo.
Cuenta un chascarrillo popular que el propietario de la noria, apodado «Cabrita», dormía en los tiempos del hambre en un melonar situado cerca de su noria para evitar que cualquiera pudiera arrebatarle sus melones. Un avispado vecino acudió cuando ya Cabrita dormía en el melonar y en plena oscuridad confundió la cabeza del dueño de la noria con un melón, con el consiguiente disgusto al verse sorprendido.
Aunque históricamente a Los Boliches se le ha considerado como un barrio de pescadores, lo cierto es que la población bolichera simultaneaba en muchos casos su trabajo en la mar con las tareas agrícolas.
Las fértiles tierras, en las que no faltaba el agua que llegaba de la sierra de Mijas a través de los distintos arroyos, contaban con numerosas plantaciones en las que se recogían buenas cosechas de patatas, cebollas, rábanos y otros muchos productos de huerta.
Los hombres simultaneaban el trabajo en el campo y en el mar según las épocas del año. El campo daba sobre todo trabajo en las épocas de recolección de batatas, patatas, judías verdes o tomates, pero después había épocas del año en que la actividad era muy escasa. Con todo, había entre los años 30 y 60 quien simultaneaba estas tareas, e incluso quien trabajaba de día en el campo y luego por la noche salía a faenar en la pesca. Las propiedades agrícolas no eran de gran tamaño, y en su mayoría eran explotaciones familiares que apenas daban para mantener a las familias.
A pesar de que existieran muchos hombres que simultanearan las tareas agrícolas y de la mar, había ciertas diferencias sociales entre las familias que tradicionalmente vivían de la pesca y las que tenían tierras en el campo. Las familias que vivían del campo contaban con mayores recursos económicos mientras que los pescadores estaban más expuestos a la penuria económica, porque el mar no siempre permitía que de él se obtuvieran beneficios.
En la década de los años 40 la rivalidad social entre unos y otros se centraba fundamentalmente en los más jóvenes, y resultaba muy raro que un joven de familia de pescadores emparentara con una mujer del campo, y viceversa. En las fiestas que celebraban los jóvenes no se solían mezclar y había fiestas privadas de uno y otro colectivo en las que bastaba pagar a un músico de acordeón para organizar un baile. La gente del campo denominaba a los pescadores con el apelativo de «choros de pataspelás»; mientras que los pescadores hablaban de los «catetos» del campo.
Un «choro de patapelá» no era más que un pescador bolichero que a fuerza de faenar en la arena con los pantalones remangados solía perder el vello de las piernas.
Pero la rivalidad no iba más allá, y lo cierto es que en Los Boliches siempre convivieron las familias de los pescadores y las del campo porque ambas se necesitaban mutuamente para satisfacer las muchas carencias que por entonces se pasaban. En esos años era normal el canje del pescado por hortalizas y otros productos de la tierra.
COMERCIO
Además de ese intercambio de productos empieza a jugar un importante papel el comercio, que ha crecido a medida que lo ha hecho la población. Al margen del comercio familiar repartido por todo el casco urbano de Los Boliches hay que destacar la existencia desde 1957 del Mercado Municipal de Los Boliches, bautizado originalmente con el nombre de Mercado de Nuestra Señora del Carmen.
Fuengirola contaba desde los años 40 con un mercado que cubría las necesidades de su pequeño casco urbano, pero no así Los Boliches.
En 1956 el Ayuntamiento adquirió dos casas en la antigua avenida del General Mola, hoy avenida de Los Boliches, y sobre sus solares construyó el mercado, sobre un proyecto redactado por el arquitecto municipal Antonio Rubio Torres. El mercado de Los Boliches fue inaugurado el 18 de julio de 1957, y aún hoy sigue prestando servicio a la población de esta barriada.
FERROCARRIL
Otro elemento significativo y de alguna forma determinante del desarrollo de la barriada de Los Boliches ha sido la presencia del ferrocarril, cuya línea durante muchos años sirvió de obstáculo artificial a la expansión del núcleo urbano hacia el norte.
En 1916 se produce la llegada del ferrocarril a Fuengirola. En principio se trataba de una máquina de vapor que arrastraba de dos vagones con asientos de madera.
El trazado de la vía discurría sobre un terraplén de más de tres metros de altura, en el que sólo había tres pasos inferiores: en el camino de Las Salinas, en la huerta de Los Luces (detrás de la iglesia) y en el camino de Matasanta, que correspondía a la actual avenida de Acapulco.
El tráfico ferroviario por esta vía sufrió diferentes avatares, y en 1937 se suspende la línea férrea Fuengirola-Málaga, que tras nuevos restablecimientos y suspensiones volverá a instaurarse con carácter definitivo en 1958.
Desde esa fecha entra en funcionamiento esta línea con unas máquinas automotoras, conocidas popularmente como las «cochinillas». En 1964 son sustituidas por automotoras más modernas y de mayor capacidad, si bien, al igual que los anteriores, se trata de trenes de vía estrecha, que estaban desapareciendo en la mayor parte del territorio nacional. Eso no ocurrió con la línea Málaga-Fuengirola, que dejó de prestar servicio el 21 de diciembre de 1970 para iniciar las obras del nuevo ferrocarril de vía normal.
En esa transformación juega un papel determinante Jesús Santos Rein, malagueño de nacimiento y fuengiroleño de adopción que ocuparía durante años la Dirección General de Transportes Terrestres.
Desde ese cargo impulsa la realización del proyecto de convertir el ferrocarril Málaga-Fuengirola en tren eléctrico de vía normal y en una segunda fase prolongarlo hasta Marbella. Terminado el proyecto las obras comenzaron en enero del 71.
Estas obras van a tener una especial repercusión en Los Boliches dado que la antigua línea férrea es trazada sobre pilares en un tramo de más de dos kilómetros. Desaparece el antiguo apeadero de Los Boliches, que consistía en una simple estructura de hormigón con cinco grandes arcos de medio punto, y la vieja estación es sustituida por unas estructuras elevadas de aire totalmente moderno y funcional.
Bajo este tramo de vía férrea se ejecuta una nueva avenida con una anchura que oscila entre los 25 y los 40 metros, y dotada de aparcamientos, zonas verdes y amplia calzada con dos carriles de circulación en cada sentido. Esa avenida recibiría el nombre de Jesús Santos Rein, y sería abierta al tráfico el 9 de diciembre de 1973. El propio director general de Transportes Terrestres presidió el acto.
En julio de 1975 se inaugura la línea eléctrica del ferrocarril Fuengirola-Málaga, que ya cuenta con nuevos apeaderos en Torreblanca y en Carvajal.
PESCA
Pero, ante todo, la historia del barrio de Los Boliches es la historia de sus pescadores, porque no en vano la mayoría del pueblo vivió durante décadas de la pesca, e incluso Los Boliches fue exportadora de gran cantidad de mano de obra para las almadrabas tanto de la zona del Estrecho como incluso de algunos puntos del Atlántico y de Africa.
Desde los años 30 hasta la década de los 60 de Los Boliches emigraban cada año más de 200 pescadores para trabajar en las almadrabas. La mayoría de estos trabajadores se iban desde mediados de marzo hasta finales de julio; aunque algunos también permanecían faenando en las almadrabas hasta octubre. Las que contaron con más mano de obra procedente de Los Boliches fueron las de Tarifa, Barbate y Rota, aunque también hubo muchos hombres de la mar que viajaban hasta Ceuta o Larache para emplearse en las almadrabas que se calaban en aquellos lugares.
De lo conseguido vivían durante meses bastantes familias de Fuengirola, y los mayores recuerdan con añoranza las despedidas de los hombres de la mar que se aventuraban a desplazarse fuera de sus hogares para conseguir el necesario sustento, en el duro oficio de la pesca mediante este sistema, que hoy prácticamente se encuentra en vías de extinción, al igual que las compras a crédito que las mujeres realizaban en los comercios de Pepe Luna, Navarrete o Pepe Moreno en espera de que llegara el marido para liquidar los gastos generados durante su ausencia.
Pero al margen de esa singular emigración que cada año protagonizaran muchos hombres de la mar, la actividad pesquera en Los Boliches siempre fue constante.
Los antecedentes históricos se remontan a siglos, pero los testimonios de los más veteranos pescadores del lugar nos hablan de cómo hasta poco antes de 1936 todas las embarcaciones existentes en Los Boliches eran varadas diariamente en la playa con una pareja de bueyes, o mediante aparejos que usaban sistemas de polea, manejados por los propios marineros. Tras la guerra desaparecieron los bueyes, y ya se puso en funcionamiento el primer torno.
Los tornos que hasta hoy han perdurado en nuestras playas proliferaron con los años hasta el punto de que en la playa de Los Boliches llegaron a colocarse hasta 25. En el año 37 el único que existía se arrendaba al precio de una peseta, siempre y cuando la pesca hubiera dado resultados, ya que de lo contrario el dueño de la embarcación estaba exento de pagar por su uso.
El varado de los barcos, todos ellos propulsados a vela y remos, se efectuaba por orden de llegada, por lo que habitualmente eran los barcos tripulados por marineros más jóvenes los que primero llegaban al torno, pues estaban ansiosos por saltar a tierra para cortejar a sus novias.
En los años 30 y 40 la flota de barcos de pesca de Los Boliches estaba integrada por 40 sardinales (embarcaciones, como se puede deducir, dedicadas casi en exclusiva a la pesca de la sardina); una docena de jábegas y dos marrajeras.
Los sardinales contaban con una tripulación de cuatro o cinco hombres, mientras que los marineros que se embarcaban en las jábegas podían oscilar entre 12 y 30. En las jábegas se pescaban sobre todo jureles, besugos y caballas, aunque también hay que decir que los sardinales solían dedicarse a la pesca de almejas.
La pesca de la almeja y la coquina se realizaba mediante un artilugio denominado molinete, con el que se tiraba del rastrillo con la única fuerza motriz de las manos y los pies de los pescadores. La sardina era el pescado que tenía más salida comercial, mientras que el boquerón se despreciaba al no existir demanda en aquella época. El problema en aquellos tiempos no era desde luego la falta de pescado, sino que no había demanda, y se pescaba casi por encargo.
Andrés Núñez, un veterano pescador bolichero, recuerda cómo un arriero llamado José el Zorro, que tenía dos caballos y que transportaba el pescado hasta El Burgo y Yunquera, ajustaba con su padre el precio de 50 kilos de besugos de un determinado tamaño para una hora determinada; y cómo su padre, también pescador, se hacía a la mar para cumplir con el encargo antes de que anocheciera. El arriero pagaba el precio estipulado e iniciaba al anochecer su camino hacia la sierra para vender al día siguiente su mercancía. Después de la guerra llegaron a trabajar en Los Boliches una veintena de arrieros que llevaban el pescado hacia los pueblos del interior y unos 30 capacheros.
Los capacheros eran personas que se cargaban a las espaldas hasta 40 kilos de sardinas, jureles o caballas en las playas de Los Boliches para venderlos por cortijos y pueblos cercanos. Cada capachero tenía su ruta prefijada, y su ámbito de actuación abarcaba toda la zona rural de Mijas, Benalmádena..., hasta Coín.
También existían tres empresas de salazón que exportaban sobre todo las sardinas a provincias del interior, aunque también vendían pescado a media docena de fábricas conserveras de Málaga.
Las almejas que no se comercializaban para consumo local eran exportadas también para Madrid y para provincias del interior de Andalucía.
Una de las artes que presentaba mayor dificultad era la marrajera, ya que había que llevar las embarcaciones a remo o a vela hasta 30 millas mar adentro para calar los palangres. En ocasiones esta navegación suponía un día y una noche sin dejar de remar.
La llegada del primer motor para un barco de Los Boliches se produjo en 1949, y la primera traíña botada se llamó «María Esperanza» y se hizo a la mar en 1959.
La llegada de los motores acabó poco a poco con las jábegas y los sardinales, que fueron desapareciendo, al tiempo que se construían nuevas traíñas. La única embarcación que se mantuvo durante algunos años fue el bolichito, pequeño barco para cuatro pescadores dedicado sobre todo a la pesca del chanquete. Luego vino el turismo y con él la construcción, y muchos de los pescadores abandonaron el duro trabajo de la mar para buscar la seguridad de la obra y la hostelería.
FIESTAS
La fiesta por antonomasia en Los Boliches era y sigue siendo la de la Virgen del Carmen. El fervor que el pueblo bolichero siente por esta advocación queda patente cada año en la multitudinaria procesión en la que la imagen de la Virgen a hombros de los marineros es introducida en el mar.
La tradición es ancestral, como lo es la vinculación que marineros y pescadores tienen con esta imagen.
La feria se celebraba antaño con regatas de jábegas, y en carnavales las letrillas recordaban las incidencias de estas competiciones, dedicando comentarios jocosos tanto a los ganadores como a los perdedores de cada edición.
El concurso de la cucaña era también tradicional y se colocaba un gallo atado al extremo de un palo al que los mozos intentaban llegar. También lo era la instalación de puestos de turrón en la carretera, y la colocación de una pequeña noria movida por la fuerza de un fornido feriante, al que se conocía como Nicolás el Chillón. El estruendo actual de decibelios era sustituido entonces por los toques de bombo y platillo del dueño de la noria, que a voz en grito preguntaba a sus clientes si querían dar más vueltas.
El día de la Virgen del Carmen Los Boliches vivía su fiesta mayor y en la que los pescadores aprovechaban para reparar y engalanar sus barcos, porque esa fecha era tradicionalmente la única del año en la que ninguna embarcación salía a faenar.
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