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Manuel Agustín Heredia.
Manuel Agustín Heredia

Manuel Agustín Heredia

Hombre de negocios e industrias, senador del reino e influyente personaje del siglo XIX. Famosas fueron sus ferrerías y talleres de la Málaga pujante

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Domingo, 6 de julio 2014, 03:32

Camerano como tantos otros que después de él se establecieron en Málaga, hombre de negocios e industrias, senador del reino e influyente personaje, de Manuel Agustín Heredia Martínez se cuenta que prestó apellido a los gitanos de sus ferrerías y talleres.

No es casual que la memoria malagueña en tantas ocasiones frágil e incluso cicatera en lo que se refiere a reconocer méritos en muchos de sus hijos tenga para nuestro personaje, todavía, un monumento a su recuerdo.

La vida de Manuel Agustín se inicia, por nacimiento, en la localidad riojana de Rabanera de Cameros, pero es en Málaga donde se perfila y proyecta su enorme personalidad desde comienzos del siglo XIX hasta que testa en 1846.

Nos hallamos ante la más gigantesca figura empresarial, comercial y política de la época. Ni siquiera el marqués de Salamanca, amo y señor de las finanzas españolas durante un largo periodo, significó para Málaga lo que este avispado camerano huido del hambre de su pueblo para insertarse en la sociedad malagueña. Lo suyo fue llegar y triunfar. Las tropas napoleónicas ni tampoco el bandolerismo que siguió a la invasión mermaron su espíritu aventurero, siempre dispuesto a la búsqueda de empresas cada vez más difíciles.

Él venció a todo y a todos y, como en otros casos históricos, fueron precisamente la guerra y las dificultades que halló a su paso lo que le empujarían al triunfo personal, primero, e industrial y social, finalmente. De su obra personal apenas quedan rastros. Pero sigue este don Manuel Agustín Heredia Martínez, desde su altar cívico en la avenida malagueña de su nombre, como aguardando impasible y silencioso el segundo alumbramiento del progreso industrial de la ciudad a la que amó.

Orígenes

Manuel Agustín Heredia Martínez nació en Rabanera de Cameros (Logroño) el día 4 de mayo de 1786. Fue el mayor de cinco herma¬nos de los dos matrimonios contraídos por su padre, Manuel Heredia Fernández. El primero, celebrado el día 13 de junio de 1785 con María Balbanera Martínez del que nacieron nuestro personaje y su hermana Josefa; las segundas nupcias del señor Heredia Fernández fueron con Antonia Escobar, de la que les nacieron sus hijos Francisco, Perpetua y Martín.

La llegada a Málaga de Manuel Agustín Heredia hay que situarla en los primeros años del siglo XIX, cuando ya huérfano, contando 15 años de edad, le vemos en Vélez-Málaga ingresando como aprendiz en casa de un comerciante.

«Ingresar» de aprendiz, según la práctica más corriente de la época, era vivir hospedado en la tienda donde se trabajaba; dormir en los huecos de los anchos mostradores o en la trastienda; servir a los intereses comerciales durante todas las horas del día mucho más si se trataba, como en su caso, de un comercio pueblerino, cabecera comarcal y tránsito permanente de criaturas; pagar en respeto y agradecimiento al dueño del cobijo; agradecerle, en suma, tanto hospedaje como alimentación y enseñanzas; y era, por último, recibir unas monedas dominicales para los menudc gastos del aprendiz.

Si los «usamericanos» tienen a gala llegar a la cumbre desde la venta de periódicos diarios, España y Málaga de una manera particular ofertaba entonces la posibilidad de llegar desde el hueco de un mostrador. Tal fue el caso del jovencísimo Manuel Agustín.

El profesor García Montoro, en su estudio biográfico del personaje, juzga que el joven Heredia debió permanecer en Vélez-Málaga unos dos años, que el chico encontró empleo en un negocio que no iba demasiado bien y que, mediante un trabajo concienzudo y entusiasta, logró enderezar su perdido progreso. Tanto, putualiza dicho autor, que cuando Manuel Agustín decide trasladarse a Málaga en busca de mejores horizontes, el dueño, reconociendo el trabajo realizado, pone ciertas trabas para su marcha.

La Málaga de entonces

Málaga que inmediatamente precede a Manuel Agustín Heredia Martínez es, a todos los efectos, la heredera de la virulenta fiebre amarilla que, manifestándose en Cádiz, Sevilla y Jerez en 1800, llega hasta nosotros en un brote espectacularmente violento en el verano de 1804. La cifra de muertos es considerable: 11.464 habitantes, la tercera parte del censo, de una población relativamente joven 21 y 40 años, según hemos recogido del estudio del también profesor Manuel Burgos Madroñera.

Como consecuencia de la mencionada catástrofe que retoma recidivada en 1821, unido a la pérdida de cosechas, aislamiento de la capital respecto a otras, la paralización de actividades portuarias y, por supuesto, la invasión francesa son hechos que contribuyen a profundizar en la crisis de la provincia malagueña.

Habrá que aguardar a los años veinte del siglo para que se atisbe la lenta pero fecunda recuperación, la cual se alcanzará casi al finalizar el segundo tercio de la misma centuria. A dicho progreso y fecundidad del fascinante desarrollo comercial e industrial de Málaga no es ajeno Manuel Agustín Heredia. Y no es ajeno a él porque con él mismo nacía; él era el propio progreso malagueño.

Manuel Agustín Heredia, en esos turbulentos años de la presencia francesa en Málaga, hizo compatibles y así lo asegura el profesor García Montoro sus fobias francesas con el tráfico comercial, de manera que se le ve vinculado en dicha época a los contrabandistas que suministran pertrechos y alimentos, procedentes de Gibraltar, a las huestes que luchan contra el invasor. El cumplimiento de sus patrióticos deberes y sus objetivos mercantiles eran posibles, entre otras razonez fundamentales, al disponer de residencia en Málaga y establecimiento comercial en el Peñón.

De este período de constante tránsito entre Gibraltar y Málaga, y más concretamente todavía por los contactos que estas correrías establecen con el nacionalista general Ballesteros, a la así lo asegura el profesor García Montoro sus fobias francesas con el tráfico comercial, de manera que se le ve vinculado en dicha época a los contrabandistas que suministran pertrechos y alimentos, procedentes de Gibraltar, a las huestes que luchan contra el invasor. El cumplimiento de sus patrióticos deberes y sus objetivos mercantiles eran posibles, entre otras razonez fundamentales, al disponer de residencia en Málaga y establecimiento comercial en el Peñón.

De este periodo de constante tránsito entre Gibraltar y Málaga, y más concretamente todavía por los contactos que estas correrías establecen con el nacionalista general Ballesteros, a la sazón responsable máximo de las operaciones militares, obtuvo autorizacio-nes para extraer grafitos en las sierras de Estepona y Marbella.

Pero dicha gabela es sólo la iniciación de actividades personales de carácter industrial porque, en efecto, hasta la primera década de 1800 no vemos a Heredia implícito en negocios de sociedades compartidas. Parece ser que sus primeras lanzas como creador de empresas las rompe en 1808, al lle¬var a cabo la creación de sociedades en Vélez-Málaga y en Gibraltar. Son negocios relacionados con frutos secos y vinos, que le hacen viajar de manera permanente, y son los socios, por tanto, quienes atienden la verdadera dirección física de las mismas aun cuando él, en algún momento, concierte con sus asociados regímenes de actuaciones personales cuando las circunstancias así lo demanden. Y esas circunstancias son, generalmente, la guerra napoleónica, que durante largos periodos lograba romper toda comunicación entre los socios.

Salones burgueses

Uno de los grandes sucesos en la vida de Manuel Agustín al menos ese tipo de azar personal que transforma su vida y sus propios objetivos fue su matrimonio con Isabel Livermore, que marcó su definitivo enraizamiento con la clase burguesa malagueña. Y lo marcó no tanto por burguesa, sino por clase activa, influyente y dominante en las más variadas situaciones; significa, además, su entrada en salones de refinamiento y de hábitos sociales a la moda.

Porque a Heredia, ya en el pleno disfrute de los altos beneficios económicos obtenidos de la guerra ontra los franceses, capaz de ir solo por el mundo de los negocios, lo que le importa verdaderamente a partir de dicho momento es entrar en la órbita social, de manera que con sigilo, pasos cortos y algunas operaciones comerciales en las que hace participar a personajes que dominan el distinguido ambiente provinciano de la Alameda Principal o la Alameda de los Tristes, hoy de Colón, prepara su entrada triunfal en el que fue templo blindado contra curiosos sin dinero y abierto, por ende, hacia los que llegan como él llegó con las faltriqueras repletas y el triunfo industrial y mercantil pintado en sus ojos, vivos y profundos, de sus treinta y siete años a punto de cumplir.

Así las cosas, y abierta para Heredia la tertulia salonera de don Tomás Livermore Page, conoce Manuel Agustín a la segunda de las hijas del anfitrión, la rubia Isabel, con quien contrae matrimonio el día 12 de abril de 1813 en la iglesia parroquial de Santiago. Es el más pomposo, ilustre, comentado y a la vez criticado y aplaudido matrimonio de los 128 que Burgos Madroñero tiene contabiliza¬dos dicho año en la citada parroquia.

Crece su fortuna

Casado ya con Isabelita Livermore, independizado de socios y entroncado con una de las más influyentes familias malagueñas, tanto más influyente cuanto más extranjerizada, se dedica con mayor ahínco a los negocios que, hasta el presente, le habían dado más experiencia.

Heredia no olvida que muchos de sus triunfos comerciales le vinieron de la mano de la guerra, y, estratega ante todo, recuerda la lección aprendida, de manera que desde la Casa Heredia y Cía. relanza su actividad hacia zonas gananciosas mediante las adecuadas técnicas, entre ellas sus exportaciones a la América hispana, peligrosas además porque coindicen con la bullanga inde- pendentista.

Los grafitos

Cuando aparece la ley de Minas de 1825, que reserva a la Hacienda Pública los grafitos marbellíes, pero que estimula al mismo tiempo la extracción de minerales así como el empleo de aguas de ríos y abastecimiento de leña procedente de los bosques, Heredia crea un año después dos sociedades a las que bautiza con los nombres de El Angel y La Concepción, a orillas de Río Verde, donde justamente hoy existe la presa del mismo nombre.

Creadas, pues, las sociedades, adquiridos los derechos sobre las extracciones y comprado al irlandés OShea el martinete que construyó casi a pie de mina, inicia las actividades de la ferrería. En ella encontraron trabajo cientos de malagueños, entre los cuales se hallaban numerosos que pertenecían a la etnia calé. Leyenda o vera historia, el caso fue que Heredia tuvo que mandar a Inglaterra a no pocos de aquellos gitanos con el fin de que se adiestraran en la laminación del hierro, ya pensando en La Constancia, que fundaría después en la propia Málaga. Pero como ninguno de ellos tenía «papeles», Manuel Agustín los preparó dando a cada uno de ellos su propio apellido, de manera que, todavía hoy, muchos descendientes de los citados «Heredia» afirman ser parientes de don Manuel Agustín.

Aparte de la actividad comercial, prestamista e industrial que caracterizó la actividad de don Manuel Agustín, destacó igualmente su poderío en lo que se refiere a la flota marítima de su propiedad. Cuando él y su mujer testan el 27 de febrero de 1846, y cuando un año más tarde, el 26 de agosto de 1847, se hace el «Inventario valorado de las fincas, buques', efectos del comercio, créditos y demás bienes quedados por la muerte del señor Heredia», anotan los albaceas un capital de 60.447.938 reales y un maravedí de vellón, entre cuyas representaciones figura la fragata «Isabel», los bergantines «Heredia», «Isabel 2.a», «Amalia», «Paquete malagueño», «Henrique», «Manuel», «Monte Carmelo», «Telémaco», «Ricardo», «Thomas», así como el queche «Matilde», el velachero «San Francisco de Paula», la goleta «Pepita» y la chata «Santa Bárbara», entre otras.

Una mancha queda en su palmarés de triunfante hombre de negocios e industrias: la desertización de los montes de Ojén y Marbella por la tala de árboles que utilizó durante años como combatible para las calderas de su complejo industrial en la zona marbellí donde instaló su ferrería.

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