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Un empleado de Emasa retira las toallitas filtradas en la depuradora del Guadalhorce en apenas 24 horas.

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Un empleado de Emasa retira las toallitas filtradas en la depuradora del Guadalhorce en apenas 24 horas. Salvador Salas

Las toallitas que se tiran por el váter ya son el problema más grave del saneamiento de Málaga

Cada mes se retiran en la provincia 400 toneladas de desechos que atascan tuberías, provocan vertidos fecales y averías con un sobrecoste anual de ocho millones anuales

Viernes, 29 de diciembre 2017, 00:36

Bastoncillos, tampones, preservativos, pintura, restos de comida, aceite usado, pañales,… La lista de residuos que acaban en el váter es de lo más variada, pero los que más quebraderos de cabeza están generando en las redes de saneamiento son las toallitas húmedas, ésas que fueron concebidas para la higiene de los bebés pero que en el último lustro han pasado a serlo para toda la familia. De momento, las múltiples campañas de sensibilización que se llevan a cabo no parecen dar demasiado resultado, puesto que todavía son muchos los que siguen utilizando el retrete como un cubo de basura sin ser conscientes, o sin importarles, que esos productos no desaparecen por arte de magia cuando se tira de la cadena. Más bien hacen todo lo contrario, ya que se convierten en una enorme masa de desperdicios que vuelven a aparecer en forma de atoro en los bajantes de los bloques de pisos y, ya en la red pública de saneamiento, también en los pozos de registro, los colectores y los sistemas de bombeo y depuración. Las averías en las infraestructuras están a la orden del día, y cuando eso ocurre se producen vertidos de aguas fecales a ríos, arroyos o directamente al mar a través de los aliviaderos. Especialmente los días de lluvia porque en la mayor parte de las ciudades las aguas pluviales y las residuales comparten tuberías y acaban rebosando. El sobrecoste en limpieza y averías ronda los 5 euros por persona y año, lo que en la provincia se traduce en unos 8 millones de euros anuales, que se elevan a 200 a nivel nacional.

El problema de los bastoncillos y demás productos de higiene personal no es nuevo. De hecho, las empresas de saneamiento han aprendido a convivir con ellos a base de nuevos equipos. Pero con lo que no pueden y con lo que reconocen verse desbordados es con el aluvión diario de toallitas. No pueden hacerle frente porque al estar compuestas de fibras textiles forman una madeja imposible de deshacer que además de obstruir las canalizaciones estropean los equipos. Y se sienten desbordados primero su uso se ha extendido a multitud de hogares y porque la mayoría de fabricantes las comercializan como biodegradables y algunos incluso destacan en su etiquetado que pueden tirarse al inodoro sin problema.

Vídeo. El gran tapón de toallitas que atascaba el colector de Málaga Este. SUR

Ciclo de degradación

Técnicamente, sí que se descomponen al contacto con el agua, pero tardan en hacerlo unas dos semanas mientras el papel higiénico se degrada en cuestión de horas, tal y como ha quedado constatado en un reciente ensayo en laboratorio realizado por la Empresa Municipal de Aguas de Málaga (Emasa) en el que se comparaba la capacidad de degradación de toallitas no aptas para WC, papel higiénico húmedo y el papel higiénico convencional sometiéndolos a una agitación constante.

Los efectos de las toallitas, en cifras

  • 400 toneladas de desechos se retiran al mes en las estaciones de bombeo y depuración de la provincia, de las que más del 90% son toallitas higiénicas. A esta cifra hay que sumar las que recogen las empresas de desatoros en los bloques de viviendas y las que quedan depositadas en las canalizaciones y salen por los aliviaderos cuando las tuberías no pueden soportar el aumento de caudal por lluvias o por averías.

  • 10-18% es el sobrecoste en gastos de depuración provocado por la presencia de toallitas en la red de saneamiento debido a mantenimiento y reparación de averías, según la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS). A nivel nacional, se estima en unos 200 millones.

Teniendo en cuenta que desde que se vacía la cisterna hasta que llega a la depuradora transcurren como mucho 48 horas, es obvio que no es tiempo suficiente para que el tejido se degrade. El resultado es que sólo en las estaciones de bombeo y depuración de la provincia se retiran cada mes una media de 400 toneladas de desechos, de los que más del 90% contienen toallitas higiénicas. A esas cantidades habría que sumar las que quedan depositadas en la red sin llegar a las plantas de tratamiento y se van acumulando e n las cañerías hasta que afloran convertidas en una maraña con las lluvias, ya sea por las alcantarillas o por los colectores y aliviaderos. La escena es de sobra conocida en ambos casos: malos olores y balsas de aguas fecales procedentes de las alcantarillas y vertidos a ríos, arroyos o directamente al mar porque los equipos no dan más de sí.

Vídeo. Experimento toallitas contra papel higiénico: sobran las palabras. SUR

«Por muchas inversiones en tecnología para tratar de filtrarlas y por muchas campañas de concienciación que se hagan, mientras se sigan vendiendo como si fueran desechables y la gente siga tirándolas por el váter no tenemos nada que hacer». Así de resignada se muestra la directora de Mantenimiento y Depuración de Emasa, Concepción Fernández Cotrina, para quien las toallitas se han convertido en «el problema más grave del saneamiento». Incluidas las desechables, puesto que al degradarse las partículas se desprenden y generan microplásticos que acaban en el mar sin ningún tipo de filtro.

«No se trata de que no las vendan, sino de que quienes las usen las tiren a la basura», remarca Fernández Cotrina mientras comprueba cómo en apenas 24 horas una cuba de 8 metros cúbicos se ha llenado de toallitas retiradas en la depuradora del Guadalhorce. «Hoy es un día normal. Cuando llueve esto es morir; una cuba detrás de otra», añade un operario quitándose unos segundos la mascarilla que le previene del hedor que desprenden estos desechos mezclados con las aguas residuales que hay que desprender de las máquinas de forma manual.

Arriba, toallitas vertidas al cauce del Guadalmedina tras las lluvias del pasado octubre. Abajo, bomba atascada en una estación de bombeo de Rincón de la Victoria y Maraña de toallitas extraída del bajante de un bloque de viviendas. Álvaro Cabrera y SUR
Imagen principal - Arriba, toallitas vertidas al cauce del Guadalmedina tras las lluvias del pasado octubre. Abajo, bomba atascada en una estación de bombeo de Rincón de la Victoria y Maraña de toallitas extraída del bajante de un bloque de viviendas.
Imagen secundaria 1 - Arriba, toallitas vertidas al cauce del Guadalmedina tras las lluvias del pasado octubre. Abajo, bomba atascada en una estación de bombeo de Rincón de la Victoria y Maraña de toallitas extraída del bajante de un bloque de viviendas.
Imagen secundaria 2 - Arriba, toallitas vertidas al cauce del Guadalmedina tras las lluvias del pasado octubre. Abajo, bomba atascada en una estación de bombeo de Rincón de la Victoria y Maraña de toallitas extraída del bajante de un bloque de viviendas.

El problema tiene carácter global, de ahí que empresas de 25 países hayan constituido el Grupo Internacional de Operadores de Servicios de Agua sobre Productos Desechables por el Inodoro para buscar el establecimiento de un mismo conjunto de condiciones que deben cumplir los productos para poder llevar la etiqueta ‘desechable vía inodoro’. Pero su magnitud se multiplica en territorios como Málaga, donde apenas llueve y, cuando lo hace, es de forma torrencial, de modo que todas las toallitas que durante meses han quedado sedimentadas en las cañerías son arrastradas hasta las estaciones de bombeo (instalaciones que son las encargadas de impulsar las aguas residuales a las depuradoras), generando problemas en bombas, filtros y tamices.

«Cuando se atasca se paraliza la función, el agua sube de nivel y rebosan los pozos de registro y se producen vertidos a calles, arroyos o a la playa», explica Jorge Gil, jefe de Servicio de Colectores de Saneamiento de Acosol, la empresa pública de aguas de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental. Además del impacto ambiental, este profesional pone el acento en el coste «bestial» que suponen las tareas preventivas de mantenimiento, la inversión en nuevos equipos y la reparación de las continuas averías, sobre todo porque los días que aumenta el caudal no hay equipo que lo soporte.

Pruebas de laboratorio constatan que la mayoría de toallitas tardan 14 días en descomponerse

Ponerle cifras a ese sobresfuerzo en recursos humanos y técnicos no es fácil, por no hablar del perjuicio ambiental que provocan, pero desde la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) calculan que el vertido de residuos sólidos al inodoro dispara los costes de depuración entre un 10 y un 18%. Un desembolso que aunque en un primer momento asuman las empresas finalmente acaban sufragando los usuarios a través de la factura. «La mayoría de los fabricantes de toallitas húmedas incumple los estándares de calidad porque deberían tener fibras enlazadas de forma caótica para deshacerse, como sucede en el caso del papel higiénico», afirma el presidenta de AEAS, Fernando Morcillo.

Desde Axaragua, la entidad pública que presta el servicio de saneamiento y depuración a los principales municipios costeros de la Axarquía, estiman que entre limpieza de bombeos y alcantarillado, retirada y tratamiento de residuos, mantenimiento y adecuación de equipos y reparación de averías el sobrecoste atribuible a las toallitas puede superar los 400.000 euros anuales. «La gente no es consciente de los problemas que provoca el uso indebido de las toallitas», expone el jefe de Explotación de Axaragua, Antolín de Benito. Y es que, como subraya Jorge Gil, «el hecho de que cuando se tira de la cadena desaparezca la toallita no exime al ciudadano de la responsabilidad del daño que causa».

Un mal hábito que alimenta a las empresas de desatoros

«Cuando empezamos en 1999 sólo éramos tres empresas. Hoy somos unas 25 en la provincia y tenemos más trabajo que en aquellos tiempos, la mayoría por los atascos que provocan las toallitas en las viviendas». Esta frase, pronunciada por el gerente de Desatoros Málaga, Enrique Godoy, escenifica a la perfección el agosto que en los últimos años están haciendo las empresas del sector a cuenta del mal uso de este producto, en contraposición al quebradero de cabeza que genera a las operadoras de agua. «El problema, además de que no se descomponen, es que no tienen poder de deslizamiento, así que cuando alguien las tira se queda en la arqueta o en la tubería, originando poco a poco un atasco», apunta el responsable de esta firma, quien pese a reconocer el beneficio económico que les reporta, pide a la población que depositen las toallitas al cubo de basura. «Egoístamente nos gustaría que tiraran más aún, pero honestamente les decimos que no lo hagan. Cuando actuamos en una comunidad se lo explicamos a los vecinos e incluso ponemos carteles informativos, pero a los dos o tres meses las arquetas vuelven a estar llenas de toallitas», explica.

En la misma línea se pronuncian desde Desatoros Pepe Núñez. «Pese a que en los últimos años hay más información al respecto y las toallitas que se fabrican son más desechables, la realidad es que casi todas nuestras actuaciones en los bloques de viviendas son por este motivo», afirma su administradora, Ana Núñez.

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