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José Vicente Astorga
Viernes, 20 de octubre 2017, 00:36
No hay certeza de que el futuro digital vaya a traer un mundo más feliz, pero sí con más tiempo libre, –renta básica e indirecta para los excluidos laborales, en la otra cara– pero las tareas rutinarias que no requieran interactuar con personas serán cosa de máquinas. ¿Será capaz la digitalización de crear nuevos empleos en similar cantidad? ¿Qué perfiles? ¿Cómo serán las nuevas relaciones laborales? Sobre todo en la consultoría y los servicios, la vinculación a una sola empresa no será la norma futura sino el trabajo–incluso simultáneo–en encargos de firmas diferentes, así en occidente como en Japón. Lo defendía ayer con conocimiento de causa Pedro Moreno, fundador y Ceo de la consultora Opinno, que forma y da salida ya a nuevos perfiles que el mercado demanda y que utiliza Internet para captar un talento que «ya no sólo está en las universidades». Para el editor de ‘Tecnology Review’ y ‘Harvard Business Review’, hay ya una «uberización del talento», y en el futuro «las horas de trabajo de la era digital cotizarán como una especie de bolsa porque exigirán una formación constante a medida que crece la oferta de profesionales que desplazan a los anteriores». Tanto Moreno como su compañero de coloquio sobre ‘El trabajo del futuro, el futuro del trabajo’, Naoyuki Nomura, Ceo de Metadata Inc y experto en inteligencia artificial, se apuntan a un cambio de modelo lejos del apocalipsis laboral a causa de la tecnología. Sus reflexiones cerraron los debates del XIX Foro España Japón, que reunió ayer en Málaga a 150 expertos, directivos y cargos públicos de ambos países. La globalización abrió los cuatro debates previstos. Manuel Muñiz, decano de la Escuela IEde Relaciones Internacionales, alertó de la crisis del modelo liberal, en el que crece el discurso antiélite, la clase media se empobrece y el populismo avanza». Reclamó «un nuevo contrato social» para ajustar al nuevo escenario político a la era tecnológica y abogó por cambios en la educación, en el reparto de rentas entre capital y trabajo y en la elección de la clase política. «No sabemos qué habrá después si Macron fracasa», dijo sobre el novedoso sistema de selección a golpe de click de candidatos del presidente francés.
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Si las incertidumbres globales están abiertas, no menos lo está el escenario cotidiano. Así, la movilidad en las grandes ciudades, el entorno en el que en las próximas décadas vivirá el 70 por ciento de la población, ofreció un generoso intercambio de ideas entre fabricantes, gestores municipales –Madrid, Barcelona y Málaga– y empresas como Hitachi y Fujitsu, y que fueron mucho más allá del coche eléctrico y autónomo. Así, Javier Pujol, consejero delegado de Ficosa, alertaba de los riesgos inversores del ‘harakiri’ que la industria del automóvil se está haciendo ya en occidente para extender el coche eléctrico. En el terreno de la gestión municipal, Luis Cueto, coordinador de Alcaldía de Madrid, se planteó el desafío de gestionar «el millón de coches que entran en la ciudad cada día», un entorno en el que, a su juicio, el coche eléctrico paliará pero no solucionará el problema. Cueto, que dijo que Madrid ya planifica su nuevo urbanismo de edificios sin garajes para disuadir del empleo del coche, aventuró incluso concesiones por barrios de las operadoras de mensajería, para paliar los efectos de este sector en el tráfico. Las infraestructuras de recarga eléctrica y los nuevos modelos de negocio en torno a ella, también abrieron el capítulo de incógnitas aunque quedó clara la necesidad de coordinación entre todos implicados para una movilidad que seguirá girando en torno al transporte colectivo.
Otro tráfico en alza, el de datos privados y su uso para fines comerciales, no suscitó tanto consenso, salvo el de que «nadie sabe donde están sus datos», afirmación desde el público que admitieron todos los ponentes. Borja Adsuara, experto en derecho digital recordó que la inminente directiva europea es de protección «pero también de circulación de datos», y planteó como límites el de la propia imagen y el derecho al honor». Considero inviable un sistema global para proteger la privacidad y propuso acuerdos entre la propia industria.
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