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Paco Moreno lleva doce años en Etiopía, donde preside una ONG de cooperación para el desarrollo. SUR
El abogado con raíces malagueñas que lo dejó todo para perforar pozos en África

El abogado con raíces malagueñas que lo dejó todo para perforar pozos en África

Paco Moreno, que pasaba sus veranos en Pedregalejo, fundó hace doce años la ONG Amigos de Silva para mejorar la vida de los habitantes de Etiopía

Amanda Salazar

Málaga

Lunes, 11 de junio 2018, 00:37

Cada vez que Paco Moreno acude a algún foro o encuentro en España a hablar del trabajo de su ONG en Etiopía escucha una y otra vez la misma frase: «Yo he pensado muchas veces en hacer la maleta e irme a ayudar en alguna causa solidaria». Pero lo suyo no son solo palabras. Este abogado madrileño lleva doce años viviendo en Etiopía, donde a través de la ONG que dirige y fundó, Amigos de Silva, realiza proyectos de desarrollo, basándose en un modelo de trabajo empresarial para garantizar los máximos resultados y mejorar así la vida de los habitantes de uno de los países más pobres de la Tierra.

Moreno fue uno de los protagonistas de la Jornada 'Hoy puedes cambiar todo' de la Fundación Harena, que se celebró el pasado miércoles, y deleitó a los asistentes con una historia de vida llena de anécdotas, casualidades y una muestra de que, con esfuerzo, se puede hacer realidad el sueño de contribuir a crear un mundo mejor. Un relato en primera persona sobre la cooperación para el desarrollo que trató de convencer a muchos de que 'si se quiere se puede' y de que un solo gesto puede cambiarlo todo.

Además, este hijo y nieto de malagueños habló de su vínculo con Málaga, donde ha veraneado durante toda su infancia y adolescencia, en concreto en la barriada de Pedregalejo, y de cómo un rondeño que conoció por azar en Etiopía le enseñó el arte de los zahoríes para encontrar agua. En total, ha construido con la fundación colaboradora Ayudare 31 pozos y otros 15 pozos a través de Amigos de Silva, con la que además ha podido rehabilitar otros 55 pozos más.

El arte de los zahoríes para encontrar agua

Amigos de Silva empezó a construir pozos en Etiopía en el año en el año 2008, de forma paralela a la construcción del nuevo hospital de Asayita, en la región de Afar. La dificultad con la que se encontraron es que apenas contaban con mapas hidrológicos, y los pocos estudios que existen son muy genéricos, lo que hacía complicado «acertar» a la hora de perforar. Por casualidad, Paco Moreno conoció en el año 2014 a un rondeño que trabajaba para una empresa extranjera en el país. Era un zahorí y su trabajo era encontrar el punto exacto de los acuíferos para construir los pozos. «Quiso enseñarme y me dijo que la energía que se necesita para ser zahorí o se tiene o no se tiene; y resultó que sí la tenía», dice. Desde entonces, han pasado del 55% de acierto a la hora de encontrar agua al 98%. Con un péndulo es capaz de calcular los metros de profundidad a los que está el agua. La Fundación Harena, con el Ayuntamiento de Málaga y la Diputación, han aportado cuatro bombas alimentadas con energía solar para sacar el agua. «Es la mejor tecnología porque, frente a la opción de un motor diesel, los paneles solares son más sencillos de mantener después por la población local», dice Moreno. Ahora, trabajan –junto al CSIC y el Ministerio del Agua de Etiopía– en un proyecto para eliminar el flúor del agua en los pozos en la zona central del país, donde el agua tiene altos niveles de este elemento debido a la falla volcánica «y produce malformaciones en los huesos».

«El agua es lo más importante en Etiopía y la clave de todo», explica Moreno. Hasta tal punto es importante en un país donde se llega a los 52º que cuenta con un ministerio propio en el Gobierno, señala. «Es básica para mejorar la salud de los habitantes ya que la falta de agua potable supone la aparición de enfermedades como el tracoma, lepra, tuberculosis, tos ferina, tétanos y difteria, esquistosomiasis, helmintiasis intestinales, conocidas como enfermedades vinculadas a la falta de higiene», indica. Además, es la causa de que las niñas no puedan acceder a la educación, ya que es costumbre que sean ellas antes de casarse las que acudan a los pozos a por agua para la familia, recorriendo decenas de kilómetros cargadas con bidones de hasta 25 kilos, lo que les impide optar a la formación. El acceso al agua potable y saneamiento contribuye también a reducir considerablemente la mortalidad infantil.

Hasta los 30 años, Paco Moreno no había tenido demasiado interés por el voluntariado. Señala que de hecho, el primer año que viajó a Etiopía pensaba irse de vacaciones a Grecia. Fue su amigo quien cambió los planes y le dijo que se iba de voluntario al cuerno de África. «Le dije, venga, pues vamos», recuerda. En ese momento, tenía un prestigioso bufete de abogados en Madrid que había empezado a tener casos importantes. Tenía casa, más dinero del que necesitaba. «La vida me había tratado bien», añade.

Primeros días de voluntario

No fue el único que se sumó a aquella aventura. En total, 28 amigos se marcharon aquel año a Etiopía a ayudar a las Misioneras de la Caridad. Imaginaban que llegarían con calor y se toparon con la temporada de lluvias. Los primeros días no fueron fáciles. Lo que vieron en la casa de las religiosas les dejó en estado de shock. «Nos pusieron a cambiar vendas a los enfermos; no sabíamos qué hacer. Al día siguiente me dieron una cortadora de pelo y tuve que cortarle al pelo a un hombre con una melena a lo afro imposible; cuando llegué a la mitad le dije en su idioma 'para' y me dijo que de eso nada. Todos los que estábamos allí nos reímos y fue cuando me relajé y dije, bueno, vamos a trabajar de verdad», explica.

En el mes que estuvo allí, pasó muchos problemas de estómago. Pensó que no volvería nunca. Al año siguiente, su amigo propuso regresar y para su sorpresa repitió. De los 28 amigos ya solo fueron dos. «Ya éramos unos voluntarios expertos», dice. Al tercer año, decidieron darle una vuelta y regresar ya como ONG. Crearon Amigos de Silva con la intención de aplicar criterios empresariales para estirar en lo posible toda la ayuda que llegaba y poder atender a más personas.

Desde entonces, ya dedicado por completo a la ONG, han pasado doce años. Dejó el despacho de abogados y los tribunales para poner su pequeño granito de arena contra la pobreza en Etiopía. Además de los pozos de agua, han rehabilitado un hospital en Dubti y han construido un hospital en Asayita, además de llevar a cabo campañas bucodentales, VIH, vacunación y oftalmología. A sus 43 años, a punto de ser padre de su tercer hijo, señala que lo que más destaca de Etiopía es su gente. «Son personas muy agradecidas y felices a pesar de no tener nada», dice. Ahora, va y viene de Etiopía –unas ocho horas de avión– para trabajar sobre el terreno, sensibilizar en España sobre la difícil situación del país africano y estar con la familia, que desde hace dos años, por cuestiones de seguridad en Etiopía, reside en Madrid.

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