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Ana Pérez-Bryan
Martes, 21 de febrero 2017, 18:55
Mucho han cambiado los usos y costumbres familiares desde la época aquélla en la que nuestros abuelos registraban los bolsillos y cajones de nuestros padres aún niños para controlar que no anduvieran metidos en líos. Tampoco era extraño que en caso de discusiones cayera un buen cachete donde a uno le pillara. Pero ni una cosa ni otra están bien vistas ni admitidas hoy, en una sociedad políticamente correcta que sin embargo ve (y sufre) cómo esas nuevas familias «están desbordadas por todos lados». De esos desbordamientos volvió a hablar ayer en Málaga el juez de menores de Granada Emilio Calatayud, que llenó el salón de actos del CAC Málaga para abordar el fenómeno de la Conciliación y la familia invitado por la Asociación Mujeres en Igualdad de Málaga.
En efecto, el juez Calatayud recordó ante un auditorio que le sigue y casi le venera cómo el cachete y la violación de la intimidad no estaban antes ni mucho menos cuestionados a la hora de educar a un niño. Es más, el magistrado reivindica esos recursos para los padres desbordados de hoy: «Un cachete no es un maltrato si se da en el momento justo y con la intensidad adecuada», admitía Calatayud poco antes de comenzar la conferencia pero dejando en el «depende de cada caso» dónde está la línea roja. Porque el juez retaba ya al público en plena conferencia a que alguien le explicase «cómo se educa a un niño sin un cachete». Calatayud sí tiene meridianamente claro, sin embargo, que «la familia sigue siendo el núcleo de todo», aunque también admitió que «los nuevos modelos a veces complican las cosas». Es decir, padres separados con sus vidas rehechas con otras parejas y los hijos de unos y de otros conviviendo bajo el mismo techo; y de telón de fondo las relaciones entre las exparejas con los niños «como arma arrojadiza».
En este cóctel en constante ebullición, el magistrado consideró que uno de los principales problemas que afrontan estos nuevos escenarios es el de «la falta de sentido común y de una cultura democrática», lo que a su juicio y en un plano más general deriva en una «falta total de respeto» hacia la autoridad de los padres. Sobre todo a la hora de conciliar las relaciones familiares en caso de parejas separadas: «Hay padres que olvidan que en algún momento de sus vidas quisieron a la otra persona, y que fruto de ese amor nacieron sus hijos»; de ahí los problemas que afrontan los jueces de familia a la hora de tomar decisiones sobre familias partidas en dos y con las custodias como principal caballo de batalla. Pero tampoco tiene dudas el juez Calatayud a la hora de abordar este asunto espinoso: «Soy partidario de las custodias compartidas siempre que tengamos sentido común».
El papel de las madres
En este amplio catálogo de situaciones marcadas por el «sentido común», el magistrado quiso dejar un mensaje a las mujeres. Es decir, a las madres «que están dispuestas a renunciar a todo por la custodia de sus hijos». «¡No seáis tontas, no seáis madres coraje!: vuestra vida la vais a vivir sólo vosotras, no vuestros hijos; y al final resulta que la mala eres tú porque te encargas de ser recta con los niños durante el tiempo que están contigo y durante el fin de semana el padre los malcría». Y añadió: «Hoy en día lo justificamos todo de nuestros hijos, sobre todo en el caso de padres separados que no tienen la custodia».
En este escenario, en el que por supuesto tienen otro peso determinante el acceso temprano a drogas, nuevas tecnologías o la nueva adicción al juego «estamos muy preocupados con eso», admitió, no es de extrañar que el magistrado dibujara un panorama con condiciones de tormenta perfecta y con consecuencias que dan que pensar: hijos tiranos, maltratadores y que viven absolutamente de espaldas a cualquier tipo de autoridad, ya sea la de un padre, la de un maestro o la de un juez. Por eso cerró con otro mensaje inquietante: «Hay niños de 8 años que son muy malos, y cuando tengan 15 serán criminales». Es decir, el cachete, pero a la inversa y multiplicado por diez.
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