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Juan Cano
Lunes, 6 de febrero 2017, 00:44
James O. sabía que su detención era cuestión de tiempo. La policía lo había identificado como uno de los amigos de la víctima, el británico Steven Allford (51 años), que fue hallado muerto el 21 de octubre del año pasado en el aeropuerto de Málaga. Incluso acudió al juzgado a declarar como testigo tras el arresto del hasta ahora único apresado por el caso, el finlandés Kimmo T. N. Dijo que sólo conocía de vista al inglés fallecido y añadió con cinismo: «Daría algo por ayudar a encontrar al culpable».
Poco después, un vídeo subido a Facebook en Finlandia reveló que James, otro de los indigentes que frecuentaban la terminal, también habría participado en las vejaciones a Steven, que murió ahogado en su propio vómito; lo hallaron tumbado boca abajo, atado con unas bridas al banco sobre el que descansaba su cadáver, y con los pantalones bajados. Habían colocado sobre sus glúteos dos lonchas de jamón y metieron sus genitales dentro de una lata de atún.
Las autoridades finlandesas encontraron por casualidad el vídeo el usuario que lo había subido lo retiró rápidamente, pero los agentes ya lo habían descargado y se lo enviaron a la policía española. Al verlo, los investigadores del Grupo de Homicidios descubrieron que James no era un simple testigo. Pero, para entonces, ya había desaparecido. No hallaron ni rastro de él en el aeropuerto ni en otros lugares de Málaga habitualmente frecuentados por indigentes. Ahora, tres meses después del suceso, el irlandés James O. (58 años) ha sido localizado y detenido. Acaba de ingresar en prisión.
Las últimas informaciones lo ubicaban en Algeciras, pero no fue fácil encontrarlo. Se había vuelto huraño y rehuía el contacto con otros indigentes. Tampoco solía visitar los recursos de los servicios sociales para alimentarse o buscar un techo donde guarecerse. Tras algunas gestiones a pie de calle, la Policía Local de la ciudad gaditana lo encontró el pasado jueves en un descampado de las afueras, según ha podido saber SUR de fuentes cercanas al caso.
Una dotación de la Unidad de Respuesta Operativa (URO), formada por agentes adiestrados para las intervenciones más complicadas, sorprendió a James en la tienda de campaña donde pernoctaba, que estaba escondida en el improvisado refugio que formaban varios coches abandonados. No le dio tiempo a enfrentarse a los policías, aunque aseguran las fuentes su reacción fue «hostil». Los investigadores están convencidos de que acabó en Algeciras huyendo de lo que pasó aquella noche en el aeropuerto, ya que no tiene arraigo ni conocidos en la ciudad.
Los agentes comprobaron su identidad y lo arrestaron en virtud de la orden de detención internacional dictada contra él y contra otros tres hombres identificados en el vídeo por la titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Málaga, que investiga la muerte de Steven por un posible delito de homicidio imprudente.
James O. apenas pasó un día en el calabozo. A la mañana siguiente, lo pusieron a disposición del juzgado de guardia de Algeciras. Al contrario que en su declaración como testigo, donde sí estuvo más locuaz, el irlandés guardó silencio y se acogió a su derecho a no testificar ante el juez, que ordenó su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza, según confirmaron fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). El titular del Juzgado de Instrucción número 2 de la ciudad gaditana, que estuvo de guardia la semana pasada, se inhibirá a favor de su homóloga malagueña.
Las pesquisas por la extraña muerte de Steven Allford han avanzado, aunque el caso aún está lejos de cerrarse. Faltan por detener los otros tres hombres identificados por la policía en el vídeo subido a Facebook, y en el que se observan algunas de las vejaciones sufridas por el indigente británico. Los tres siguen en busca y captura, ya que, al igual que hizo James, se esfumaron del aeropuerto al saberse cercados por la investigación. Como adelantó SUR el pasado 16 de enero, uno de ellos también es inglés y los otros dos, finlandeses.
Además de los rostros de los implicados, las imágenes grabadas con un teléfono móvil han desvelado otro dato clave para el caso: Steven aún estaba vivo cuando empezaron a vejarlo. En el vídeo aparece en la misma posición en la que horas después lo encontraría un vigilante del aeropuerto, ya cadáver. Aunque prácticamente inerte, producto de la borrachera, aún movía ligeramente la cabeza mientras el grupo se mofaba de él.
La vitalidad y la posición del cuerpo respaldarían la principal hipótesis de la investigación, que apunta en la dirección del homicidio imprudente al considerar que las bridas de plástico que le sujetaban al banco impidieron moverse a Steven, que se asfixió en su propio vómito. Así, Steven no sólo fue inmovilizado en tal estado de embriaguez que le impidió luchar por su vida, sino que además fue víctima de vejaciones o, como mínimo, de la profanación de su cadáver, dependiendo de si aún respiraba cuando le colocaron el jamón sobre los glúteos y le metieron los genitales dentro de una lata de atún. Los pantalones bajados hasta las rodillas hicieron pensar en una posible agresión sexual, aunque no se encontraron evidencias de ello en la autopsia, que sigue pendiente de los estudios toxicológicos e histopatológicos (examen al microscopio de los órganos), complementarios al examen forense.
La otra pregunta que queda por responder es por qué. Algunas fuentes apuntan a una pelea por comida, lo que explicaría la presencia del jamón y el atún. Tras el hallazgo del cadáver, los agentes interrogaron durante días a todos los indigentes que paraban por el aeropuerto y varios de ellos, que aseguraron conocer a Steven, coincidieron en que solía coger comida y bebida de los demás, pero que después no compartía la suya. Especialmente la bebida. El británico sufría brotes de esquizofrenia, de la que estaba en tratamiento y que mezclaba con el alcoholismo.
Steven tenía algunas reseñas en su historial delictivo que le habían llevado varias veces a estar entre rejas. La última, por homicidio imprudente, curiosamente el mismo delito por el que ahora se investiga su muerte, cometido en Francia. Salió de prisión el pasado agosto y volvió a Inglaterra. Unas semanas después, cogió un avión a España y acabó en Málaga. Sólo llevaba unas semanas durmiendo en el aeropuerto de la capital cuando el vigilante encontró su cadáver.
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