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Francisco Gutiérrez
Lunes, 30 de enero 2017, 00:24
El 27 de mayo de 1489, dos años después de conquistada la ciudad y estando los Reyes Católicos en Jaén, emitieron una Real Cédula con las ordenanzas para el gobierno y administración de la ciudad de Málaga. Esta Real Cédula, que se conserva en el Archivo Histórico Municipal, 'manda pregonar que todos los vecinos que quisieren arrendar tiendas, tenerías (curtidurías) acudan con sus arrendamientos a la Ciudad por pertenecer a los Propios.
Se acuerda que las personas que quisieren arrendar tiendas, tenerías y los molinos de Pimentel, vayan a las Atarazanas y, ante Diego García de Hinestrosa, regidor y Fernando de Arévalo, obrero, las arrienden ante el escribano del Cabildo'.
En 'Conversaciones Históricas Malagueñas. Parte II. Málaga Moderna', por Cecilio García de la Leña, 'presbíterio y vecino de dicha ciudad', impreso en 1792, recoge 'acontecimientos desde su conquista a los sarracenos, entrega de muchos de sus lugares, catálogo de sus obispos desde su restauración en 1487 hasta el presente, con todo lo acaecido en cada uno de sus pontificados'. Entre las personas nombradas en las capitulaciones, cita a Fernando de Arevalo, 'obrero mayor de Málaga, contador de Loxa y antes de Alora'.
Rafael Bejarano, en su libro 'Creación del Cabildo municipal por los Reyes Católicos', señala, respecto a esa Real Cédula, que los Reyes Católicos expresan su voluntan de que haya en la ciudad 13 regidores, ocho jurados y cuatro fieles. Serían nombramos por los reyes y permanecerían un año en el cargo; los jurados se encargarían de cada una de las cuatro collaciones o parroquias de la ciudad; y los fieles se turnarían en su cargo cada seis meses, de dos en dos. También habría en la ciudad siete escribanos públicos, uno el escribano mayor y seis los llamados de número.
El obrero fue nombrado por dos años, desde el 1 de enero de aquel de 1489, y tendría a su cargo el reparo de los edificios y muros de la ciudad. El nombramiento de los que le sucedieran en el puesto estaría a cargo de la ciudad y seguiría siendo para dos años. En el mismo asiento se da el nombre de este primer obrero, que fue Fernando de Arévalo; y se determina que el coste de dichas obras y reparaciones se ha de pagar de lo que ellos dieren para los propios, bienes y rentas que concedieran a la ciudad.
Los primeros impuestos
Los Reyes Católicos establecieron los primeros impuestos a pagar para la reconstrucción de la ciudad tras la reconquista. Establecen así, por ejemplo, que todas las cargas de pescado que se saquen de la ciudad o de cualquier puerto de mar de los lugares de su jurisdicción han de pagar 15 maravedíes por la carga mayor y 10 por la menor. También serán para la ciudad los derechos que se abonen en la alhóndiga, lugar donde se almacenaba y comercializaba el grano.
Los Reyes conceden a la ciudad todas las tiendas y tenerías (donde se adoban los cueros) así como sus rentas y frutos.
El diezmo (la décima parte del valor de mercancías) que se obtiene sobre la venta en Málaga de la cal, teja y ladrillo estaría destinado a la reparación y posterior mantenimiento de las fortalezas y defensas de la ciudad. La Real Cédula termina señalando, indica Rafael Bejarano, respecto a los propios, que también fuese para la ciudad la renta del peso de las mercancías que se comercializasen en Málaga.
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