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Detalle de la zona superior de la fachada del edificio del número 11 de la calle Atarazanas, una vez restaurada.
El barroco cobra vida frente a Atarazanas

El barroco cobra vida frente a Atarazanas

Los propietarios de un edificio del siglo XVIII ponen en valor su fachada con ayuda del Ayuntamiento

Jesús Hinojosa

Lunes, 1 de agosto 2016, 00:28

Por fin parece que le ha llegado su hora al edificio barroco situado frente a la fachada principal del mercado de Atarazanas. Siete años después de que fuera incluido en una 'lista roja' a nivel nacional de elementos del patrimonio arquitectónico que deberían ser recuperados, esta casona del siglo XVIII empieza a salir del deterioro que la ha marcado durante los últimos años. Un primer paso ha sido la restauración de su cubierta y fachada, una intervención que empezó el pasado mes de marzo y que ya está próxima a concluirse. Este periódico ha tenido la oportunidad de conocer de cerca los resultados de este proceso, que han desvelado alguna que otra sorpresa.

Ha sido una restauración con nombre de mujer, ya que sus responsables han sido la arquitecta Amparo Balón; Isabel Cisneros, de la constructora Rivervial; y Beatriz Martín, de la empresa Tarma Restauración y Patrimonio. Todas ellas han partido de la labor que llevó a cabo hace tres años la constructora Inicia Siglo XXI al reparar parcialmente la fachada de forma subsidiaria, por una orden del Ayuntamiento, ya que la inspección técnica obligatoria de este edificio arrojó un resultado desfavorable. Aquello fue únicamente un parcheo al que ha seguido esta otra actuación, que cuenta con ayuda de la Oficina de Rehabilitación del Ayuntamiento. En concreto, 73.927 euros para un presupuesto de 193.492 euros que incluye no solo la reparación de la fachada y la cubierta, que es lo que ahora se ha realizado, sino también de todo el interior, una segunda fase que por el momento no ha comenzado. El vecino que vive en la primera planta del edificio, Juan Solano, explicó que la restauración ha sido asumida también por la Junta de Andalucía, que tuvo en la segunda planta la sede de la Cámara Agraria.

«Ha sido una restauración muy singular porque nunca antes habíamos visto una decoración pictórica como ésta», resaltó la restauradora Beatriz Martín, quien explicó que, en otras fachadas de edificios barrocos, aparece una decoración que imita elementos de la arquitectura. «En este caso son las pinturas las que se adaptan a la espléndida arquitectura que tiene la fachada», apuntó. Se trata de paños que estaban escondidos no solo bajo capas de pintura, sino también bajo revestimientos, y que imitan placas de mármol de tonos rojizos y grises. «La imitación está hecha de forma muy detallada, es muy bonita», subrayó Beatriz, cuya labor ha dado como fruto un singular descubrimiento.

Y es que, tras el canalón vertical que recoge las aguas del tejado por el lado izquierdo de la fachada, han aparecido restos de pinturas de la fachada que tenía el edificio del solar contiguo, que fue derribado para dar paso a otra construcción. En efecto, puede apreciarse el dibujo de un pilar en tonos rojizos, muy vivos. «Es una pena que lo echaran abajo teniendo pinturas», comentó la restauradora.

Cerámica artesanal

Isabel Cisneros explicó que el citado canalón para recoger el agua de la lluvia ha sido realizado por un taller artesanal de Campanillas con técnicas de la cerámica antigua. Su color verde se debe a que han comprobado que era el que tenía el anterior del edificio, del que se han reutilizado dos tramos. En su fachada también han aparecido azulejos de ese mismo tono verde, en su zona superior. Todo el tejado ha sido reparado, y también los hermosos balcones con que cuenta el edificio, junto con su forja, en la que han aparecido sellos de la fundición que la hizo, aunque se desconoce cuál fue. También se han renovado los suelos de estos balcones, con solería de baldosas de cerámica. Otra singularidad de la reparación, que no se apreciará a simple vista, una vez que retiren el andamio que cubre la fachada, es que en los laterales de las bases de los balcones se han dejado fragmentos de los azulejos barrocos decorados que tenían y de los que solo han podido ser rescatados algunos. «Hemos querido conservarlos ahí como testigos de los que pudo tener toda la fachada», aclaró Cisneros.

Este edificio del número 11 de la calle Atarazanas está atribuido al arquitecto turolense José Martín de Aldehuela, que llegó a Málaga en 1778 de la mano del obispo Molina Lario para terminar las obras de la Catedral. La puerta de esta casona se parece a las del primer templo de la diócesis.

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