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José Manuel Gil y Luis, después de una sesión de buceo.
El milagro de Luis

El milagro de Luis

Un chico con un daño cerebral severo logra una recuperación total gracias al método de rehabilitación aplicado por su padre

Ángel Escalera

Viernes, 13 de mayo 2016, 00:48

La vida de Luis Gil parecía que se acababa en mayo de 2012. Tenía 12 años. Estuvo 20 minutos en parada cardiaca al clavarse por accidente una navaja cerca del corazón en la cocina de su domicilio de Madrid. Aunque los médicos lograron reanimarlo, el tiempo que su cerebro estuvo sin recibir oxígeno le provocó un daño cerebral severo. Incluso se temió que quedase de manera irreversible como un vegetal. Sin embargo, se hizo el milagro y en cuatro meses y medio, Luis no sólo despertó del coma, sino que volvió al colegio. Ahora, a sus 16 años, está recuperado del todo, sin secuelas, cursa cuarto de ESO y su capacidad congnitiva es normal. Detrás de esa recuperación está el sistema que aplicó José Manuel Gil Antón, padre de chico e ingeniero de telecomunicaciones. Esas vivencias están recogidas en el libro El viaje de Luis, publicado por la editorial Anaya y en el que José Manuel Gil cuenta cómo logró que su hijo se restableciera por completo. «Escribí el libro para ayudar a otros padres y a pacientes que pasen por una situación parecida a la de mi hijo», dijo ayer José Manuel Gil a SUR tras pronunciar una conferencia sobre ese asunto en el 54º. congreso de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física, que se celebra en Málaga.

La música fue uno de los elementos clave para que Luis superase el coma. Desde los primeros días, su padre le cantaba o le ponía auriculares con música muy alta para estimular y excitar su cerebro y, de esa forma, conseguir despertarlo. Una vez que el chico salió del coma, la música continúo presente todos los días, con una relevancia especial del saxofón, instrumento que Luis toca en estos momentos mucho mejor que antes del accidente.

Tres ejes fundamentales

José Manuel Gil basó la rehabilitación neurológica de su hijo en tres ejes. El primero consistió en un intenso ejercicio físico, con lo que, además de la producción de endorfinas, se activaron factores neurotróficos que fomentan el establecimiento de nuevas conexiones entre las neuronas y el nacimiento neuronal. El segundo eje, denominado trabajo neurológico, consistió en realizar a diario y de manera continua tareas de reaprendizaje de las diversas capacidades cerebrales perdidas por culpa del daño cerebral. De ese modo, se volvieron a establecer la conexiones neuronales perdidas, hecho que sucedió con neuronas que sustituyeron a las muertas y con otras, que aunque dañadas en el accidente, seguían vivas. El tercer pilar empleado fueron unos determinados compuestos, medicinas y suplementos, muchos de ellos naturales, que apoyaron el funcionamiento del cerebro y colaboraron en su restablecimiento.

A los cuatro meses y medio de la parada cardiaca, Luis volvió al colegio y, aunque tenía aún secuelas neurológicas, su escolarización le ayudó a superarlas. La rehabilitación prosiguió y al año y medio el chico se encontraba al cien por cien de sus capacidades, dijo ayer su padre. «Ahora, cuatro años más tarde, está estupendamente y sin ningún tipo de secuelas», señaló José Manuel Gil, que aseguró que todo lo que él hizo con su hijo está escrito en los libros. «Yo no me inventé nada. Lo que apliqué forma parte del conocimiento médico, lo que ocurre es que por diferentes motivos, y no sólo por cuestiones económicas, no se lleva a cabo o no se hace en todos sus términos», manifestó. Añadió que el sistema que él utilizó es aplicable a cualquier persona, aunque adaptándolo a las circunstancias especiales de cada caso.

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