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El eje Casapalma-Cárcer, que enlaza la plaza Uncibay con el Cervantes, acaba de ser semipeatonalizado.
La peatonalización del Centro de Málaga busca el equilibrio

La peatonalización del Centro de Málaga busca el equilibrio

Impulsa el turismo y el comercio, pero hay que resolver temas como la habitabilidad y las terrazas

Francisco Jiménez

Domingo, 17 de enero 2016, 14:25

Más de uno le costará echar la vista atrás, pero no hace tanto tiempo que los atascos, la doble fila y el continuo ir y venir de coches eran la estampa habitual de la calle Marqués de Larios. Pero el 14 de diciembre de 2002 todo cambió marcando un antes y un después en la fisonomía, y también el concepto, de lo que ahora es el Centro de Málaga. Ese día los malagueños descubrieron una nueva postal de la vía más emblemática de la ciudad, una estampa por la que se podía pasear con comodidad o ir de tiendas sin tener que mirar a un lado antes de cruzar. En definitiva, para disfrutarla a pie. Y así fue, porque una vez que los ciudadanos tomaron la calle, jamás la soltaron, y lo que en principio fue una peatonalización experimental durante un mes aprovechando las fiestas navideñas acabó convirtiéndose en definitiva pese a los reparos y temores previos que esgrimían vecinos y empresarios.

El resultado es evidente: Larios es una de las vías comerciales más transitadas y codiciadas del país en la que todas las grandes marcas quieren estar. A partir de ahí, en el Ayuntamiento lo tuvieron claro: había que potenciar el casco antiguo como espacio público y poner en valor el entorno de sus principales atractivos turísticos, desde la Catedral a la Alcazaba, pasando por el Museo Picasso o el Teatro Cervantes. Y ese reto pasaba, y pasa ahora, por convertir al peatón en el gran protagonista. Desde entonces, la almendra se ha ido blindando de coches. En algunas vías de forma total y en otras limitando la circulación a residentes y servicios públicos, lo que ha permitido reducir drásticamente la presencia de vehículos en la última década: de 63.200 movimientos diarios a menos de diez mil.

Ahora, con el inicio de las obras para revitalizar el entramado de calles entre un mercado de Atarazanas que emerge como referente turístico y una plaza de Camas que después del fiasco inicial ahora sí que empieza a cobrar vida, se da por completada la peatonalización del Centro. El desarrollo del Soho y la renovación del entorno de la Catedral son los grandes hitos más recientes, pero en los últimos meses también se han acometido otras actuaciones como las del eje Casapalma-Cárcer que comunica la plaza Uncibay con el Cervantes, además de las de Puerta Nueva y Comedias. Unas obras, financiadas mayoritariamente con fondos europeos, que a día de hoy permiten un itinerario a pie por los principales puntos del casco antiguo. Cara al futuro, también se asoman el eje Carretería-Álamos, la calle Victoria e incluso el lateral sur de la Alameda Principal, tal y como recoge el nuevo plan especial del Centro, aunque de momento falta lo principal: el dinero.

«Hace 20 años era impensable imaginar espacios peatonales o incluso semipeatonales en el Centro, pero en este tiempo el cambio ha sido tan exitoso que hasta en el resto de distritos nos demandan que peatonalicemos las principales arterias por el dinamismo comercial y la vida que cobra la zona», afirma el concejal de Ordenación del Territorio y Vivienda, Francisco Pomares, quien también pone el acento en la inversión privada que ha traído consigo como la creación de hoteles o la rehabilitación de edificios. En cualquier caso, reconoce que «no se pueden eliminar la circulación en todas las calles».

No es el único que así lo cree. «Antes, el tráfico impedía disfrutar de esta parte tan importante de la ciudad. Ahora, todo ha cambiado adquiriendo el Centro una vocación turística y una revitalización que además de generar una mayor actividad también produce unos ingresos altísimos». Quien hace esta afirmación es Juan Gavilanes, el arquitecto que junto a Iñaki Pérez de la Fuente y Francisco González diseñó la remodelación de la calle Larios y la plaza de la Constitución. Este urbanista defiende la peatonalización como germen del resurgir que ha experimentado el Centro, pero también advierte de que si no se quiere «morir de éxito» hace falta una mayor planificación «ahora se están haciendo tal y como se decide en un despacho», lamenta y, sobre todo, una simple cuestión de organización y coordinación para que todos los beneficios que trae consigo la peatonalización a efectos turísticos no se vean empañados por las dificultades que padecen día tras día quienes tienen en el Centro su residencia o su modo de vida.

Empezando por los vecinos, pero continuando con los comerciantes, los hosteleros y otros profesionales como los distribuidores de mercancías, los cocheros de caballos, los taxistas o los touroperadores que cada vez tienen menos paradas y más alejadas de los puntos de mayor afluencia. Pero también por quienes deciden moverse en coche, que puede llegar a ser un calvario, agravado ahora por las obras del metro.

Pros y contras

«Los vecinos nunca vamos a estar en contra de que se mejore el Centro, pero sí de esa política que permite que un espacio público que se rehabilita con el dinero de todos solo se destine al beneficio privado cuando se peatonaliza. Asumimos la dificultad que supone no poder llegar a casa con el coche para dejar la compra o tener que dar un rodeo para entrar o salir del garaje, pero no que peatonalización sea sinónimo de una privatización continua», advierte la presidenta de la asociación de vecinos Centro Antiguo, Ester Ramírez, en relación a la proliferación de terrazas de bares y restaurantes en estas nuevas zonas peatonales, con las calles que rodean la Catedral como exponente más reciente.

Los comerciantes no ocultan «las muchas ventajas» que desprende el salto cualitatvo experimentado en el Centro a pesar de los recelos iniciales que siempre genera la peatonalización, pero sin olvidar tampoco que la imposibilidad de aparcar sin rascarse el bolsillo les resta atractivo frente a las grandes superficies, tal y como señala la presidenta de la Asociación de Comerciantes del Centro, María José Valenzuela.

Pese a ser los grandes beneficiarios, los hosteleros también le ponen alguna pega, y va también en la línea de la falta de alternativas para quienes eligen o necesitan desplazarse en coche. «La peatonalización siempre viene bien, pero echamos en falta un estudio de las consecuencias reales que conlleva porque la gente necesita opciones para moverse. Por ello, hay que crear una mesa de trabajo con todos los actores implicados porque solo así tendremos un Centro en el que todos estemos contentos», propone el presidente de la patronal Málaga Hostelería, Jesús Sánchez, quien respecto a la ocupación de la vía pública con terrazas lanza la siguiente pregunta: «Si quieren quitar terrazas, ¿para qué se peatonaliza?».

La respuesta la aporta Francisco Pomares. «Hay que buscar el equilibrio. Las calles, plazas o bulevares no deben liberarse del tráfico rodado para pasar a ser ocupados en su práctica totalidad por terrazas o cualquier otro elemento o uso que impidan el disfrute público y directo de los ciudadanos», apunta el edil, quien reconoce que evitar esos desequilibrios es «fundamental». «Y creo que lo estamos consiguiendo», añade.

No lo ven así en algunos sectores profesionales. «En una ciudad 100% turística como Málaga nos parece estupendo que se amplíen las zonas peatonales, pero en el Centro abren continuamente más negocios que necesitan ser abastecidos mientras nosotros cada vez tenemos menos espacio y horas para acceder (de 7.00 a 11.00) y más distancia que recorrer», se queja Salvador Pérez, responsable de un colectivo que da trabajo a cerca de 3.000 personas en la provincia. Menos empleo, apenas medio centenar, generan los coches de caballos que pasean a los turistas, pero también piden más flexibilidad y, de paso, tiran de comparaciones. «En Sevilla pasean a sus clientes por la Catedral, el Alcázar y el parque de María Luisa, mientras aquí solo enseñamos el Paseo del Parque y la plaza de toros», remarca su portavoz, Antonio Domínguez. Al final, todo se reduce a una cuestión de equilibrio.

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