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Ignacio Lillo
Miércoles, 12 de noviembre 2014, 19:48
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Bernardo Moreno se encontraba en su puesto de trabajo, en El Corte Inglés, del que hoy es uno de sus responsables de mantenimiento. Desde allí pudo ver cómo un coche intentaba refugiarse detrás del centro comercial, en la calle Hilera, que se había convertido en un río. El vehículo fue desplazado por la corriente hacia la zona donde está la actual rotonda, en la entrada al parking, y la pareja que iba a bordo salió pidiendo auxilio. «Desde la acera de enfrente le lanzamos una cuerda, el chico cogió a la chica y tiramos de ellos hasta que los sacamos. Estaban muy asustados. El agua traía muchos más coches arrastrados que se iban acumulando», recuerda.
La aventura no quedó ahí. «En la puerta de personal, una mujer mayor se agarró a una señal y no podía moverse. Otro compañero de El Corte Inglés se amarró una cuerda y fue al rescate de la señora, con la ayuda de los demás». Una vez en tierra firme fue atendida por los servicios médicos del centro. «No me puedo olvidar de las caras de angustia de esas personas. No nos paramos a pensar en lo que nos podía pasar, sólo podíamos ayudar a toda esa gente que lo estaba pasando mal. Fue un momento muy dramático, inolvidable».
Este es uno de los puntos negros de la ciudad, donde el problema todavía no se ha solucionado. Moreno recuerda que en las últimas inundaciones, las de 2012, la calle Hilera se volvió a anegar, y cada vez que llueve con fuerza tienen que estar prevenidos para evitar males mayores.
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