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ÓSCAR BELTRÁN DE OTÁLORA
Domingo, 31 de julio 2016, 01:13
No se puede saber por qué lo hacen, pero sí intuir cuándo lo van a hacer. La oleada de actos terroristas cometidos en las últimas semanas por individuos aislados, en nombre de la yihad -Niza, Wurzburg, Saint Etienne du Rouvray- o por decisiones personales complejas -Munich, Japón- han evidenciado la dificultad de hallar un patrón para saber cómo los autores deciden pasar a la acción. Aun así, todos muestran rasgos comunes en el momento en que resuelven llevar a cabo sus matanzas.
Los recientes asesinatos cometidos por quienes decían actuar en nombre del Estado Islámico, como el francotunecino que asesinó a 84 personas en Niza o los dos jóvenes que degollaron al sacerdote en Normandía, se trata de perfiles totalmente distintos. Adel Kermiche, implicado en la muerte del cura Jacques Hamel, era un joven de 19 años fascinado por la yihad y obsesionado desde los diecisiete por ir a Siria para luchar con el EI. El criminal de Niza, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, de 31 años, era un fanático del gimnasio que arrastraba una historia personal de fracaso y desinterés por la religión. Pese a ello juró lealtad al Estado Islámico. Pero vistos en retrospectiva, sus comportamientos permitían intuir que algo iba a suceder.
Según una recopilación de textos académicos publicados este año en el libro 'Comprendiendo a los terroristas solitarios', de Michael Fredholm, cuatro características de este tipo de criminales son el resentimiento, la depresión, las crisis personales y cierta fascinación por la violencia o el uso de armas. En un estudio realizado hace tres años en EE UU en el que se comparaban las mentalidades de los asesinos y los autores de matanzas en colegios americanos con las de los 'lobos solitarios' -terroristas sin otros vínculos que la empatía ideológica con una causa y que deciden actuar en su nombre sin pertenecer a una célula- ya se anunciaban estos cuatro factores. Pero la dificultad a la hora de llegar a conclusiones certeras sobre qué tipo de trastorno padecían es absoluta, ya que en la mayoría de los casos la muerte de los criminales impide realizar estudios definitivos sobre su personalidad.
Aunque el análisis de los movimientos previos al ataque sí que permite detectar pautas que indican que los 'lobos solitarios' van a pasar a la acción. El psiquiatra de la Universidad de California J. Reid Meloy publicó en abril un informe para el FBI en el que avanzaba los ocho rasgos que, aislados o reunidos, se detectan tanto en 'lobos solitarios' como en autores de matanzas en colegios.
Preparación
Los futuros atacantes se obsesionan con la preparación del ataque. La violencia no es impulsiva. Obedece a un frío cálculo en el que acude al lugar donde quiere cometer el crimen, se documenta, saca fotos u obtiene mapas. Es el caso de Lahouaiej Bouhlel. Visitó decenas de veces el paseo de los Ingleses de Niza y preparó su carnicería durante casi un año.
Fijación
Los 'lobos solitarios' se obsesionan de forma patológica con una causa o una persona y sus relaciones personales se deterioran. El atacante de la iglesia de Normandía dedicaba largos mensajes en su teléfono móvil a hablar de la yihad y de sus atentados.
Mentalidad de guerrero
Quieren mostrarse como 'soldados' o 'pseudocomandos'. La parafernalia militar se convierte en una pauta de su comportamiento. Adel Kermiche se sacaba fotografías vestido de miliciano del EI.
Agresión de prueba
El psiquiatra Reid Meloy afirma que muchos 'lobos solitarios' cometen algún tipo de agresión física, ajena a la matanza que planean, con el fin de comprobar su nivel de violencia. En el caso del asesino de Niza, a comienzos de año fue detenido por golpear a un conductor con el que había tenido un pequeño percance.
Energía sin control
Los terroristas solitarios, en los momentos previos, pueden demostrar una hiperactividad absoluta, a menudo vinculada al crimen que preparan. El autor del informe cita el caso de Jared Loughner, que protagonizó un tiroteo en un mitin en Arizona en el que mató a nueve personas e hirió de gravedad a la congresista Gabrielle Giffords. Doce horas antes, Loughner multiplicó sus acciones, estuvo haciendo compras, habló con amigos, hizo consultas en internet sobre armas y ordenó sus pertenencias personales.
Contarlo
Los terroristas no profesionales no pueden evitar confiarse a una tercera persona. A Adel Kermiche, varios de sus amigos le habían escuchado decir que iba a entrar en una iglesia para degollar a un sacerdote. Pero nadie le creyó.
Comunicar la amenaza
Según Reid Meloy, se han dado casos de asesinos de masas o 'lobos solitarios' que han comunicado a las autoridades su intención de llevar a cabo un atentado. Paradigmático es el de Taimour Abdulwahab al-Abdaly, un sueco de origen iraní que en 2010 colocó dos coches bomba en el centro de Estocolmo, cuyas explosiones no causaron víctimas mortales pero sí heridos. Él murió en la acción. Horas antes había enviado un correo electrónico a la Policía avisando de sus planes.
Última salida
Los asesinos de este tipo tratan de convencerse de que la violencia es la única salida a su angustia. Ali David Sonboly, el joven que se suicidó tras asesinar a nueve personas en un centro comercial de Munich, mantuvo una estremecedora conversación con un vecino anónimo que le grabó desde su balcón y al que dijo: «Fui acosado por gente como usted durante siete años y ahora tengo que comprar una pistola para dispararle».
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