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fernando miñana
Miércoles, 10 de junio 2015, 00:10
Marta Vieira lleva media vida regateando los obstáculos del camino con sus piernas de Garrincha y la fantasía de Ronaldinho. Tiene 29 años y ahora está enredada en Canadá con la Copa del Mundo, uno de los escasos premios que no posee. Aunque el más grande de todos, el que tiene en la mirilla desde hace tiempo, es una medalla de oro olímpica en Maracaná en el verano de 2016.
La estrella del balompié femenino llegó al mundo en noviembre de 1986. Nació en el seno de una familia que vivía en un barrio muy humilde de Dois Riachos, una rancia población brasileña de 12.000 habitantes donde ver a una niña jugando al fútbol era un tabú. Su padre era barbero y cuando ella aún era un bebé abandonó a su madre, que tuvo que hacerse cargo de cuatro hijos. Fueron años cuesta arriba. Las pocas monedas que entraban en casa eran para comer. No había para libros ni para nada que no fuera estrictamente vital.
Martinha no pudo ir a la escuela hasta los nueve años. Hasta entonces intentaba aprender a leer y escribir apoyándose en La pandilla de Mónica, unos cómics muy populares en Brasil. Aunque a ella lo que realmente le fascinaba era irse a la calle a jugar al fútbol con los niños. Cuando había suerte pateaban un balón y cuando ya estaba inservible, como casi nadie podía comprar otro, se apañaban fabricando su propia pelota con bolsas de plástico bien apretujadas.
Sus hermanos mayores la perseguían para que dejara de jugar con los chicos. Los comentarios burlones, supurando machismo, herían a la familia, que no quería vivir avergonzada por aquella menina flaca como un alambre y rápida como el demonio. Para el brasilero de los años 90, las piernas del hombre servían para dos cosas: el fútbol o la capoeira; las de las mujeres, para otras dos: la playa o la samba. Pero cuando el agua embiste con toda su fuerza, no hay dique que la contenga.
Un día, en un torneo, un ojeador le echó el lazo. Le habló de un Río de Janeiro menos anticuado y algunos equipos, como el Vasco da Gama, con una sección para las mujeres. A los 14 años, seducida por su amor por el balón, decidió cambiar de aires. Como no había dinero para un billete de avión se subió a un autobús y no bajó la maleta hasta tres días y 1.600 kilómetros después. Allí quedó deslumbrada por esa ciudad reconocible por las películas y, tratando de amortiguar la añoranza, se entregó por completo al fútbol.
Su pasión, su talento y un cuerpo liviano pero poderoso la encumbraron con rapidez. Tenía un don y alos 17 años ya estaba disputando el Mundial de 2003, donde un representante de un equipo sueco se enamoró de aquella niña que admiraba a Rivaldo pero recordaba a Ronaldinho con ese magnético toque de balón. No fue fácil negociar con ella. No todas las casas de Brasil tenían teléfono y ella no hablaba ni una pizca de inglés. Pero en dos meses volaba a Europa para convertir al Umea en campeón de la Damallsvenskan, la liga sueca, en 2005 y 2006 con 111 goles en 103 partidos.
Cinco veces la mejor
Esos años se convirtió, entre Suecia y Estados Unidos, en la número uno. Y en los Juegos Panamericanos de 2007 logró derrotar a Estados Unidos en Maracaná ante 68.000 espectadores. Brasil rompió sus clichés y se rindió a sus pies. Dejó la huella de sus botas en el cemento y el mismísimo Pelé bautizó a Marta como Pelé con falda. «Aunque con las piernas más bonitas», bromeó O Rei.
Entre 2006 y 2010 fue coronada con el Fifa World Player. Cinco seguidos. Ni Messi. A quien, por cierto, nunca se atrevía a hablarle en las galas porque va «a la suya». En los últimos años han surgido alternativas como la estadounidense Abby Wambach, la heredera de su compatriota Mia Hamm, una leyenda, la mujer que popularizó el fútbol en Estados Unidos a pesar de su humildad «No he liberado esclavos, simplemente juego al fútbol», o la alemana Nadine Kessler, el último Balón de Oro, a quien sus rodillas de cristal la han dejado sin Mundial.
Marta llega a Canadá convertida en mito. Es uno de los iconos de Puma, como Usain Bolt, y espera convertirse en la máxima goleadora de la historia de los Mundiales. Ahora está empatada a 14 goles con una alemana ya retirada, Birgit Prinz. Qué lejos queda aquel largo viaje en autobús.
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Fernando Morales y Sara I. Belled
Paco Griñán | Málaga
Encarni Hinojosa | Málaga
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