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Susana Zamora
Domingo, 26 de julio 2015, 01:20
Suena a tópico, sobre todo si lo dice un malagueño, pero Jesús Reina no tiene ninguna duda de que Málaga es la mejor ciudad del mundo para vivir. Lo dice él, que a sus 28 años ya ha conocido algunas.
-De no haber sido violinista...
-Mago.
-¿Mago?
-Sí, sí. Desde chiquitillo me ha fascinado siempre la magia. Recuerdo que con cuatro años estaba en una tienda de zapatos con mi padre y llegó alguien que hizo desaparecer un pañuelo. Aquello me dejó marcado. Hace tiempo que no practico, pero ¡me encanta!
-Y ¿cuál es su mejor truco?
-Pues no lo puedo hacer porque la haría desaparecer.
-¿Sí? ¿En serio?
-No, ya de verdad. Hay uno que me gusta hacer mucho que consiste en doblar una carta, meterla en medio de la baraja y que aparezca doblada arriba.
-En una casa donde su pareja también es violinista (Anna Nilsen), ¿quién marca los ritmos?
-No es por ser diplomático, pero nos turnamos. Yo soy muy espontáneo y hago las cosas conforme van surgiendo; sin embargo, ella es lo que en América se llama una persona del tipo A, a la que le gusta planificarlo todo.
-De aquel niño prodigio, ¿recuerda haber echado en falta algo de un chaval normal?
-Pues recuerdo cabrearme. Pasaba mucho tiempo en casa de mi abuela y cuando estaba en la planta de arriba estudiando, escuchaba a los niños correr y divertirse. Me molestaba no poder estar haciendo lo mismo que mis amigos, pero a la vez sabía que lo que estaba haciendo merecía la pena.
-¿Qué le evocan los acordes verdialeros?
-Emoción. Recuerdo perfectamente la sensación que me provocaron los verdiales la primera vez que los escuché. Era un entusiasmo y una emoción la que sentía cuando escuchaba a mi abuelo tocar el violín que no quería dejar de escucharlo. Lo imitaba cogiendo con dos perchas. Era un sonido que casi me obsesionaba y aún hoy, me llena de energía.
-¿De qué le gusta conversar cuando no habla de música?
-Cuando estoy con mis amigos comentamos cómo está la sociedad, la situación actual, de lo importante que es disfrutar de los momentos.
-¿Es de esas personas a las que les gusta que le toquen el violín?
-Pues sí, ya que lo estoy tocando yo todo el día...
-No, no, creo que no me ha entendido, lo decía en sentido figurado
-¡Ah! A todos nos gusta que nos reconozcan el trabajo, pero justamente.
-Suele viajar con frecuencia, ¿qué es lo que más echa de menos cuando está fuera de Málaga?
-Unos mejillones fresquitos en la Casa de Guardia y un vino dulce me pone la sonrisa en la cara. Eso y los espetos, aunque los descubrí tarde, ya en la adolescencia.
-De sus diez años en Nueva York (de 14 a 24 años), ¿con qué se queda de esa gran ciudad?
-De su capacidad para sorprenderte, siempre hay algún sitio que te deja boquiabierto.
-Si pudiera elegirlas, ¿cuáles serían sus vacaciones ideales?
-Si existiese una máquina del tiempo que me permitiese ver civilizaciones pasadas, eso me encantaría. También la naturaleza, pasar tiempo en parajes naturales.
-¿Alguna vez ha dado la nota sin proponérselo?
-Seguramente, más de una vez, pero sin darme mucha cuenta.
-¿Qué le pasa por el cuerpo cuando escucha a tanto músico callejero?
-Como la música en los auditorios, lo hay mejores y los hay peores. He escuchado artistas callejeros muy buenos y, a veces, es más interesante lo que he escuchado en la calle que en el auditorio.
-Como impulsor de la escuela de alto rendimiento Ivan Galamian en el MIMA, ¿algún consejo para quienes empiezan ?
-Lo primero es saber si es algo que aman de verdad y si es así, yo les aconsejaría que fueran a por todas. En muchas ocasiones les gusta el instrumento, pero no estudiar, pero merece la pena ser duro y exigente porque esos son los niños que obtienen resultados.
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