![La exposición puede verse hasta el 17 de marzo en el Rectorado.](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/201801/25/media/cortadas/uma-kulB-U50785268791jj-624x385@Diario%20Sur.jpg)
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El toro tuerto asomaba en una de las caras del cubo que llenaron de helio para que se elevara sobre las cabezas de la gente en un movimiento con aires de metáfora de aquel pasacalles lúdico y crítico. “Acude a ver la ascensión del ‘Guernica’ a los cielos”, anunciaban los pasquines sobre la cita organizada aquel 24 de junio de 1981 en la plaza de la Merced, el mismo lugar donde cien años antes había nacido Pablo Ruiz Picasso, elevado por entonces a los altares de la exaltación colectiva y patriótica con el regreso a España de su pieza más emblemática.
Y en medio de aquel fervor popular, en la ciudad natal del genio, un profesor de Historia de la Arte de la Universidad de Málaga (UMA) había organizado un acto callejero “serio pero divertido”. Y aquellas palabras suyas sirven para ilustrar no sólo aquella acción, sino también la extensa obra de Juan Antonio Ramírez como intelectual, profesor y promotor cultural.
Justo a ese último ámbito dedica la UMA la suculenta exposición inaugurada esta mañana en las salas del Rectorado: ‘El bricoleur y la ciudad. Juan Antonio Ramírez y el ecosistema del arte en Málaga 1980-2000’. El montaje reivindica el papel de Ramírez como agitador cultural en los primeros años de la década de los 80 del siglo pasado y toma el pulso al cordón umbilical que unió al catedrático con el lugar que lo vio nacer de chiripa y a la que regresó en dos cursos académicos como a su Arcadia particular. Porque la muestra sondeam en esencia, lo que Ramírez dejó en la ciudad y lo que la ciudad caló en Ramírez.
“Es en Málaga y sólo en Málaga donde Juan Antonio Ramírez va a mostrar su vertiente más creativa”, ilustraba esta mañana la vicerrectora de Cultura de la UMA, Tecla Lumbreras, al hilo de la nueva propuesta que confirma el vuelo ascendente de la programación artística de la institución académica. Esa simbiosis entre teoría y práctica artística cobró forma en el propio Ramírez, diseñador y arquitecto de muebles de oficina convertidos en obras de arte, urdidor de estructuras móviles al estilo de Alexander Calder a partir de latas de conserva.
Al fin y al cabo, el proyecto plasma uno de los axiomas de Ramírez, fallecido en 2009 y figura esencial en la revisión y reflexión contemporánea sobre la Historia del Arte en España. Porque Ramírez entendía “el arte como un espacio para todos, como un espacio democrático”, en palabras de la profesora de la Universidad Autónoma de Madrid Rocío de la Villa, comisaria del montaje junto a la profesora de la UMA Maite Méndez.
De la Calle ha recordado cómo Ramírez “investigaba los asuntos artísticos abordándolos desde el punto de vista técnico”. Es decir, poniéndose manos a la obra, en el sentido literal de la expresión. Ahí están los planos y bocetos para El Templicón, el imponente mueble de madera que Ramírez confeccionó en 1982 como lugar de almacenaje de sus aperos académicos y que transformó en un pórtico de la gloria pictórica de la nueva figuración malagueña de la mano de los artistas Carlos Durán, Gabriel Padilla, José Seguiri y el propio Ramírez.
El rescate del Templicón, expuesto en los 80 en el Colegio de Arquitectos representa la punta de lanza de las bazas mejor jugadas por el proyecto de la UMA: mostrar los vínculos entre Ramírez y los creadores de la escena cultural malagueña de aquellos años. Y aquí la muestra también da buena cuenta de la versatilidad intelectual de Ramírez, que lo mismo se vinculada a los festivos pintores neofigurativos que a la guerrilla artística del colectivo Agustín Parejo School. De nuevo “serio pero divertido”.
De este modo, la exposición que se inaugura esta tarde y que podrá visitarse hasta el 17 de marzo en el Rectorado reúne una más que nutrida representación de aquellos pintores de la nueva figuración malagueña en un apartado inicial donde brilla de manera singular la ‘Cita en el Maricuchi’ (1980) de Daniel Muriel. Sigue el paseo por El Templicón y su proceso creativo y desemboca en uno de los hallazgos más luminosos de Ramírez: el Estilo del Relax. Con esa expresión, el recordado catedrático brindó un consistente cuerpo teórico a la idea del artista Diego Santos, autor del montaje de esta exposición, que vio vasos comunicantes en la estética de algunas construcciones singulares levantadas a mediados del siglo pasado a lo largo de la Costa del Sol. De nuevo algo “serio pero divertido”.
Como sucede en las creaciones propias de Ramírez: su latoflexia capaz de convertir recipientes de conservas en esculturas. Una selección de figuras convive con siete lámparas que hasta ahora habían permanecido en el entorno familiar. Aquí salen a la luz. La luz de Juan Antonio Ramírez, siempre serio pero divertido.
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