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El bailaor Rafael Amargo, en Marbella, donde estrenará la obra ‘Piedras Preciosas’.
Amargo abre en Marbella su nueva etapa de actor

Amargo abre en Marbella su nueva etapa de actor

Con 40 años recién cumplidos, el bailaor granadino asegura que ha llegado el momento de reciclarse como artista

Nieves Castro

Jueves, 9 de abril 2015, 18:42

El libreto cayó en sus manos durante unas vacaciones en la Costa Brava. Leyó del tirón el centenar de páginas que firma el dramaturgo Pablo Díaz sobre la intensa etapa que el artista Jean Cocteau vivió a comienzos de la década de los 60 en Marbella, donde entabló una relación especial con un joven bailaor gitano de la zona. El argumento le conquistó. Rafael Amargo decidió enfundarse en la piel de aquel muchacho llamado Manuel para encarar su debut en la escena como actor. El coreógrafo se estrena de la mano de los directores Raúl Mancilla y Andrea Chacón en una producción inspirada en testimonios de vecinos de Marbella.

El actor Manuel Salas (La Isla Mínima), afincado en esta ciudad desde hace años, encarna al poeta, dramaturgo, pintor y cineasta, y le da la réplica al bailarín, que en esta ocasión solo taconea en dos escenas de la obra. «Y, además, lo hago sin música», apostilla Amargo para recalcar que Piedras preciosas no es un espectáculo de danza, sino una obra de teatro de algo más de una hora a medio camino entre el drama y la comedia. El tinte dramático está asegurado por la tremenda historia de amor entre ambos personajes que no llega a consumarse por la diferente condición sexual de ambos y la risa por las anécdotas que surgen del choque de dos mundos distintos. Más allá de una tensión sexual no resuelta, la obra, que se estrena este fin de semana en el Teatro Ciudad de Marbella (21.00 horas), relata la historia de una profunda amistad entre dos personajes polares: Cocteau, el gran intelectual francés, y Manuel, bailaor marbellí, que no es culto de letras pero al que le sobra sabiduría popular.

«Creo que Piedras Preciosas es una obra perfecta para debutar como actor. Hago de flamenco y andaluz, dos cosas que me pillan cerca», bromea Amargo. Tras la ironía subyace el convencimiento de que ha llegado el momento de reciclarse como artista. «Poquito a poco iré dejando el baile. Todavía me quedan dos producciones grandes con mi compañía, que tengo comprometidas, pero sí... Podemos decir que estoy ante una pronta retirada de aquí a un par de años. Estoy casi despidiéndome», asegura a SUR con un toque melancólico en la voz.

Una revista y una de amor

A sus 40 años recién cumplidos, el artista es consciente de que su nivel de exigencia sobre el escenario tiene fecha de caducidad. «Ya no puedo seguir haciendo esas obras cañeras, virtuosas y de exposición. Para eso se necesita una forma física concreta y uno va teniendo canas e hijos. Y es maravilloso saber crecer, verlo y aceptarlo, porque se puede bailar de otra manera». Transparente como es el granadino, sus palabras cobran sentido conforme habla. Entre sus próximos proyectos para el teatro destaca una revista en la que actuará, cantará y bailará como exige el género. «Me apetece mucho hacerla porque creo que la revista está olvidada y esta es una obra en la que los protagonistas son cuatro vedettes hombres. Si empiezo en este mundo tengo que hacer cosas que marquen un antes y un después como lo he hecho en la danza», revela. Pero entre la gira con Piedras Preciosas y la revista, el artista estrenará en Buenos Aires Puta, con Emilia Attias, una historia de amor «con un guión súper fuerte».

Amargo está decidido a emprender una carrera en el arte en el que se formó. Cuenta que cuando era joven, para pagarse las «carísimas» clases de teatro con Cristina Rota, bailaba en el Café de Chinitas con Lola Flores y La Chunga. «Como bailaba medio bien fui enganchando un trabajo con otro, pero yo en realidad me fui a Madrid para ser actor, estoy bailando de casualidad», dice. A pesar de haber recorrido escenarios del mundo entero teme a la crítica ante su nuevo rumbo profesional. «Tengo que hacerlo bien porque no quiero que me califiquen de intruso. En España cambiar de profesión es muy difícil, pese a que se puede tener más de un talento».

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