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Premio Nacional de Fotografía en 2009, Gervasio Sánchez ha narrado desde sus crónicas y su cámara el horror de los conflictos en medio mundo. Ayer, bajo el título ‘Los rostros de la guerra’, hizo recuento de las lecciones aprendidas durante su aplaudida trayectoria a través de una masterclass en el Ateneo organizada por la Sociedad Fotográfica de Málaga (SFM).
–En una de sus fotografías aparece la biblioteca de Sarajevo destruida por el fuego. Ha dicho que le recuerda lo frágiles que son los puentes de la convivencia. Resulta simbólica esa imagen ahora.
–Crecí en Cataluña y tengo allí familia y amigos. Jamás pensé que llegaríamos a esta situación. Los puentes se resquebrajan cuando se generan tensiones; primero se producen fisuras, luego viene el atrincheramiento y se acaban destruyendo esos puentes. Hay muchas personas que no saben qué significa la potencial ruptura de la convivencia porque nunca lo han vivido. Piensan que no vamos a liarnos a tiros porque no hay armas, pero yo he visto saltar países en pedazos cuando se desmorona la convivencia.
–¿Qué papel juegan los medios de comunicación en ese contexto?
–Han formado parte del descalabro de la tensión y de la subida del tono. En vez de buscar la promoción de diferentes puntos de vista, tanto los medios catalanes como estatales han contribuido a incendiar los ánimos.
–¿Atraviesa la prensa española una crisis de credibilidad?
–Está clarísimo. La prensa española comenzó a jugar con la confianza de los lectores cuando más dinero se ganaba con el periodismo. Padece una crisis de identidad por su incapacidad de analizar lo que ocurre en el país, y no solo me refiero a Cataluña. Los periodistas debemos ser vigilantes de los poderes políticos y económicos. Para mí, el periodismo es tan importante como la educación o la sanidad. Sin buen periodismo, cualquier sociedad está condenada al fracaso.
–¿Cree en la objetividad?
–Para nada. Hay que sacar del vocabulario periodístico esa palabra maltratada, pisoteada y envenenada. Nadie es objetivo, ningún texto lo es. Sí debemos ser rigurosos. Siempre.
–¿Imagina cómo hubiera sido su trabajo hace décadas con la ayuda de la tecnología actual?
–Me hubiera encantado tener los sistemas de transmisión actuales hace treinta años. Dejé de enviar crónicas desde Centroamérica porque no tenía un teléfono a mano. Después nació el fax y fue una revolución, pero me hubiera gustado tener la tecnología actual en Sarajevo o en El Salvador... O en Ruanda, cuando veía a la gente morir de manera brutal y no tenía posibilidad de enviar crónicas.
–¿De la guerra vuelve uno siendo la misma persona?
–Vuelve creyendo menos en la bondad de los ciudadanos. En condiciones anormales, cuando todo se desmorona, cualquiera de nosotros sería un criminal. De hecho, muchos de los que ahora matan y violan son personas normales que meses antes no hubieran matado a una mosca.
–¿Qué le parecen las redes sociales?
–Estoy alucinado viendo cómo personas a las que considero inteligentes se dedican todo el día a rebuznar por Twitter con una ansiedad extralimitada por dar su opinión de forma permanente. Incluso sacrifican buenos arranques de reportajes.
–¿Y qué me dice de la polémica sobre las imágenes de atentados?
–Da idea de los niveles de cinismo e hipocresía en los que vivimos instalados. A mí no me indigna ver la fotografía de unos niños muertos; lo que me indigna es que estén muertos y no en la escuela.
–También le ha indignado el Premio Princesa de Asturias a la UE.
–Europa ha humillado y pisoteado a los refugiados. No ha cumplido su palabra. Es un descalabro moral.
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