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Regina Sotorrío
Lunes, 12 de diciembre 2016, 00:27
A algunos les cuesta ubicarlo en el calendario. «¿Cuándo dices que fue aquello?», «¡qué barbaridad!», «ha pasado toda una vida», «demasiado tiempo, es sangrante». Quienes hablan para este artículo firmaron junto a otros miles de malagueños el documento La Aduana, para Museo que se publicó en estas mismas páginas el 3 de diciembre de 1997; y ninguno puede evitar una expresión de asombro cuando confirma la fecha.
Unos formaban parte de la comisión ciudadana que cada lunes a las 8 de la tarde se reunía en El Pimpi para debatir cómo afrontar la reivindicación, otros respaldaron de inmediato con su rúbrica y en las manifestaciones la que creían una causa justa y necesaria: devolver los fondos del Bellas Artes junto a los arqueológicos a un lugar emblemático de Málaga. Y entre todos apuntaron nada menos que a la sede del Gobierno central. De sus declaraciones, 19 años después, se desprende alegría por la conquista ciudadana, pero también cierta melancolía. No quieren olvidar que el recorrido ha sido largo, tanto que son muchos los impulsores del proyecto (como Rafael Puertas, su director entonces) que se quedaron por el camino. Gracias a todos ellos inabarcables en estas líneas la mítica pancarta La Aduana para Málaga que recorrió las calles de la ciudad se transforma en La Aduana ya es de Málaga. El Museo de Málaga abre hoy sus puertas.
Cuenta Antonio Soler que en aquellas manifestaciones participaban personas «a las que nunca más» se volverá a ver tras una pancarta. «Fue un fenómeno muy de agradecer que desmentía esa leyenda de la Málaga tabernaria y con desidia con sus bienes más preciados», defiende el escritor. Hoy se pone remedio al «despropósito» que ha supuesto «tener ocultos y confiscados» los fondos del Bellas Artes durante años. «Se recupera así un edifico que es de lo mejor que hay en la ciudad, un espacio emblemático que afortunadamente se dedica a la cultura y que arece que estará a la altura de los mejores museos. Es un punto de reclamo más para el turismo cultural», mantiene.dasdasd
Para Salvador Moreno Peralta es el día de celebrar la victoria de la ciudadanía, pero «sin olvidar nunca» lo que ha costado llegar hasta aquí. «Estoy contento porque este sí es el verdadero museo de Málaga. El Picasso está muy bien, pero es de Picasso. Y los demás son estupendos, pero franquiciados. El auténtico museo de la ciudad es este, ahí está su historia», subraya el arquitecto. Los fondos arqueológicos son, en su opinión, «la gran sorpresa» de la colección acrecentada con los hallazgos de los últimos 30 años pero reconoce echar en falta una mayor representación de la pintura malagueña de la Generación de los 50, de quienes formaron una «escuela importantísima de la modernidad». «Es una lástima, pero no empaña la satisfacción que sentimos por la recuperación de un edificio y unos fondos magníficos», añade.
Desde hoy Málaga «vuelve a estar completa». Para Mario Virgilio Montañez, «una parte de lo que somos y nos representa faltaba desde hace años». «Habíamos ido a otras opciones, pero la esencia de la ciudad y su historia estaba aquí en un comienzo y ahora vuelve a estar aquí», reflexiona. Él y Rafael Inglada recibieron el encargo de Eugenio Chicano (por entonces director de la Casa Natal de Picasso donde ellos aún trabajan) de escribir un borrador del manifiesto que después se leería en la primera manifestación multitudinaria. «Y me sorprendió lo que ocurrió. Pensé que iba a ser una cosa para cuatro gatos, y al final fuimos varios miles de gatos. No me imaginaba que el ciudadano de a pie, el que está fuera de la cultura, se involucrara y se echara a la calle. Por lo tanto, era de justicia que llegara este día», argumenta.
Justo cuando se abran las puertas de la Aduana, Rafael Alvarado cerrará una etapa «que ha durado demasiado tiempo, es sangrante». Impulsor de la comisión ciudadana que levantó la voz contra la «injusticia brutal que suponía cerrar un museo (el Bellas Artes) para abrir otro (el Picasso)», el pintor pone hoy fin a dos décadas de «incertidumbres, movilizaciones e inquietud en la ciudad». Pero sabía que este día llegaría: «Porque teníamos algo importante de nuestra parte: la razón, y eso al final se impone», sentencia. La consecuencia de esa lucha con «varias batallas dentro de las batallas» es desde ahora «la guinda del pastel» en el conjunto de museos de Málaga. «Será de los más importantes de España por la magnífica rehabilitación del edificio y la ubicación de las obras», declara. Y deja algo claro:«Esto no ha caído del cielo. Ha llegado porque la gente se ha implicado».
Para el arquitecto Carlos Hernández Pezzi, existen tres tesoros culturales en Málaga: el Picasso, el CAC y ahora La Aduana, «el más querido e imbricado en la ciudad, la joya de la corona». «Creo que los malagueños aún no saben que este va a ser un gran museo, de los más grandes de España. Es un edificio fastuoso para cualquiera que estudia arquitectura, se ha hecho una rehabilitación excelente y cuenta con una museografía muy buena», enumera. Considera un acierto haber mantenido unida la colección de Bellas Artes y la arqueológica, pese a los sucesivos intentos municipales de trasladar esta última a otro espacio. «Los mejores museos de Bellas Artes, como es el de Bilbao, tienen ese lapsus y no albergan la arqueología. Y es fundamental para entender el siglo XIX, el siglo XX y la historia en definitiva», detalla Hernández Pezzi. Haciendo memoria recuerda con «satisfacción» aquel movimiento «masivo y participativo» que se propagó con carteles de despacho en despacho, por las calles del Centro, en los barrios «Y una vez que empezó la rueda a rodar ya era imparable. Tardara lo que tardara».
Hoy se completa «el recorrido cronológico» por la Historia del Arte y Málaga se reafirma como referente museístico. Así lo defiende Alfredo Taján, que traza una «hoja de ruta» por la evolución de las manifestaciones artísticas sin salir de la ciudad. El Picasso y el Pompidou representan las vanguardias; el Ruso propone una «mirada al exterior»; el CAC exhibe «las últimas apuestas consolidadas del arte»; y el Thyssen aborda el XIX andaluz. El Museo de Málaga va ahora un paso más allá y reúne en un edificio que es «una joya en sí mismo» el arte desde la prehistoria hasta bien entrado el siglo XX. «Ha sido necesario muchísimo tesón, pero hemos llegado a buen puerto. Estamos logrando que Málaga no sea solo una referencia turística de sol y playa, sino de potencias artísticas y literarias fenomenales y extraordinarias», se felicita.
«Ha pasado toda una vida», dice José Antonio Garriga Vela con cierta melancolía. Se suma al refrán «más vale tarde que nunca», pero no obvia una reflexión: «El que debía haber sido el primer museo en abrir en Málaga pasa a ser el último». «Te deja un sentimiento extraño, como el de ese actor al que le dan el premio cuando ya está en las últimas. Está bien que llegue, pero me hubiera conmovido más antes», sentencia el escritor. Eso no quita para que afirme con rotundidad que hoy «volvería a apoyar» esa petición a la que se sentía muy cercana por todos sus vínculos con el mundo artístico, «y porque siempre preferiré más un museo que una comisaría». «Me encanta que Málaga sea hoy la ciudad de los museos, pero esto llega muchísimos años después y son muchos los pintores que no lo verán», concluye.
Le costaba creer que hubieran pasado 19 años desde que estampara su firma en el documento. Por ntonces era profesor universitario, hoy es vicerrector de la Universidad de Málaga. «Esto ha sido un anhelo larguísimo. Era una necesidad de la sociedad malagueña porque es el gran museo pendiente, el que dará verdadero carácter a la ciudad de los museos», mantiene. Este «hito histórico» repercutirá en la Universidad de Málaga, donde será un punto «de referencia» para los alumnos de todas las disciplinas que tienen que ver con las Humanidades y abrirá la puerta a «explorar posibilidades» con el resto. «En la Historia del Arte hay muchos nexos de unión con la formación académica universitaria. Seguro que nuestros estudiantes podrán acudir de visita y también realizar prácticas y diversas actividades en el seno de este gran museo», sostiene.
«Hace 19 años no teníamos muchas cosas en Málaga, y nos quitaban una de las pocas que sí teníamos». Esa sensación fue la que impulsó a Felipe Romera por entonces consejero delegado del Parque Tecnológico de Andalucía (PTA), hoy el director general a estampar su firma junto a la de miles de personas en La Aduana, para Museo. «Era una magnífica infraestructura para la ciudad y había que luchar por ello», argumenta. Pasado el tiempo, Romera afirma que la satisfacción hoy «es mayor» que la que hubiera sido entonces: «Porque Málaga ofrece ahora un escenario museístico fantástico. Creo que llega en un momento muy adecuado. Málaga se está configurando como un lugar excelente alrededor de los museos y esto viene a poner la guinda. Está en el mejor lugar de Málaga y en el mejor edificio».
«Tras 19 años ¡Figúrate! Enhorabuena a todos». Son las primeras palabras que salen de la boca de Eugenio Chicano al preguntarle por sus sensaciones ante la apertura. Asegura que los sucesivos retrasos no le hicieron perder la esperanza. «Sobre todo porque en este proyecto hay una base fortísima, que es la ciudadanía», y cuando se une se demuestra capaz de influir en la política. «Si se pretextúa con calidad, veracidad y con un proyecto tangible que convenza, la gente va a todos lados. Ahora, si vas con medias tintas, ahí ya no funciona. Esta era una reivindicación muy clara. Teníamos todo, con los fondos empaquetados y guardados, solo nos hacía falta el sitio y el dinero. Y se ha conseguido», manifiesta el autor del emblema de la comisión ciudadana.
Entre las primeras reuniones de la comisión ciudadana en El Pimpi en las que «a veces no éramos más de siete personas» y la multitudinaria inauguración prevista para hoy, han sucedido demasiadas cosas. Entre otras, que les tildarán de «locos» por pedir la sede del Gobierno central para un museo. Pero cuando Vicente Granados, por entonces presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País, vio cómo miles de personas se echaron a la calle bajo un mismo lema, lo tuvo claro: la Aduana para Málaga «iba a salir hacia adelante». Esa reacción de la sociedad civil fue algo «insólito», fruto de un impulso de las gentes de la cultura unido al sentimiento de una ciudadanía cansada «de que se le ninguneara». Para Granados, tras tantos «avatares», ser testigo hoy de la apertura del Museo de Málaga «compensa todos los sinsabores». «Porque por fin los malagueños van a disfrutar de su pasado y espero que también de su futuro», declara. El resultado, avanza, es sencillamente «espectacular».
Cristóbal Toral tiene que hacer un ejercicio de memoria para recordar aquel momento en el que estampó su firma en el manifiesto. Han pasado 19 años, «algo surrealista», pero también «mágico» al comprobar los efectos de aquel movimiento ciudadano. «Como pintor y como malagueño, me alegra mucho que tengamos un museo más», afirma. Mantiene que un acontecimiento de estas características «siempre es una buena noticia. «Porque, ¿qué sería París sin el Louvre y el Pompidou, o de Nueva York sin el MOMA, el Guggenheim y el Metropolitan? El arte es un motor fundamental de la economía, la gente va a estas ciudades a ver los museos», argumenta. Aunque se haya dilatado en el tiempo más de lo debido, para Toral la apertura significa que los políticos, «con la cantidad de críticas que se merecen, hacen en esto una labor interesante».
Francisco Jurado está feliz: «La satisfacción más importante es que a mis 72 años pueda ver el museo hecho realidad». Asegura el pintor que nunca perdió la ilusión, «aunque con las guerras y guerrillas políticas que ha habido tendría para escribir 40 libros». Pero hoy, insiste, «lo importante son los ciudadanos». «Lo único que deseo es que la sociedad civil abra ya el museo y esté para uso y disfrute de todos», afirma el presidente de la Asociación de Artistas Plásticos de Málaga (Aplama). Y añade: «Que aquí no se apunte el tanto nadie, fue la presión de la sociedad civil la que ha hecho que esto abra».
Para Alfredo Asensi hoy es el día de «felicitarse» por el trabajo bien hecho. En un doble sentido: por una «obra fenomenal» a la altura de los fondos de Bellas Artes y Arqueología que se exponen; y por el triunfo de la movilización ciudadana que lo reivindicó dos décadas atrás. «Siento una gran satisfacción. Ha llevado su tiempo, pero el grito La Aduana para Museo llega al final de una etapa muy importante para Málaga», mantiene Asensi, por entonces al frente de la Academia Malagueña de Ciencias, que desde el principio respaldó la iniciativa. No se entendía que se dejara fuera de circuito la colección artística de Málaga y que la Academia de Bellas Artes de San Telmo «quedara desamparada y sin sede». Han sido años de dudas, de «no saber si había voluntad política para acometer la recuperación del edificio», de declaraciones que pedían la separación del Bellas Artes del Arqueológico, de obras a las que «nunca se les ve el final»... Ahora, asegura, todo eso se «compensa» con esta «extraordinaria noticia: Málaga ya tiene su propio museo».
Evaristo Guerra suele decir que todos los sueños «son posibles». Una filosofía que aplica a sus ensoñaciones pictóricas de la realidad y ahora también al «esperado» Museo de Málaga. Pero puntualiza: «Era un sueño no solo de los pintores malagueños, sino de todos, del público general, de cualquier amante del arte». «Ha tardado más de lo que pensábamos porque la burocracia política es interminable, pero hay que ser positivos y aquí se ha hecho una labor muy buena para Málaga», declara el pintor, con dos obras en los fondos del Bellas Artes.
Desde Milán, donde actúa en La Scala, Carlos Álvarez se congratula de la «anhelada noticia» de la apertura del museo «tras años de escepticismo y vicisitudes». «La ciudad adquiere un nuevo espacio expositivo para una colección autóctona y espero que pueda acoger, entre otras, tanto manifestaciones artísticas diversas a la plástica como ser sede de alguna institución académica. Enhorabuena a nuestros conciudadanos», concluye.
Confiesa que al principio no creía que lo fuesen a conseguir. «Pero a mitad de camino, cuando vi la implicación de la gente, ya sabía que era posible». Hoy el galerista Pedro Pizarro celebra «con mucha ilusión» que la Aduana para Málaga sea una realidad, aunque «tardía». Porque no será «un museo más» de los que ya presume la ciudad, «va a ser un hito en un edificio dieciochesco espléndido, bien situado» y con una «gran colección» que viaja por la historia de Málaga.
Era una reivindicación evidente, «el museo estaba en cajas», era «normal» que la sociedad se uniera en esta demanda. «Pero históricamente en Málaga hay que luchar por lo obvio», lamenta Álvaro García, que en 1997 publicó en SUR un Romance de la Aduana en el que animaba a salir tras una pancarta antes de la primera manifestación de diciembre. Por eso ahora, a las puertas de la inauguración, no puede evitar sentir un cruce entre «felicidad y melancolía». Alegría porque Málaga ya pueda enseñar «su propio ajuar»;pero tristeza por una «ciudad disparate» que tarda dos décadas en lograr algo «incuestionable»: «Corríamos el riesgo de que fuera tan antigua la lucha como los fondos».
«De ser un edificio civil de gran categoría arquitectónica, y de estar dedicado a sede administrativa y a cosas que muchas veces es mejor no recordar, hoy es un lugar de cultura», reflexiona José Manuel Cabra de Luna, para quien la apertura del Museo de Málaga es «el triunfo de la persistencia». Para el pintor y actual presidente de la Academia de Bellas Artes de San Telmo, representa «una metáfora de la vida de la ciudad en estos años, del giro que ha dado Málaga y del camino que ha recorrido». El Museo de Málaga permitirá contemplar tres siglos de arte, del XIX al posPicasso, además de todos los fondos arqueológicos, «algo que no ofrece ninguna ciudad media europea». Cabra de Luna invita a ver la variedad museística «como un todo». «Los museos no son compartimentos estancos que viven en sí mismos, encerrados, uno se tiene que abrir al otro y todos ellos tienen que intentar dar una oferta conjunta, porque la Historia del Arte es un continuo conjunto, no está compartimentada», defiende.
«¡Diecinueve años ya! ¡Qué barbaridad! Parece algo increíble, de novela», exclama Antonio Morales, presidente en aquel momento del Ateneo de Málaga. Recuerda la movilización ciudadana como algo «mágico»: «No existían precedentes de todo un pueblo señalando para uso cultural un edificio emblemático, que también tenía su lado oscuro (particularmente, en los tiempos de la dictadura)». Pero, en su opinión, cuando una sociedad «ve la política como la herramienta en virtud de la cual se pueden conseguir cosas, se logra un imposible». «Es algo milagroso. Podemos estar orgullosos», añade. Porque el edificio en sí es «magnífico», pero Morales destacada además el enfoque que se le ha dado: «Una cosa tan simple como que el patio central sea una plaza más de la ciudad, un espacio público, me ha dejado boquiabierto. Lo han engrandecido».
Reconoce Mariluz Reguero que cuando volvió a sujetar la pancarta ahora con el ya es para Málaga para la fotografía de SUR sintió una «emoción tremenda». «Y encontrarnos allí tanta gente demuestra una vez más que esto era de todos y sigue siendo de todos», señala quien fuera portavoz de la comisión ciudadana creada a finales de los 90. Tras años de espera, hoy la ciudad gana un museo «modélico en rigor, en seriedad y en colección». «No nos equivocamos en elegir el edificio civil más importante de la ciudad para contener la historia de Málaga desde sus principios hasta los 80. Tenemos unas colecciones extraordinarias», valora. Ahora es el momento de «disfrutar y presumir» de lo que la ciudad atesora. «Es una gran satisfacción y un enorme orgullo tener todas esas piezas del Bellas Artes y el Arqueológico donde deben estar, en la Málaga que le enseñamos a todos los que vienen a visitarnos. Es un sueño cumplido», concluye.
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