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Regina Sotorrío
Jueves, 10 de diciembre 2015, 00:36
Está siempre «dos pasos atrás» de Joaquín Sabina, pero no le importa. Hasta le gusta. Pero cuando Sabina descansa entre gira y gira, Pancho Varona se alía con Antonio García de Diego para seguir paseando el repertorio sabinero por los escenarios. Y aquí sí dan un paso al frente con las canciones que defiende el del bombín, pero que llevan la firma de los tres. «Eso nos da ciertos derechos para hacer alguna versión un poco alocada sin que se nos caiga la cara de vergüenza», dice Varona. El guitarrista y compositor, «andamio» del de Úbeda según reconoce el mismo Sabina, propone el 11 de diciembre una Noche Sabinera en la sala París 15. Un concierto para escuchar y también para atreverse a cantar junto a Varona, García de Diego y Mara Barros, la corista del poeta canalla.
Cuando Sabina descansa, usted y Antonio García de Diego cogen la carretera y siguen de ruta.
Cuando Sabina descansa, a nosotros lo que más nos gusta es seguir llevando a Sabina de viaje sin que él se entere (ríe). Él se queda en casa, pero nosotros lo llevamos en volandas a todas las ciudades y es una felicidad.
Lo de descansar no va con usted.
Yo debo ser hiperactivo o algo parecido. Y sería terrible con la falta de trabajo que hay que yo no dijera que sí a todo lo que me sale.
Sin Sabina vigilando, ¿se permiten ciertas licencias?
Sí, muchas (ríe). Pasan cosas, hacemos nuestras propias versiones de las canciones y se las contamos a Joaquín, que se muere de risa. Somos un poco gamberros. Como hemos hecho las canciones con Joaquín, eso nos da ciertos derechos sobre ellas para hacer alguna versión un poco alocada sin que se nos caiga la cara de vergüenza.
Muchos pensarán que Contigo o Y sin embargo son canciones de Sabina y punto. ¿Cómo sienta eso?
No nos sienta mal. Yo estoy acostumbrado, soy compositor de canciones. Y ya sé que la gente dice que No me importa nada es de Luz Casal. Es lógico, no pasa nada. La gente no mira tanto los créditos para saberlo. Y en el caso de Sabina, las escribimos con él, pero él es quien las defiende. En ese aspecto estoy muy bien ubicado, no tengo ningún tipo de mala sensación. Al revés, estoy muy orgulloso.
No le importa estar en la retaguardia.
Me gusta estar dos pasos atrás.
En cada concierto Sabina repite que su relación dura más que la que haya tenido con cualquier mujer, ¿cuál es el secreto?
Yo he visto pasar tres o cuatro mujeres muy importantes en su vida, y aquí sigo yo todavía. Somos un matrimonio maravilloso. Joaquín siempre dice que seguimos juntos porque no hay sexo (ríe).
Seguro que podría escribir un libro con todas las anécdotas de las giras.
Estoy en ello, lo que pasa es que como no soy escritor me cuesta mucho sentarme a escribir. Me impone un tremendo respeto, pero lo terminaré.
¿Alguna anécdota en Málaga?
Recuerdo una en la feria que no se puede contar (ríe a carcajadas). Pero en Málaga hay muchas porque Joaquín empezó tocando en Pedregalejo, en el Zambra, con Antonio Sánchez, ilustre malagueño ya fallecido. Nunca estuve en ese bar, pero Joaquín hablaba sin parar de todo eso.
Pero las cosas en gira ya no serán como antes. Ni Sabina ni usted son los de hace 20 años.
No, pero también por suerte. Hemos pasado de tener una vida muy buena a tener una vida mejor. Se nos han acabado ciertas fiestas y ahora somos gente mucho más sensata. Esa madurez da un grado de felicidad que yo recomiendo. He tenido suerte y yo me he agarrado bien a ella.
¿Y los dos dieron juntos ese paso?
Sí. Joaquín tuvo un ictus en 2001 y ahí estábamos todos muy preocupados por la salud de Joaquín y por la nuestra propia, porque nos podía pasar a cualquiera en cualquier momento. Joaquín lo explica muy bien: «Vamos a levantar el pie del acelerador un poquito». Es lo que hicimos y nos ha salido bastante bien.
Si no hubiera dicho aquello de «Yo me las sé todas» cuando Sabina preguntó quién conocía a un guitarrista tras un concierto, ¿qué hubiera sido de usted?
¡Esa frase me salvó la vida! Yo nunca quise ser músico de pequeño, era opositor al Ministerio de Defensa, porque mi madre trabajaba en el Ministerio del Ejército del Aire y me podía enchufar. No se me hubiera ocurrido jamás en la vida que me iba a dedicar a esto. Yo solo tocaba la guitarra en mi casa. Cuando dije «yo me las sé todas» me lancé a un precipicio, y bendito sea ese precipicio.
Le echó valor.
Sí, un valor que no es habitual en mí porque yo soy cobardón. Por eso pienso que hay que ser valiente en la vida. Una cosa de esas de repente te salva de una triste vida en un Ministerio.
Sigue de cerca la actualidad política, ¿qué echa de menos?
Al presidente en los debates, por ejemplo. Aunque luego también hay demasiado ruido mediático. Que si uno sube una montaña, otro sube a un globo o se va a bailar a otro programa. Yo echo de menos un debate serio entre los cuatro candidatos principales que van a decidir mi futuro. Pero lo cierto es que llevo echando de menos al presidente en mi país cuatro años, no es novedad.
Se habla poco de cultura.
Poquísimo. Como puso Jorge Drexler en un tuit, en el debate que hubo no salió la palabra cultura ni una sola vez. Así está este país.
Si estuviera en su mano, ¿cuál sería su primera medida?
Aunque la cultura es importantísimo, hay cosas que lo son más, como evitar los desahucios, las amnistías fiscales, acabar con la corrupción, no dejar que gobiernen los bancos un país... Y luego, por supuesto, bajar el IVA cultural.
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