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Antonio Javier López
Jueves, 3 de septiembre 2015, 23:59
Cuando tenía doce años, su tío le regaló una cámara, una Kodak Instamatic para ser tan exactos como su memoria, y con las mismas se fue a ver procesiones de Semana Santa. Y entre aquellos cirios prendió una mecha que todavía ilumina imágenes en Senegal y Tailandia, en Etiopía y Vietnam. Países que alguien bautizó como emergentes, a falta de un apellido mejor, a los que Manuel Viola viaja y regresa, siempre con las fotografías que tomó el año anterior. «Esas imágenes, en realidad, son suyas, de esa gente», abrocha este médico que dedica los pocos ratos libres de la agenda a la Sociedad Fotográfica de Málaga (SFM) que preside.
En apenas tres años, el colectivo ha reunido a más de 80 apasionados de la fotografía, que cada tres meses presentan sus creaciones a un concurso interno. El premio consiste en formar parte de la exposición antológica que la Sociedad organiza cada año en el Ateneo de Málaga, donde ha encontrado cobijo mientras llega una sede estable. «En cada edición se presentan más de 150 obras y luego el jurado escoge, siguiendo como único criterio la calidad», argumenta Viola. El resultado de la última selección es tan abierto y diverso como pretende serlo la propia entidad. Un conjunto de 81 instantáneas de temática, estética y sensibilidad diversas, que podrán verse en el Ateneo malagueño hasta el próximo día 30.
La mirada sensible y viajera de Antonio G. Redondo, la investigación formal en el paisaje urbano de Cinta Cazorla, la delicadeza compositiva de Horacio Muñoz o la frontalidad sincera y desnuda del propio Viola desfilan por una muestra abierta al mundo en la localización de las escenas, pero también en la amplitud de miras de la propuesta.
Porque, como destacaba el presidente de la entidad en el texto de presentación de la entidad en su primera exposición antológica, la SFM «renuncia desde sus inicios a cualquier actitud exclusivista, personalista o de lucro y quiere compartir, aunar esfuerzos, y crecer desde la actividad fotográfica propia de los socios».
Perfiles diversos
Unos asociados que responden a un perfil tan plural como el de las instantáneas reunidas en la tercera exposición colectiva de la SFM. «Hay desde chavales de 20 años hasta personas que ya suman más de 70. En la mayoría de las ocasiones, se enteran de la existencia de la Sociedad por otros componentes del colectivo, en las exposiciones que organizamos o a través de las actividades que ponemos en marcha. Les invitamos a asistir a una de las reuniones que organizamos cada quince días y si después les interesa, pues se quedan», explica Viola.
Al hilo de esa actividad desplegada por la Sociedad en sus tres años de vida, Viola destaca de manera preferente las iniciativas relacionadas con la formación. «Para nosotros es un pilar fundamental, entendido además en dos vertientes: de una parte, la formación académica sobre técnicas y procesos de producción y, por otra parte, la educación visual de la mirada». En esa senda, la Sociedad ha contado con ponentes de la talla de las fotógrafas Cristina García Rodero o Isabel Muñoz.
Creadoras viajeras, como la mirada del espectador en las salas del Ateneo, puesta frente a los arrozales de Gunung Kawi (Bali) y la dársena portuaria de Málaga, ante las sillas de la terraza del Café Florian en la plaza veneciana de San Marcos y el claroscuro de la Rue des Innocents en el corazón del Marais parisino, bajo lluvia en Madrid y las nubes sobre la raspa de pescado arquitectónica en el Palmeral de las Sorpresas.
Aunque, para (gratas) sorpresas, las que aguardan en la exposición de la Sociedad Fotográfica de Málaga.
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