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Antonio Javier López
Martes, 24 de marzo 2015, 01:48
Apenas ha retocado «unos pequeños detalles» en las dos exposiciones que ya cuelgan en las paredes de Tabacalera. Desde hace una semana, Eugenia Petrova, vicedirectora del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, supervisa sobre el terreno la carta de presentación de la primera filial en Europa de la centenaria institución. El estreno, mañana miércoles.
El director de la agencia municipal que coordina la llegada de la Colección Museo Ruso, José María Luna, suele repetir que este centro «va a sorprender» al público. ¿Qué cree que será lo más sorprendente para los visitantes?
Para el público local todo será una sorpresa, porque en España, por desgracia, no hay mucha información sobre la cultura rusa. Además, no se trata sólo de una época, sino de un periodo temporal muy grande, desde los iconos del siglo XV hasta mediados del siglo XX y dentro de este lapso de detallan casi todas las corrientes de la pintura. Por tanto se puede apreciar tanto el desarrollo general, algunos en paralelo con el arte europeo, y al mismo tiempo cosas específicas de la cultura rusa.
¿Cree que la Colección Museo Ruso puede romper los estereotipos sobre el arte ruso, como espera el director del Museo Estatal de San Petersburgo, Vladimir Gusev?
Desgraciadamente, hay un estereotipo muy fuerte de que lo principal y casi lo único que hay en la cultura rusa son los iconos y las vanguardias. Y no es cierto. Me gustaría que los visitantes tengan la oportunidad de ver otras obras y sus diferencias de la obra europea.
Ya que habla de Europa, ¿qué llevó al Museo Estatal Ruso a elegir Málaga como sede de su primera filial en el continente?
Fue justo al revés: fue Málaga la que eligió al Museo Estatal Ruso de San Petersburgo. Tuvimos una filial durante diez años en Japón, así que no es nuestra primera experiencia de exponer la obra rusa fuera, aunque en Europa sí.
¿Qué papel espera que juegue la comunidad rusa en la Costa del Sol en el desarrollo del proyecto?
Espero que los rusos instalados aquí echen de menos su cultura y su país. Tienen aquí un mini museo. Algo se conoce porque hay algunas obras y algunos nombres de la colección que son muy conocidos, porque se estudian desde el colegio, pero muchas de las obras expuestas en Málaga se han elegido de manera expresa para este proyecto. Fueron elegidas para ser reveladas aquí. Espero que sea útil e interesante para la comunidad rusa; pero también tengo esperanzas de que sea interesante no sólo para la comunidad rusa, porque nos gustaría que los españoles se interesasen por la cultura rusa. Este museo no está sólo dirigido a la comunidad rusa, más bien todo lo contrario, al menos en principio. En principio nos dirigimos más al público local que a la comunidad rusa.
Depende del 'marketing'
A la hora de atraer al público, ¿le preocupa la lejanía de Tabacalera respecto al circuito expositivo del centro de la ciudad?
Me preocupa. El Pompidou se encuentra en mejor ubicación. En el centro de la ciudad tendría más efecto, pero esta ubicación también tiene sus ventajas: muchísimo espacio, muy bien distribuido... Para el museo es lo mejor. Ya todo depende del 'marketing'.
Ya que habla de 'marketing'. Este proyecto ha recibido críticas por responder al modelo franquiciado. ¿Qué le parece que un museo acaba convertido en una marca?
No veo el problema ni el peligro en el 'marketing', en los museos como marca. La gente los conocerá mejor. El arte ruso no se conoce, así que cuantas más filiales haya, cuanto más se pueda exportar, mejor.
En el caso de Málaga, estarán un poco alejados del epicentro de la oferta cultural.
Muchas ciudades tienen ese mismo problema: cuando te alejas del centro ya no encuentras el mismo nivel de equipamientos culturales que ofrecer a la gente. Así que es una oportunidad para ofrecer en la zona una visión diferente de pasatiempo. Eso no va a pasar de una vez. La gente tiene que acostumbrarse. Este es un museo distinto. Bajo la responsabilidad del Museo Ruso hay cinco palacios y cada vez que se abría un nuevo palacio pasaba lo mismo: los recién incorporados iban recibiendo visitas poco a poco.
¿Cree que en diez años habrá tiempo suficiente para lograr ese hábito?
Sí, creo que sí. En los propios museos del Museo Ruso ese fue el tiempo que llevó acostumbrarse.
¿Y qué estrategias concretas piensan seguir para captar visitantes?
Nos vamos a dirigir a distintos públicos. A los niños, seguro, a través de talleres, visitas temáticas, cine, conferencias, iniciativas en las dos salas didácticas de las que dispone el museo... Los niños son lo más importante, porque es donde hay más oportunidades desde el punto de vista educativo. Además, en el futuro pensamos crear aquí una de las filiales de los Amigos del Museo Ruso, que es una organización que trabaja dentro de la comunidad del museo, tanto rusos, como españoles y de otras nacionalidades.
¿Cómo se va a organizar la relación del museo matriz con la filial malagueña?
Ya hay acuerdos para la exposición anual y para otras temporales y a partir de ahí seguiremos trabajando de manera conjunta para desarrollar tanto las exposiciones como las actividades.
Han anunciado la exposición en torno a Filonov para tomar el relevo al montaje sobre Diaghilev con el que abrirá sus puertas el museo. ¿Qué proyectos temporales pasarán luego por Tabacalera?
Ahora mismo lo estamos pensando. Puede ser sobre Kandinsky, Marc Chagall, en 2017 puede ser Malevich, porque este año y el que viene las obras de este autor ya están comprometidas por completo en otras exposiciones. En cuanto a la colección anual que se verá después de la que presentamos ahora, no sabemos aún qué cuadros vendrán aquí. Las exposiciones anuales se van a renovar por completo, ya que debido a la legislación rusa estas obras no pueden permanecer más de un año fuera del país.
¿Cómo se gestiona un catálogo con más de medio millón de obras?
(Sonríe) Tenemos bastantes profesionales y cinco palacios para distribuirlas. Dentro de cada palacio hay ciertas exposiciones, además de montajes temporales y unas 2.000 personas trabajando en los distintos departamentos para que todo funcione. Es como una fábrica pequeña.
Pequeña para Rusia...
(Ríe) Sí, para Rusia, 2.000 personas es una fábrica más bien pequeña...
Ya que hablamos de factorías, hablemos de objetivos. ¿Qué cifra de visitantes les gustaría alcanzar?
No nos lo planteamos. Intentamos escoger las obras de las primeras exposiciones para que muestren el desarrollo de la pintura rusa en diferentes épocas y estilos, pero al mismo tiempo tenían que ser obras que demostraran detalles de la vida cotidiana rusa para que fuera algo distinto. Y en el caso de Diaghilev, sirve de complemento a la colección porque tiene elementos distintos y ofrece un cuadro más general.
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