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NURIA TRIGUERO
Lunes, 3 de febrero 2014, 13:00
Objetivo: crear 150 empresas de base tecnológica. Este es el cartel de meta que ha colocado el Ayuntamiento de Málaga al final de 2013. Y el método elegido para lograrlo son las aceleradoras: centros que prestan a los emprendedores todos los apoyos posibles para que su proyecto se lance al mercado en un periodo de tiempo muy corto; cuatro o seis meses normalmente. Estos centros, que son la nueva moda en el mundo emprendedor han surgido a decenas por toda España, brindan alojamiento físico como en las incubadoras, pero eso es casi lo de menos. Porque lo que caracteriza a las aceleradoras es que las startups siguen un estricto programa de desarrollo con la guía de mentores (empresarios expertos en cada sector), al final de la cual acceden a una ronda de inversores para obtener financiación.
En la ciudad se han constituido cuatro aceleradoras financiadas con dinero europeo gracias al convenio firmado entre el Ayuntamiento y la Escuela de Organización Industrial, que canaliza los fondos. El plazo para que los emprendedores se inscribieran en estos programas de aceleración terminó el viernes pasado después de prorrogarse un mes, con el resultado de 260 solicitudes recibidas. De éstas, las cuatro aceleradoras tendrán que elegir los proyectos más prometedores. Pero lo cierto es que unas tienen más donde elegir que otras.
Más de dos terceras partes de las peticiones, 180, se dirigen al centro gestionado por Bolt y Deloitte, que tiene el compromiso de albergar a 60 empresas a lo largo del año. Mientras, la aceleradora dirigida a spin-off universitarios tiene 14 solicitudes, pero su misión es acelerar 20 proyectos este año. La UTE formada por Promálaga y PricewaterhouseCoopers tiene dos: Málaga SmartUp, dirigida a modelos de negocio TIC que se dirigen al consumidor final; y OpenInnovation, para empresas que prestan su servicio a otras empresas. La primera de ellas tiene 29 solicitudes y un cupo de 25 empresas; mientras la segunda tiene 32 candidatos y 45 plazas. Por tanto, hay dos aceleradoras que no tienen bastantes candidatos para cubrir su capacidad anual.
El director técnico del Área de Nuevas tecnologías, Antonio Quirós, resta importancia a este hecho argumentando que los programas de aceleración van a dividirse en varias fases a lo largo del año y todos los centros tienen suficiente demanda para cubrir la primera tanda de proyectos que van a afrontar. Además, afirma que una vez se examinen las solicitudes, podrá determinarse que un proyecto «cuadra mejor en una aceleradora distinta a la que había solicitado».
Proyectos venidos de fuera
Quirós reconoce que la aceleradora en la que participa Bolt tiene «más camino andado», puesto que ya impulsó un primer programa de aceleración el año pasado y tiene «una red de captación de proyectos muy amplia, con mucha incidencia en redes sociales». El fundador de Bolt, Rafael Aguado, explica además que buena parte de sus solicitudes vienen de fuera de España. «Tenemos veinte proyectos de Silicon Valley», asegura.
Estas aceleradoras apoyadas por dinero europeo no están solas en Málaga. Ya ha arrancado una de carácter 100% privado, Sprita, ligada al grupo empresarial malagueño Top Digital. Y según adelanta Antonio Quirós, pronto van a sumarse otras iniciativas. El objetivo es «hacer ruido» y crear un «ecosistema» que atraiga el interés de inversores de otros lugares. Porque de poco sirven los procesos de aceleración si al final nadie aporta el dinero necesario para que las startups den el salto. «No se trata de poner 10.000 o 15.000 euros para que los proyectos arranquen, para eso ya han existido siempre las ayudas públicas. Lo que hacen falta son inversores privados que entren en la primera ronda de financiación de estas empresas con cantidades entre 100.000 y 200.000 euros», apunta.
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