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FRANCISCO GUTIÉRREZ
Viernes, 31 de enero 2014, 09:58
La tranquilidad y la paz que se respira en este pequeño pueblo de Almería, situado al pie del pico más alto de la provincia, la Tetica, se ven interrumpidas este fin de semana con la llegada de centenares de antiguos vecinos que retornan por unas horas a sus raíces para participar en la fiesta del Romero. La emigración se ensañó con estos pueblos de interior y Bacares no fue una excepción. A principios del siglo pasado llegó a contar con más de dos mil vecinos, pero la crisis minera y el cierre de las explotaciones que había en el término municipal obligaron a una masiva emigración hacia Cataluña, de manera que desde los años sesenta el censo se ha situado en torno a los 300 habitantes.
La nieve ya se ha hecho presente en Bacares en este invierno y aún se mantiene en las cumbres de las principales cimas de la Sierra de los Filabres, como la Tetica (2.080 metros) o Calar Alto (2.168). El ambiente es frío es este pueblo serrano, enclavado a más de 1.200 metros de altitud. Pero esto no desanima a los cientos de bacareños emigrados y a sus familias, que acuden cada año con más interés para pasar un intenso fin de semana de convivencia, en lo que se ha denominado fiesta del Romero.
En coches particulares y autobuses llegan aquellos que se vieron arrastrados a la emigración y las nuevas generaciones nacidas fuera de Bacares pero que no han perdido la relación con el pueblo de sus padres o abuelos. La jornada comienza a primeras horas del sábado. Los autobuses han viajado de madrugada para llegar a su destino bien temprano. Al pie de los vehículos los esperan sus familiares y amigos, con la animación que proporciona la música de la banda Anacrusa de Bacares. Las mujeres de Bacares han preparado chocolate y café para dar la bienvenida y los típicos roscos fritos que hacen las delicias de los recién llegados, que se reencuentran con los sabores y aromas de la infancia. Para la comida preparan una gran paella, así como morcilla, chorizo y embutidos de la localidad. Durante el sábado y domingo se podrá ver una exposición de fotografías antiguas de las Menas de Serón, una de las explotaciones cercanas que dieron vida a estos pueblos. También se venden prendas elaboradas en un telar del pueblo y productos naturales, como jabones o mermeladas.
El domingo se prepara una comida típica de la zona, trigo, y se realiza una ofrenda al santo Cristo de Bacares. Con cava y roscos se despide a los visitantes hasta el próximo año.
Santo Cristo del Bosque
En Bacares es obligada la visita a su iglesia parroquial. Fue construida en 1502 por el marqués de Bacares, don Gutierre de Cárdenas, y su esposa doña Teresa Enríquez. Fue quemada por los moriscos y restaurada por los hijos del marqués en 1581. Su artesonado, recientemente restaurado, es de estilo mudéjar, de gran belleza. En su interior se venera la imagen del Santo Cristo del Bosque, patrón de la localidad. La festividad, el 14 de septiembre, se vive con intensidad tanto en Bacares como en todo el valle del Almanzora, ya que son muchos los fieles que llegan andando desde los pueblos limítrofes por las promesas que hicieron al santo por los favores solicitados y recibidos.
Enclavada en plena sierra, a la falda de las cumbres más altas de los Filabres, Bacares tiene en la naturaleza uno de sus principales atractivos para el visitante, que puede alojarse tanto en el complejo rural Ecofilabres como en el hotel rural Las Fuentes, además de otras casas de alquiler por el pueblo y su vega. Ecofilabres es un complejo de alojamientos rurales situado en un entorno privilegiado, caracterizado por bosques y sinuosos arroyos de montaña y compuesto por once casas, de dos y tres dormitorios.
Desde las cumbres más altas de la sierra, recogiendo las vertientes más internas de la Tetica de Bacares, de los Calares (Calar Alto de 2.168 m. y Calar del Gallinero de 2.091 m.) y del Layón, baja el río Bacares hasta su encuentro con el río Almanzora en la vega de Tíjola. En poco espacio longitudinal, este río tiene que salvar fuertes desniveles del relieve que hacen bajar las aguas con fuerza hasta que se amansa muy cerca de su desembocadura, que se encuentra a una altitud de 600 m. Esto y el hecho de que el caudal permanecía incluso en verano, permitió que durante décadas se construyeran molinos de agua en sus orillas para moler el trigo y el pimiento, llegándose a contabilizar hasta seis molinos a lo largo de su cauce.
La gastronomía local ofrece una gran variedad en potajes, como el de calabazas, trigo o bacalao. También son muy típicos los embutidos, curados de forma natural con el frío de las montañas.
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