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Antonio Javier López
Domingo, 6 de octubre 2013, 22:53
Raúl García Tejedor aún está pagando el préstamo que pidió para organizar la primera edición. «Y el de la segunda y el de la tercera», admite sin perder el buen ánimo. La última cita tuvo un presupuesto aproximado de 6.000 euros, una cantidad que no cubren los ingresos por el alquiler de expositores y las ventas de entradas y en la tienda. Así que hay que arrimar el hombro y los euros: «Lo he hecho con ganas y para que Málaga tenga un evento como este». Raúl García habla de Imaginamálaga, el salón del cómic organizado por la Asociación QItomer que acaba de celebrar su novena edición. Más de tres mil personas acudieron a la cita organizada por Raúl y sus compañeros. «Trabajo como vigilante y hago esto por pura afición», resume.
El caso de Imaginamálaga ilustra el creciente protagonismo de la iniciativa privada en la escena cultural malagueña. Creadores, gestores y particulares que se organizan y unen sus fuerzas para nutrir y multiplicar la agenda de actividades en toda la provincia. Sin ir más lejos, esta semana se presentaban en sociedad dos iniciativas de este tipo: el colectivo de creadores visuales La Casa Amarilla y el montaje Prometheus, a cargo de la cooperativa Iniciativas Escénicas y Musicales, que ha devuelto a la vida escénica al Teatro Romano de la capital después de un cuarto de siglo.
Porque esta corriente impregna desde la monumentalidad del yacimiento en la falda de Gibralfaro hasta un piso particular en la calle Molinillo del Aceite. Allí surge Villa Puchero Factory, que calienta un suculento plato combinado a base de teatro, presentaciones de libros, exposiciones, performances Su filosofía queda resumida en el cartel de la puerta: «Deja tus problemas fuera». Lo intentamos y entramos.
Dentro espera Pedro J. Okña, cocinero de este puchero cultural desde su propia casa. «Mi cama está ahí, junto al escenario donde hacemos las representaciones», muestra con una media sonrisa. «Uno es un privilegiado, porque aquí pasan muchas cosas y la energía se queda», sostiene Okña, que hace cuatro años se embarcó junto al ilustrador y dibujante Emmanuel Lafont en la creación de Villa Patata Factory. Desde hace unos meses, esta sugerente iniciativa toma un nuevo rumbo, con el nombre de Villa Puchero y Okña en los fogones.
Villa Puchero Factory cuelga su menú en Facebook, donde divulga una agenda de actividades que apenas deja un par de huecos libres en el calendario de cada mes. Lo demuestra la hoja colgada en el reverso de la puerta de entrada al piso de Okña. Ahora ensayan varios actores para un nuevo montaje teatral. «Tenemos una obra residente de Alberto Cortés que se titula Lo que podemos hacer juntos y que se representa todos los miércoles, además de las propuestas de la casa: Señores y El puchero melódico», explica Okña, por cuya residencia han llegado a pasar más de 150 personas en un día. Cada una, cuando termina la cita, deja una aportación voluntaria. «La gente es muy generosa», se felicita. Y así, cuatro años después, Villa Puchero Factory empieza a ser autosuficiente.
Por Villa Puchero Factory han desfilado creadores como el mencionado Alberto Cortés o el poeta Cristian Alcaraz. Y aquí los vasos comunicantes, los hilos que tejen y enlazan las distintas propuestas alternativas que nacen y crecen en la ciudad. Cortés participa en Escena Bruta, el proyecto de microteatro que cada jueves se escenifica en el Ateneo, y Alcaraz es miembro de Espacio Cienfuegos, un grupo de jóvenes escritores y artistas visuales que abren su taller a diversas propuestas. Como Las Solas, por ejemplo, un happening poético al que acudieron más de cien personas.
«Varios miembros del colectivo coincidimos en la Fundación Antonio Gala de Córdoba y pensamos que sería interesante crear un espacio similar en Málaga. Así nació Cienfuegos, un taller de trabajo donde organizamos actividades para el público», esgrime Alcaraz, que forma parte de Cienfuegos junto a Ignacio Estudillo, Laura Franco y Adrián Olivares.
Para cubrir gastos
Como Villa Puchero Factory, Cienfuegos financia su programación con las aportaciones voluntarias del público. «Cada uno paga su parte del alquiler y con la colaboración de los asistentes conseguimos cubrir los gastos de las actividades», aporta el integrante de Cienfuegos, que busca ampliar el grupo.
En Cienfuegos conviven pintores, poetas y artistas visuales que han visto cómo su obra pasaba de un territorio creativo a otro. «Todo nace de la necesidad de poder mezclarnos y trabajar», resume Alberto Cortés, autor teatral y promotor de Escena Bruta: «En este grupo somos todos profesionales, necesitábamos trabajar con mayor continuidad de la que nos ofrecían las instituciones, así que decidimos ser los propios creadores los que impulsáramos nuestras propuestas».
Y así, Escena Bruta reúne tanto a miembros de compañías estables como a profesionales sin grupo fijo. Alberto Cortés y Alexandra García (Bajotierra), Carmen Baquero y Virginia Muñoz (Caramala), Noelia Galdeano (Síndrome Dario), Cristina Rojas (Tenemos Gato) y Marity Manzanera llevan sus montajes al Ateneo. «Los pases funcionan como en el cine. Cada jueves programamos varias piezas cortas en distintos horarios. La gente llega, ve la cartelera y decide qué quiere ver. Cambiamos el cartel cada dos meses para ofrecer tres o cuatro montajes por ciclo», detalla Cortés. Las «aportaciones» de tres euros del público y los ingresos de la cafetería del Ateneo el día de las representaciones sirven para que empiecen a cuadrarle las cuentas a Escena Bruta.
Más vínculos. Como las colaboraciones entre los colectivos de artistas visuales Espaciotres y La Casa Amarilla. Este último se presentaba de manera oficial el pasado jueves. Desde su sede en la calle Caldelería acoge los talleres de Verónica Romero, Luna Martini, Concha Mamely, Eva Casal y David Burbano. Aunque nacida como asociación en 2008, La Casa Amarilla quiere dar el salto al primer plano de la escena cultural de la ciudad como punto de encuentro de creadores.
La riqueza de la mezcla
Así, el proyecto busca convertirse en casa-taller donde artistas de otros puntos del mapa puedan crear y residir. «Aquí trabajamos autores de diferentes disciplinas y esa idea de mezcla y de enriquecimiento mutuo es la que preside la iniciativa», aporta Burbano. «El objetivo es crear algo parecido a un kulturmodell, como por ejemplo el de Passau», acota Romero, en relación a la residencia artística de la ciudad alemana con la que Málaga está hermanada y con la que han organizado varias experiencias de intercambio los componentes de La Casa Amarilla.
El deseo de unir fuerzas también alumbró el grupo Espaciotres, que después de una década de actividad en la calle Alemania cambia de aires y de sede. Antonio Casares, Ramón Paredes, Leocadia Casilari y José Villanueva dan vida a esta iniciativa. Habla Villanueva: «Todos los miembros del grupo nos dedicamos prácticamente full time a nuestra obra. Lo que obviamente significa escasísimos ingresos. Por eso hemos unido nuestros pocos recursos en este espacio modestísimo que tenemos en la calle Granada.
«Entre los cuatro prosigue pagamos el alquiler, más los mínimos gastos fijos y nos turnamos para abrir la sala al público de martes a sábado, nos repartimos las tareas () Cada dos o tres semanas, dependiendo del calendario, tenemos artistas invitados. Intentamos también hacer tres o cuatro colectivas al año y algunas individuales tanto de los miembros del colectivo como de proyectos que nos proponen y que podemos abarcar. Todo ello sin ninguna subvención, ni pública ni privada, tan sólo con nuestros recursos y el de los amigos que nos ayudan a mantener abierto Espaciotres».
Como abierta ha estado, por fin, la escena del Teatro Romano después de 25 años. Los encargados de devolverlo a la vida teatral han sido los miembros de la cooperativa Iniciativas Escénicas y Musicales, que han puesto sobre las tablas una revisión contemporánea del clásico Prometeo. «Nuestra intención es poner en marcha espectáculos y producciones derivadas del esfuerzo de los miembros de lacooperativa», presenta Diego Guzmán, portavoz en este caso de un grupo que incluye a creadores y gestores culturales como Antonio Meliveo, Arturo Díez Boscovich, Carlos Álvarez, Carlos de Mesa, Diego Guzmán, Fernando Hurtado, Josep Mitjans, Juan Hurtado, Juan Manuel Lara, Mercedes León, Miguel Palacios, Miguel Romero Esteo, Rafael Torán y Thomé Araujo.
El respaldo institucional
Para poner en marcha Prometheus, Iniciativas Escénicas y Musicales ha contado con el apoyo de la Consejería de Cultura. También han encontrado ese respaldo en su caso, del Ayuntamiento de Málaga y de la Diputación Provincial en El Lapicero, la firma nacida en 2007 promotora de Animacómic, el Salón de la Animación, el Manga y el Cómic que este año ha celebrado su segunda edición con más de 5.000 visitantes. «Las vías de financiación son propias. Esperamos que, habiendo consolidado el proyecto con la segunda convocatoria, podamos encontrar el necesario apoyo público y privado para próximas ediciones», aguarda Marian Burgos, de El Lapicero.
Así que ya sea desde el ámbito empresarial o desde los propios creadores, en la capital o en la provincia donde destaca La Sala de Blas en Archidona, la agenda cultural malagueña suma cada vez más atractivos desde la pura iniciativa privada. Algunos, los menos, encuentran el apoyo logístico de las instituciones. Otros ni siquiera lo buscan. Ahí está Pedro J. Okña y su Villa Puchero Factory: «Si pierdo la libertad pierdo la motivación. La base de esta casa siempre ha sido la conexión entre personas que se conocen o que no. Siento que la influencia de la casa hace que surjan cosas, que algo se mueva. La idea es algo así como No te quejes, hazlo. Sal en busca del público. En Málaga hay talento y gente de sobra». Y mientras Pedro habla, suena de fondo un clásico de Guns n Roses: Paradise city.
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