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José Ahumada
Viernes, 20 de septiembre 2013, 12:42
l fichaje ya confirmado de Rodrigo Rato para el equipo de asesores del banco Santander y el inminente nombramiento de Josep Piqué como consejero delegado de OHL en cuanto se recupere de la «leve» hemorragia interna que le mantiene hospitalizado, parecen haber puesto de nuevo en movimiento la puerta giratoria que comunica la política con la empresa privada. En realidad, ambos cruzaron ese umbral años atrás, cumplida la cuarentena que pretende hacer ver que no existe relación entre ambas actividades.
Nadie podrá discutir los argumentos que justifican los contratos (la valía, la experiencia, el conocimiento del medio, los contactos). De hecho, son tan buenos y han sido tan utilizados que, actualmente, una quinta parte de los consejos de administración de las mayores empresas españolas está compuesto por expolíticos de todos los colores.
Para Piqué, su incorporación al grupo que preside Juan Miguel Villar-Mir supondrá un salto en la fulgurante trayectoria profesional que inició tras abandonar la política en 2007. Mucho antes de llegar a ella ya se había destacado como brillante abogado y economista, una vez curado de la fiebre comunista que le arrastró hasta el PSUC y Bandera Roja en su juventud, quizás para llevar la contraria a su padre, último alcalde franquista de Villanueva y Geltrú (Barcelona), donde nació en 1955. Profesor en excedencia de Teoría económica, conoció a fondo el sector privado fue presidente de Ercros y trabajó para la Generalitat antes de aceptar, en 1996, la oferta de José María Aznar para entrar a formar parte de su Gobierno como ministro de Industria, a pesar de no estar afiliado aún al PP. Después se haría cargo de las carteras de Ciencia y Tecnología y de Asuntos Exteriores. El fin de su carrera política se precipitó por el enfrentamiento que mantuvo desde la dirección del PP catalán con los responsables nacionales del partido.
Doce cargos remunerados
No hay duda de que su paso por la política amplió sus horizontes laborales: en los últimos tiempos llegó a compatibilizar la presidencia de las aerolíneas Vueling que abandonó hace unas semanas, tras su absorción por IAG, con una docena de cargos remunerados, como sus puestos al frente de Bodaclick y la consultora internacional Pangea XXI, su pertenencia a los consejos de administración de la sociedad de bolsa Gaesco y del operador logístico Tradisa o sus funciones de asesoría en el Grupo Ezentis, Abertis, USP, Applus, Seat y Reparalia, hasta llegar a sus más exóticas ocupaciones como asesor de los gobiernos indonesio y búlgaro y miembro de la Cámara de Comercio de Uzbekistán. Antes de conocerse que OHL será su próximo destino, llegó a barajarse su nombre para la presidir Iberia.
Su vida personal no ha dado grandes titulares. Sí que trascendió la noticia de su segundo matrimonio con la periodista Gloria Lomana, directora de los servicios informativos de Antena 3, celebrado en 2009, en que desembocó un discreto noviazgo previo. Se sabe que vive en Madrid, que tiene tres hijos de su primera mujer, que le gusta acostarse pronto y madrugar y que practica deporte a diario. Disfruta con la comida consistente y el buen vino y puede tomarse una copa de vez en cuando, pero ya no toca los habanos. Siempre que tiene ocasión, le gusta viajar y salir de excursión con su esposa, y se le puede ver en el Rastro a la caza de algún mueble antiguo.
Su antiguo compañero de Gobierno Rodrigo Rato (Madrid, 1949), ha estado mucho más expuesto a la luz pública dada la relevancia de los puestos que ha ocupado desde que se alejó de la política. A diferencia de Piqué, Rato ya alcanzó las cumbres del mundo financiero cuando fue nombrado director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, tras desentenderse de ello para pasmo general, colocarse al frente de Caja Madrid y de su proceso de mutación a Bankia. Como eco de su desastrosa gestión en la entidad bancaria se encuentra imputado por presuntos delitos de estafa, falsificación de las cuentas anuales, apropiación indebida, administración desleal, maquinación para alterar el precio de las cosas y delitos societarios.
Para alguien que no haya conocido un éxito profesional como el suyo, al que llegó aupado por los buenos resultados que cosechó en su etapa como ministro de Economía con Aznar «el mejor que ha tenido la democracia», según Emilio Botín, formar parte del consejo asesor internacional del Santander puede parecer el no va más: en este órgano, compuesto por una decena de miembros y que solo se reúne un par de veces al año, se dedicará a aportar ideas y sugerir nuevas oportunidades de negocio, tareas por las que puede embolsarse unos 200.000 euros.
Desde el punto de vista de Rato, la cosa cambia, primero, porque ya perteneció a ese consejo y, segundo, porque 200.000 euros los cobra cualquiera... como él. Desde enero de este año forma parte de los consejos asesores de Telefónica en Latinoamérica y Europa, obligaciones por las que también percibe esa cantidad. ¿Que es mucho dinero? Cuando escapó del FMI se incorporó al banco de inversiones Lazard, con un sueldo estimado de 3 millones; en Caja Madrid eran 2,3. Y, en cualquier caso, siempre hay que sumar la pensión de 35.900 euros anuales como jubilado del Fondo Monetario.
Rico de familia, Rodrigo Rato comparte con Piqué la afición por el deporte (en su caso, esquí, judo y golf) y el haber rehecho su vida sentimental con una periodista Alicia González, de El País. Casualmente, también cuenta con tres hijos de su anterior matrimonio y, como él, siempre ha protegido su vida privada.
Fichajes caros y malos
Los de Piqué y Rato son dos buenos ejemplos para ilustrar el continuo trasiego de expolíticos por los ambientes de negocios, un fenómeno extendido por todos los países, bautizado en Francia con el intraducible pantouflage, llamado amakudari descenso de los cielos en Japón, y denominado revolving door en el mundo anglosajón, término del que procede la puerta giratoria española. Según Francesc Trillas, profesor de Economía Aplicada de la Universitat Autónoma de Barcelona, se trata de algo tan extendido que «parece un elemento más de nuestra sociedad. Aunque aún nadie ha estudiado hasta qué punto está extendido en España en comparación con otros países, mi impresión es que aquí abundan los casos y que la calidad de muchos de estos fichajes deja que desear».
Un repaso a las setenta mayores empresas españolas revela que lo habitual es que en sus consejos de administración haya entre un 20% y un 30% de expolíticos. La lista es inacabable: Felipe González (Gas Natural), José María Aznar (Endesa), Elena Salgado (Endesa), Ángel Acebes (Iberdrola), Pedro Solbes (Enel), Abel Matutes (Santander), Eduardo Zaplana (Telefónica), Josep Borrell (Abengoa), Miguel Boyer (Red Eléctrica)...
Como se ve, no existen barreras ideológicas: tres de cada diez ministros de los gobiernos de González, Aznar y Zapatero se pasaron al sector privado al cesar en sus cargos. No obstante, es el PP el partido con más expolíticos en estos órganos. «Todo esto origina dos problemas: en primer lugar, la sospecha de que las empresas utilizan este canal para influir en la toma de decisiones públicas, una forma de lobbying como la financiación de campañas o el soborno directo. El otro problema es para las empresas, porque fichando a estos políticos, algunos de bajo nivel profesional, pierden la posibilidad de contratar a otros más útiles. Pasa como en el fútbol: con un fichaje malo el equipo obtendrá peores resultados».
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