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También autor teatral. En 'Tío Vania', Chéjov se adentra en la antigua casa de campo de una familia aristocrática algo empobrecida. :: ROS RIBAS
El gran Cuentacuentos
TERRITORIOS. LITERATURA

El gran Cuentacuentos

Hace 150 años, nacía el escritor ruso Antón Chéjov, dramaturgo y autor de los mejores relatos de la literatura universal ANIVERSARIO

ANTONIO GARRIDO

Sábado, 23 de enero 2010, 02:37

Érase una vez un comerciante de telas que viajaba por toda Rusia y al que le gustaban los cuentos que, al amor de la lumbre, se contaban en las posadas. Este comerciante tuvo una hija que heredó el amor de su padre por la literatura oral y que poseía una gran habilidad para narrarla, se llamaba Yevgeniya y fue la madre de Antón Chéjov. No me gusta detenerme en los datos biográficos pero este me parece muy pertinente porque muestra y demuestra la fuerza de la narración oral como primera forma de estructura literaria; más tarde Chéjov perfeccionaría esa estructura hasta límites insospechados como puede comprobar el que lea la magnífica edición de sus cuentos publicada por la editorial Alba con una excelente traducción de Víctor Gallego Ballesteros.

Se cumplen ciento cincuenta años de su nacimiento (29 de enero de 1860) y se le puede aplicar con absoluta propiedad esa palabra que muchos desprecian con la boca grande y ansían con toda su alma, la palabra clásico; es decir, modelo vivo, mensaje que no ha perdido su actualidad, calidad literaria por encima de todas las cosas. Hay muy buenos cuentistas y Chéjov es uno de los mejores de todos los tiempos sin lugar a dudas. También fue autor teatral de éxito con obras como 'Tío Vania', 'Las tres hermanas', 'La gaviota' y 'El jardín de los cerezos', texto que concluye con esa maravillosa elipsis provocada por el ruido del hacha que derriba uno de los árboles con todo el simbolismo que el áspero sonido tiene, mucho más efectivo que la palabra en este caso. Este componente elusivo no se ha destacado de manera suficiente entre los rasgos de estilo del autor pero se fue haciendo cada vez más importante con el paso del tiempo.

Su abuelo fue un siervo que pudo comprar su libertad. El padre, muy religioso, tendía a ser despótico con sus hijos y, como conclusión demasiado fácil, el escritor amó siempre la libertad y rechazó las formas autoritarias. El padre, comerciante, se arruinó y Chéjov, estudiante de Medicina en Moscú, donde se trasladó la familia, tuvo que hacer frente a una situación familiar muy difícil.

Por necesidad

La necesidad le llevó a escribir en los periódicos breves relatos llenos de humor, de ironía y de sátira que se hicieron muy populares. Son bocetos de trazo grueso, directos, chispeantes. Tenía una enorme facilidad para escribir, presumía de ella y afirmaba que podía escribir sobre cualquier tema en pocas horas. Es conocida la anécdota con el escritor Korolenko al que le dijo que era capaz de hacer literatura de cualquier tema por aburrido o simplón que fuera y le puso como ejemplo un cenicero que estaba sobre la mesa.

Basta repasar la antología citada para comprobar la variedad de temas y, lo más importante, la calidad sostenida de los textos que respetan un principio muy importante de la poética clásica, el llamado 'decorum'; principio teórico y técnica que consiste en que el lenguaje debe ser adecuado al papel del personaje en el orden social según la tradicional división tripartita: sublime, medio y bajo. Este principio cuando se rompe tiene mucha rentabilidad, especialmente desde el enfoque humorístico que nunca desaparece en los relatos aunque se va atenuando con el tiempo y con la mayor extensión del texto, con el mayor análisis de los personajes y de las situaciones que, por cierto, son de ida y vuelta; me explicaré. El lector aprecia la situación que la historia plantea, estamos ante una posición pasiva, pero Chéjov es capaz de crear esa situación en el receptor que sufre una importante perturbación sicológica, vive la situación o la transforma y se convierte en un elemento activo. Lo que he descrito no es ni más ni menos que el mecanismo puro de esa construcción que llamamos arte.

Los primeros cuentos son iluminaciones, relámpagos, al lector no le da tiempo a reponerse. La clave está en la precisa capacidad de designación, en el cuento nada puede sobrar ni faltar. Son las primeras horas de la mañana y entramos en la barbería de Makar.

Precisa caracterización

La caracterización del dueño es muy precisa: «Unos veintitrés años, sucio, vestido con ropas mugrientas que pretenden pasar por elegantes, está poniendo orden en el local. En realidad no tiene nada que limpiar, pero el trabajo le ha hecho sudar. Aquí pasa una bayeta, allí rasca con la uña, más allá encuentra una chinche y la retira de la pared». Con las palabras sucio, mugrientas y chinche quedan perfectamente definidos el espacio y el protagonista pero el autor utiliza otras tres con las que intensifica las anteriores: «La barbería es pequeña, estrecha, destartalada».

La adjetivación es clave en Chéjov. La puertecilla es «delgada, miserable, chirriante» y la campanilla emite «un sonido quejumbroso». El espejo, y ahora se dirige al lector: «Veréis vuestro rostro deformado en todos los sentidos de la manera más lamentable». Precisamente delante de ese espejo el barbero desarrolla su trabajo. Insiste el autor: «En una mesita tan sucia y mugrienta como Makar» y concluye: «La verdad es que toda la barbería no vale ni medio rublo». En total quince líneas, quién da más. Se trata del cuento 'En la barbería' de 1883. Esta es una de las técnicas básicas del autor, la acumulación de palabras que crean el ambiente en un sentido amplio. Con el paso del tiempo Chéjov dejó de ver el paisaje y fueron sus personajes los que ocuparon su lugar en uno de los mecanismos textuales más espléndidos.

La palabra impresionismo ha hecho fortuna a la hora de calificar el estilo del autor y se debe a Tolstoi. El genial novelista afirmó que Chéjov componía sus historias con pinceladas que requerían una cierta distancia para admirar el magnífico resultado. Estas pinceladas eran la técnica opuesta a las largas explicaciones sobre los personajes y sobre su pasado que caracterizaba a la narrativa anterior a la modernidad que introdujo. El paralelismo con Maupassant me parece acertado en algunos aspectos de rapidez narrativa y humor. Chéjov siempre creyó en la suprema virtud de lo breve, con lo que se empareja con nuestra tradición gracianesca. En muchas ocasiones repitió la frase: «La brevedad es hermana del genio» y hay que entenderla en todos los planos de la narración.

El humor es una forma de conocimiento, una manera de ver el mundo; en este sentido es emblemático el cuento 'La cerilla sueca', una de las mejores burlas de la novela policíaca al estilo de Gaboriau. El lector se encuentra desde las primeras líneas con un asesinato. Se trata de un joven de costumbres licenciosas. No aparece el cuerpo pero sí un conjunto de pistas que permiten desarrollar toda una teoría sobre el procedimiento y hasta sobre los culpables. Las piezas van encajando, el rompecabezas se va completando pero el lector, desde el principio, percibe que algo falla, que hay algo en el texto que le impide aceptar las hipótesis que se van tomando como seguridades. Se trata de la perspectiva del narrador que siempre deja un hueco, un vacío en el texto. Ese espacio lo ocupa la burla. No hubo asesinato, hubo una historia tan sencilla como el rapto del protagonista por una mujer ardiente que lo encierra, lo alimenta y lo disfruta. Él se siente muy contento y se deja querer.

El trato con los enfermos llevó a Chéjov a contagiarse de tuberculosis. Las crisis fueron frecuentes desde los veintisiete años lo que le llevó a buscar alivio en la Costa Azul francesa y, sobre todo, en Yalta. Murió a los cuarenta y cuatro años en una estación termal alemana. La crítica biográfica ve en su enfermedad la causa de lo que se considera el cambio de estilo; del humor a la tristeza, a la melancolía, al sentimiento trágico de la muerte. Repito un principio sagrado para el que esto escribe. Lo que tenemos delante es texto y los factores externos no resuelven el enigma que todo texto, del tipo que fuere, plantea al lector.

Madurez extraordinaria

Es cierto que el universo chejoviano se fue complicando con el tiempo hasta llegar a una madurez extraordinaria y que este universo se pobló de personajes que tenían buenas intenciones que, incluso, sabían lo que tenían que hacer pero que no eran capaces de tomar decisión alguna. Nabokov, otro magnífico cuentista, ha destacado que el héroe de Chejov es «un hombre bueno incapaz de hacer el bien», está inutilizado para llevar a la práctica sus principios y cae en el pesimismo, en la soledad y en la pasividad con la renuncia a su capacidad de acción. En este sentido Chéjov es creador de una galería de antihéroes de extraordinaria modernidad, una galería de personajes sin atributos que toman realidad con la empatía más humana, con el más auténtico sentido cervantino, el más moderno de todos. La desolación no tiene consecuencias morales, es un paisaje para la misericordia.

'Ana Karenina', 'Madame Bovary' y 'La Regenta' son tres de las más grandes novelas contemporáneas, son novelas en las que se atenta con modelos sociales aceptados, en ellas las protagonistas cometen adulterio y son castigadas; pues bien, veamos la diferencia con Chéjov en su admirable 'La dama del perrito' de 1899.

La acción discurre en Yalta donde el autor pasaba temporadas. El protagonista es un mujeriego que va de conquista en conquista. Se comentaba que había llegado al paseo una dama con un lulú blanco. Dimitri se encuentra con ella varias veces y se propone conquistarla, lo consigue. Los dos están casados y viven en ciudades distintas; hasta aquí nada especial, lo notable es que se enamoran y lo hacen de verdad y él no puede estar sin verla, sin sentirla, y a ella le sucede lo mismo y Chéjov no se atreve a cerrar la historia y allí quedan los dos hablando sin parar, buscando una solución. Nada hay de sentimentalismo, nada de lágrima fácil. El lector debe tener la fuerza que le falta al autor y es legítimo que así sea y que cada cual se atreva a poner un final.

El principio de verosimilitud, lo que se ha llamado realismo narrativo, incluso naturalismo, está en la base de la obra de Chéjov pero acompañado de bruma misteriosa, de algo inasible que nos deja sorprendidos. 'Tristeza' de 1886. Un viejo cochero con un mal rocín, una noche muy fría en la que cae la nieve y los cubre mientras esperan a los clientes. El viejo se llama Iona y ha perdido a su hijo. La historia lo es de una serie de interrupciones. El viejo quiere hablar, contar su pena, descargarla por medio de las palabras pero ni el militar, ni los jóvenes que están de juerga lo atienden, al contrario, se burlan de él. La narración de la tragedia se interrumpe, mejor dicho, no empieza, pasan las horas y el pobre Iona no ha ganado nada.

Rasgos personales

El caballuco no tendrá avena: «Nos ha dejado. Se murió de repente, así como así. Supongamos que tuvieras un potrillo, que fueras la madre de ese potrillo. Si de pronto, digamos, ese potrillo pasara a mejor vida. ¿No te daría pena? El matalón rumia, escucha y resopla en las manos de su amo. Iona no puede contenerse y se lo cuenta todo.». Los puntos suspensivos son más importantes que las palabras.

La presencia del monólogo es otro de los rasgos estilísticos más personales de Chéjov y las traducciones al inglés influyeron en autores de las islas y de Estados Unidos, igual sucedió con su teatro. No fue ajeno tan fino observador a la realidad social de su tiempo y de su país. Varias de sus obras fueron censuradas y alguna como 'La sala número 6', consecuencia de una visita a la isla de Sajalín, se ha analizado como una metáfora de Rusia, mitad cárcel, mitad siquiátrico; en esta historia se resumen muchas de las características aquí señaladas.

Uno de los cuentos más terribles es 'Las ostras', un niño tiene hambre y está agotado, se siente enfermo, lee la palabra 'ostras' en una placa de una posada y se imagina un animal que le da miedo, un animal parecido a una rana que vive dentro de una concha pero que tiene que devorar para saciarse. Unos desocupados lo atiborran de ostras. Cuando Chéjov murió en Alemania su cadáver fue trasladado a Rusia en un vagón refrigerado que se usaba de ordinario para transportar ostras.

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