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PPLL
Domingo, 27 de diciembre 2009, 02:48
Si hay años para olvidar, 2009 sin duda será uno de ellos, al menos en Málaga. Y no faltan razones objetivas. Los efectos de la crisis se han proyectado aquí con una virulencia insólita, por la elevada dependencia de la economía del 'ladrillo'; y las secuelas se prolongarán todavía durante largo tiempo. Con seguridad, el lastre más dramático está en las cifras de paro que se ha cebado con una ciudadanía confiada por los años de bonanza pero que ha visto destruirse la cuarta parte de los puestos de trabajo en doce meses. La cifra en la provincia ha superado la cota alarmante de ciento sesenta mil, y aún se destruye empleo con demasiada intensidad. Un hundimiento tan acentuado de la construcción no podía amortiguarse con la obra pública, a pesar del llamado Plan Zapatero; pero además 2009 concluye con un desalentador paisaje de grandes proyectos paralizados o directamente desvanecidos en los enunciados de la clase dirigente. La relación resulta extenuante: tren litoral, hiperronda, desaladora de Mijas, macrohospital, Campamento Benítez, y particularmente en la capital, Guadalmedina, Arraijanal, túnel de la Alameda para el Metro, Alcazabilla, Baños del Carmen, bulevar sobre el soterramiento del tren... con una sensación de parálisis e ineficiencia que se multiplica con otros frentes como el PGOU sin resolver o los fondos europeos. Todo ello contribuye a percibir un paisaje más desalentador sin puntos de apoyo para la confianza. Tras años de los años de las grandes obras e iniciativas políticas, sobre todo marcadas por el AVE y el aeropuerto aún en obras, cunde la sensación de que la agenda de Málaga se ha desmoronado. Probablemente aquí se sintetiza como en pocos lugares -según la expresión acuñada por 'The Economist' para definir la situación española- el clima de 'fin de fiesta' tras unos años de verdadera euforia que sin embargo, como ahora se constata, no ha generado la necesaria riqueza colectiva y tampoco recursos suficientes en la estructura económica. Es la hora del sacrificio y la determinación de todos, sin rendirse; pero también es la hora de los liderazgos competentes sin refugiarse en la retórica y los conflictos estériles.
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